viernes, 18 de marzo de 2011

TIEMPO por Luc Dupont.

Quedan diez horas para irme, coger ese barco y desaparecer. Volver a empezar, retornar de nuevo al vacío inicial para llenar mi esperanza con algún nuevo pasatiempo temporal. Todo es efímero, en mi vida nada permanece, por eso ahora debo comenzar a volar para alejarme de nuevo.
Siempre he vivido con un síndrome que se podría denominar Houdini, soy un maestro del escapismo. Mi miedo a la realidad y sus etiquetas activa mi reactor y salgo disparado como hombre-bala hacia el cielo. El proceso siempre es semejante: desembarco en algún pueblo o ciudad ( siempre con buenas conexiones aéreas) con la expresión facial de un niño que está descubriendo el mundo. Con mi maleta llena de trastos le pregunto a algún lugareño dónde puedo encontrar una pensión barata. Este no es mi objetivo, lo que pretendo es que algún alma se apiade de mi fingida desesperación y mi personalidad carismática para encontrar un techo temporal gratuito en el que instalarme. Una vez que dispongo de un hogar, comienza el espectáculo. Abro mi libro personal de anécdotas, experiencias y leyendas para entretener a la familia; me convierto en el bufón personal del reino. Y siempre doy pena, dejo entrever un profundo dolor en mis pupilas más conmovedor que un cachorro. Así, el tiempo se va alargando como una goma, y lo que eran dos días se convierte en una semana, y se va multiplicando hasta la saciedad. Es un intercambio de intereses, como la amistad. Yo ofrezco entretenimiento ( como todo espectáculo es una farsa), y recibo a cambo acomodo y manutención.
Ustedes pensarán que esto no es cierto y que mi plan sólo funcionaría en el siglo XVIII, desembarcando en un puerto pesquero con un ambiente en blanco y negro y unas calles sacadas de Oliver Twist y la picaresca londinense; pero háganme caso, es más fácil de lo que piensan. Las redes sociales han contribuido a que la gente no sepa distinguir cuándo le están tomando el pelo, la falsa apariencia de que manejan la información los ha convertido en inocentones sin dos dedos de frente. Es tiempo. Es tiempo de defraudar, robar en el supermercado, engañar a tus conocidos, ser infiel, hacerse pasar por otra persona. Háganlo. La facilidad de las acciones será proporcional al placer percibido.

Luc Dupont.

lunes, 7 de marzo de 2011

TIEMPO por Piero Galasso

Contemplar un reloj de sol se antoja un ejercicio complicado en los días soleados. A veces, observar el paso de las manecillas del reloj puede ser lo más reconstituyente que a uno se le ocurra. Escribir es un excelente modo de avanzar en el tiempo sin necesariamente ordenar los pensamientos. Personalmente, prefiero tenerlos manga por hombro porque así me representan de un mejor modo. El ojo público imagina como es uno pero en realidad ni soy tan salvaje ni soy ese galán en camiseta que todo padre quisiera para su hija. Mantengan a sus hijas lejos de mí. No es una orden, es un post-it en su escritorio, temporal, colorido, intrascendental.

Los días se suceden a modo de aventura excitante para los que gozarían suplantando mi identidad. Para mí, no son más que las perlas mordidas del collar que nunca te pude comprar. Deambulo inyectando grados centígrados a todo elemento vivo que disfruta viendo mi autodestrucción desde un fantástico asiento en primera fila. La ruina vital de uno sólo es contemplada por extraños. Qué curioso. La imagen de infantil,mordaz, estupendamente conservado se esnafra contra la que mis seres queridos tienen de mí, arrogante, egoista, celoso, distante,estúpido.También, abriendo la boca con timidez dicen que soy divertido. Son tantas veces las que he visto odio en el rostro de mi hija como decepción y pena en el angelical marco visual de la que yo llamo mi mujer, aunque no lo es ni lo fue nunca.Pero siempre fue, es y será mi vagina.

Los hombres me admiran porque no me cuesta meterme en los pantalones de las mujeres,actrices,abogadas, arquitectas, limpiadoras, jovencitas, maduritas, !maldito payaso, esas maduritas son incluso más jóvenes que yo!.Jamás permitiría que estas palabras saliesen publicadas bajo mi nombre, irían bajo un pseudónimo hortera como Jasper Mcmillan o Karl Morgan. Digamos que aparte de temas de anatomía, soy un detonador de candidez y de intento de cambio. Soy como una nevera repleta de comida fantástica pero el asa rota impide saborear unos manjares que están avocados a la podredumbre. Esas mujeres se acorralan con multitud de herramientas distintas pero como buen borracho me contento y regodeo en lo putrefacto de mi entorno. No le doy más importancia que a lo que mi pene y mi hígado demandan con lo cual las personas me importan tanto como la hamburguesa que me comí después de medio morir narcotizado. La paladeo, la disfruto y una vez ingerida es decir , conquistada, me olvido de ella y pienso en la siguiente comida que pueden ser unos spaguetti con aglio,olio e peperoncino o un fino plato de nage beurrée de St Jacques . Soy una de esas personas que fumará toda su vida y jamás morirá de cáncer de pulmón. Estoy convencido de que si dejo mi estilo de vida moriría de una inanición rutinaria de lo más normal. Lo que me hace preguntarme lo siguiente:

¿Cómo es posible que vosotros lo soportéis ?


Piero Galasso

miércoles, 2 de marzo de 2011

SUERTE por Piero Galasso

Éramos el plástico oxigenado que recubría la representación dolorosa de las despedidas ideada a modo de teléfono. En ellas sobrevivíamos y nos erigíamos estatuas de arena viendo partir al otro, cada semana. Hubo un tiempo donde cualquier tema, idea o pensamiento se desarrollaba del mismo modo sobre tus hombros que en mi cabeza. Digamos que uno opinaba y el otro asentía otorgándonos la sensación que experimenta el arrogante cuando el receptor agita con parsimonia sus ideas ante él. La imagen que teníamos el uno del otro era controvertida dado que , realmente, sólo llegaste a conocer el 10 % de mi retorcida personalidad y yo lo supe todo de tí. A modo de símil, imagina el siguiente escenario:

Salón pequeño. Verano. 3 de la tarde. Una abuela y dos nietos. Uno revoltoso , gritón, dicharachero, rebelde, divertido, agresivo. Otro , callado, taciturno, de expresión indolente, imagen perfecta, obediente. Adivina cual de estos dos se habrá de convertir en el hiperviolento malnacido que habrá de matar a la abuela. Respuesta equivocada, la número 1.

Volviendo a nosotros, te he modelado una imagen impecable de personalidad pero nunca con fines violentos, por suerte para tí no soy gran amante del ruido y la furia, sólo admiro a Gatsby. Jamás te he engañado ni he sentido atracción hacia otras mujeres que no me recordasen a ti, con lo cual el deseo desaparecía a efectos de esta paradoja. No quise hacerte sentir infeliz pero en tu propia felicidad, lo eras, dado que vivías compartiendo el tiempo con un actor, un tipo sin ideas propias que sólo quería tenerte a su lado por estar aterrorizado a mostrarse como realmente es. No tengo ego ni fuerza, siento deseos suicidas, mi vida no consigue atraparme de ningún modo, soy incapaz de enamorarme, vivo a base de impulsos naturales, soy primario y estúpido, no me agradan las personas y la soledad me aterra, rechazo el éxito, soy incapaz de recordar una conversación al igual que Robert Cohn y la mera idea de hablar con una mujer me aterra tanto como morir ahogado.

Así, tu eras el niño revoltoso y feliz y yo el que proyectaba una imagen inmaculada que engañó a todo el mundo menos a la propia abuela que nunca se fió de él y recibió satisfacción a sus dudas el trágico día que fue eliminada. De ahí, puedes sacar conclusiones y entender el por qué de mi infelicidad, mis inseguridades y mis desidias dado que yo nunca fuí yo.

Siguiendo la directrices que marqué al conocerte, te otorgué poder en varios campos decisivos, con lo cual te creías poseedora de ciertos derechos a la hora de cruzar algunos límites. El poder ciega al que se cree más dotado intelectualmente que su oponente, dándome a mí toda la libertad posible para llevar a cabo mis intenciones para contigo. Dibujando una desvaída imagen de indefensión, tu protección creyó necesario acogerme en su seno.

Te creíste la suerte contemplándome a mí, la moneda, en manos del jugador pero olvidaste que el azar, marioneta mía, es masculino también.


Piero Galasso