jueves, 29 de septiembre de 2011

ANSIA por Piero Galasso

24 eran las veces que Adolfo Lombardo se tocaba la nariz cada vez que sentía miedo. El número actuaba como placebo y el niño volvía a sus ocupaciones sin carga emocional alguna. Su madre se preguntaba de donde el niño pudo haber sacado la extraña costumbre de las narices. Y es que Adolfito no veía la televisión, ni siquiera la miraba. Tampoco se le podría denominar como un gran lector dado que su dislexia no le permitía seguir la trama de los tebeos que todos sus amigos leían. Era por tanto un pequeño misterio para la progenitora y decidió averiguar la causa de la extraña respuesta de su hijo al miedo.

Virtudes, la profesora de la guardería, se preguntaba lo mismo que Alma, la madre del chiquillo. Durante las horas que el niño pasaba en la guardería, se tocaba la nariz en repetidas ocasiones. Entre Alma y Virtudes, decidieron hacer un seguimiento exhaustivo del comportamiento de Adolfo, movidas por la curiosidad. Apuntarían la hora, situación, y número de veces por episodio de miedo que el niño tuviese. Durante la primera semana, el niño se alteró 5 veces martes, miércoles y sábado, 7 veces jueves y viernes, 1 el domingo y ninguna el lunes, formando un total de 720 golpes en la nariz de Adolfo. Los episodios eran más comunes durante la mañana, entendido esto por las investigadoras como la respuesta ante la falta de la madre, considerando esta sensación del niño como normal. Pero , las razones que atemorizaban al niño eran , todavía, un enigma.

El día 26 de Octubre, una vez que hubo terminado un dibujo sobre el sol y el sistema planetario, Adolfo comenzó a golpearse compulsivamente la nariz con la palma de la mano, poniendo nerviosos a sus compañeros de juegos. La maestra se abalanzó sobre él tratando de impedir que se hiciera daño y de que no inquietara a los demás niños. Aún así, el niño sólo mostraba furia durante esos 24 golpes. Toda vez que se infligía el último golpe de su ritual, retornaba a su condición de niño amable y curioso, demostrando capacidades para el dibujo muy superiores a las de sus compañeros destacando por su preciosismo y cuidado con los pequeños detalles. Tras una tarde de cábilas, la profesora llegó a la conclusión de que de esa cualidad pictórica podría extraer un patrón. Se puso en contacto con Alma y , entre las 2, decidieron espolear el talento artístico de Adolfo con la esperanza de poder encontrar en este alguna pista que las alumbrara en el callejón sin salida en el cual se encontraban.

La segunda semana del nuevo estudio, Adolfo realizó un total de 54 dibujos de temática libre para no restringir la libertad creativa ni las emociones que los dibujos provocarían en el niño. De los 54, el niño se golpeó con virulencia tras acabar 29 de ellos, con relativa calma en 21 y con, digamos, obligación en el resto. El ritual era siempre el mismo. Comenzaba con una implicación impactante, fuera de sí mismo el niño pintaba con los ojos cerrados reproducciones idénticas de aquello que aparecía por el vasto vergel que era su cerebro. Las dos mujeres elaboraron el mismo diagnóstico, el niño padecía del síndrome de Stendhal. Al exponerse a sus propias y pequeñas obras de arte, sentía que su corazón se impacientaba provocándole vértigo y confusión, con lo cual se autolesionaba. Quien les iba a decir que el autor del libro “Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio“ respondería a sus dudas iniciales:

Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”. Henry- Marie Beyle( Grenoble, 23/1/1783- París, 23/3/1842

miércoles, 28 de septiembre de 2011

SENTIDO por Luc Dupont.

Me hubiera gustado ser trapecista en un maldito circo. Me hubiese gustado volar. Sentir cómo el vértigo no es nada comparado a tus ganas de recibir el falso afecto del vergonzoso público de pueblo que se cree con derecho a todo después de pagar sus apestosos 5 pavos por entrar en el recinto circular que gobierna mi vida. Pido perdón a esos individuos educados que a veces me acompañan, pero nunca está de más soltar una barbaridad envuelta en el ``puto´´ o en el maravilloso ``fucking´´ inglés. Fucking world. Fucking people. Fucking shit.

Como una libélula azul, como una polilla entre la ropa, como la luciérnaga que se ciega con la luz. Vas a perseguir lo que nunca deberías haber dejado escapar. Ese atisbo de dignidad que se olvidó en medio de una conversación, ese momento en el que te rendiste cuando sólo debías sudar un poco para llegar a la siguiente estación. Pero los relojes están hechos para continuar. Yo me escapé de una canción en la que vivía para enrolarme en el ambiente circense.

El circo ridículo y sobrecargado va cambiando de emplazamiento según el estado de ánimo de los leones. Si barrita el elefante nos moveremos hacia el sur, si la mujer barbuda se cansa de esperar el beso de un apuesto caballero nos escaparemos a un bar y fingiremos que somos grandes.

Cada segundo es un pedazo de vida perdido, un paso ganado. Caminando o tumbado. Perdiendo la más maravillosa de las fortunas. Dando ejemplo a tus próximos hijos que nunca nacerán. Un pedazo de razón ilumina la locura transitoria, o más bien a la demencia que guía al mundo. La locura genial. La chispa que prende en cada cerebro inteligente que se niega a pudrirse lentamente y prefiere jugar a la ruleta rusa. El presente, como siempre, da asco. Y son los estúpidos los que bailan mientras los supuestamente inteligentes nos lamentamos de la repetición interminable de nuestro escondite. Y otro contacto. Otra escapada. Otro disparo al aire para quedarse sin más balas y aparecer desnudo ante el camino. Y lloras. Y ríes. Y te bebes las gotas que quedan de sangre en tu interior. Estás dispuesto a continuar caminando sin motivo, sin paz. Pero sabías que iba a llegar el momento.

El instante en el que olvidaste lo que es el rock n´roll.

Luc Dupont.

viernes, 23 de septiembre de 2011

SENTIDO por Piero Galasso

Ante una situación no deseada y particularmente condicionada por características terriblemente indolentes, el hombre decidió jugar con sus propias reglas, enarbolando la bandera de la buena educación hasta el extremo en que se convierte en arma irreductible para con el bruto seguidor de Marte.


Durante 40 años adoleció de falta de fuerza y la provocación necesaria para destacar entre la turba más cercana a sus acciones. Por ello se fustigaba , castigaba y condenaba cual pecador católico fundamentalista golpearía su epidermis con cilicio puro y purificador de impurezas. La situación siguió otra vereda tras un encuentro en la Calle del Juglar cuando se encontraba comprando kg y medio de plátanos para el desayuno. Un anciano horticultor se percató de la presencia del hombre sin alma y, lejos de afrontar una conversación típica, inquirió con cortesía fulminante el porqué de esas facciones dañadas por destruidas. El hombre , sorprendido por la mezcla de severidad y buenas maneras del viejo, contestó con la sinceridad propia del buen amigo desprovisto de desconfianza. El anciano, atento a unas palabras y lamentos tantas veces escuchados , obró con la empatía propia de un arqueólogo budista.


Tras el monólogo del infeliz, el viejo guardó un inicial silencio que ofendió como una no respuesta a su sorprendente apertura interior. Tras la pausa, el viejo abrió su pequeño zurrón y sustrajo una libreta de notas escribiendo en una de sus páginas. Acto seguido, arrancó la página, la dobló tres veces y dijo al pobre hombre que debería llevar en su cartera ese trozo de papel y que , la próxima vez que sintiera que su existencia y orden fueran acechados , debería leer esas palabras. Éstas obrarían como directrices y conseguirían , siguiendo las indicaciones, amainar el dolor que nublaba el sentir que algún día hubo de ser bueno. Tras impactar esotéricamente al hombre sin suerte, el viejo esbozó una sonrisa de satisfacción consciente del huracán emocional que su sapiencia provocó y habría de provocar en la intermitente mente del hombre cansado.


Una vez el viejo hubo partido, el hombre apesadumbrado se encontró en la posición en que se encuentra el idiota cuando tiene en su mano un producto que no necesitaba tras un monólogo viperino de un feroz vendedor de diccionarios. No estaba solamente impactado por el verbo del viejo también por su atuendo, que le recordaba a los solitarios pastores que recorren cada valle y montaña del pueblo natal de sus padres, Mangalaneses del viento, en la parte suroeste de Asturias. Únicamente, existía una diferencia entre el viejo y los pastores asturianos, y es que era poseedor de una melena de color rubio platino y unos ojos azules que impactaban por estar situados en una cara que parecía no merecer una expresión tan veraz.


Este es un detalle importante dado que al niño feliz que el hombre atormentado fue, le infligía un horrible pavor dirigir su mirada a unos ojos azules, bien fuera por televisión o en la calle. Le entraban sudores insoportables y una vez su bondadosa madre lo llevó rauda al Hospital de Benalmádena completamente paralizado tras toparse con un zagal germano en el arenal. El niño sin pena estaba zambulléndose una y otra vez en el Mediterráneo.


Cuando hubo disfrutado de la última zambullida, separó los dedos de su nariz, vació de agua sus orejas, abrió sus ojos y lo vio. Pánico , terror, parálisis, horror, dolor y llanto vinieron veloces a su encuentro inutilizando sus funciones de pequeño ser humano. El doctor, un déspota de época que hoy en día no sería más que un celador con ínfulas de grandeza, comunicó su diagnóstico a la aterrorizada madre del niño. El crápula en bata blanca dijo que el niño sufría un desorden emocional severo provocado por la falta del potasio que se encuentra en los plátanos. Cabe nombrar que al niño fortuna no le gustaban los plátanos y el doctor, sabiamente, asoció esto con su aversión hacia las personas de cabellos rubios. Para curarse, el niño tendría que comer 75 plátanos a la semana y tras los 5 primeros del día debía rezar 4 Padrenuestros y 19 Avemarías. A la madre del niño sonrisa le pareció abusivo dado que , a su juicio, sería suficiente con 70 plátanos pero las oraciones eran escasas, con lo cual aceptó el número de frutas pero incrementó a 50 el número de oraciones, añadiendo 17 Credos y 10 Angelus.




Capítulo primero






Piero Galasso

miércoles, 21 de septiembre de 2011

AZUL por Annette R.

La mañana sucedió a la noche, que había sido paraíso de tormentas. Al abrir los ojos se sintió desubicado, un velo de pesadillas no le dejaba ver con normalidad. Se incorporó, y mil agujas atravesaron su cabeza. Le dolía todo...

Aquella debía ser la habitación más cutre del motel; oscura y con humedades en la pared, el suelo tenía un tacto pegajoso ante sus pies descalzos.

Nada por lo que gritar, nada por lo que vivir, nada por lo que sentir....sentir?? qué absurdo!, hacía tiempo que no practicaba aquella locura!....(o eso quería creer......)

Casi a tientas y apoyándose en las paredes, consiguió llegar hasta el lavabo, sin mirar ni un segundo al patético y agonizante hombre que le esperaba al otro lado del espejo. Se sentó en el suelo y observó la desnuda bombilla encendida que colgaba del techo. Parpadeaba dando una luz poco uniforme, y emitía un zumbido que en su cabeza tornaba a estridente.

Todo fluía y giraba, parecía gritar. Lentamente se levantó casi como un autómata, y miró con indiferencia al espejo. Como un niño que no se reconoce, clavó su mirada en el poco a poco. Tenía ojeras y estaba muy despeinado. Hacía mas de cinco días que no se afeitaba y la palidez de su cara hacía destacar sus hundidos ojos negros. Como un ritual, levantó la mano y se la acercó hasta su cuello, y con delicadeza, casi con miedo, acarició la cicatriz que lo recorría en su parte izquierda.

Cerró los ojos, respiró profundamente y su alma estalló. Se miró de nuevo y en un grito arrojó la banqueta que tenía a su lado contra el espejo, rompiéndolo en mil pedazos que saltaron por todas partes.

Respiraba fuerte y rápido, y en ese momento le flaquearon las piernas, dejándolo caer. Se sintió patético, tirado; tropezando con su propia debilidad en un mugroso suelo empapado de cristales.

Acercó su mano a uno que estaba a pocos centímetros y acarició con su dedo índice el filo.

Levantó la mano y una gota de sangre calló al suelo.

Recogió el trozo del suelo y recorrió con su mirada su mano izquierda.

Apoyó la parte lisa e inofensiva del cristal en su muñeca, transmitiendo todo el frío, y, mirando fijamente , lo levantó unos centímetros y apoyó la parte manchada de sangre en su piel, y deslizándolo, empezó a sangrar.

Y vio como su sangre fluía, y como sentía dolor, y cómo se escapaba lentamente su vida.

Cerró los ojos. Respiró decidido a esperar, sintiéndose vivo por primera vez en mucho tiempo.


Annette R.

lunes, 19 de septiembre de 2011

AZUL por Piero Galasso

Posso comenzare dicendo che le giornate ideale sone tutte quelle che si vivano quando siamo bambini. Non c´è nessuna preocupazione e la unica cosa da fare è approfittare e conoscere del piccolo mondo che ti circonda.Essere con gli amici giocando al calcio e , dopo lo sport, mangiare un panino di nutella era meraviglioso.

Durante l´adolescenza tu sfruti con la prima ragazza e conosci l´amore, il quale è la migliore esperienza per un bambino di 12, 13 o 14 anni. C´è da diventari matti. Tu perdi la nozione dil tempo ed tutto il tuo mondo è come vivere sfiorando il cielo, come essere un personaggio di un romanzo francese del milottocento. È una cosa a vivere e le persone che non hanno sfrutato di questa sensazione mi addolorano.

Peró dopo le sensazione iniziale arrivano nuove sensazione come il dolore ed il insucesso. Provocano sentimenti terribili ed è vero che aprendiamo degli ma il tuo cervello transforma una malattia dell´anima in una malattia fisica visibile a gli occhi della tua famiglia ed amici. All´inizio con queste sensazione siamo persi perchè non capiamo bene quello che ci fa male. Ma dopo impariamo che non è possibile avere una giornata ideale, soltanto ci sono momenti fantastici che ci aiutano a dimenticare nostre traume dell´infanzia. Come , per essempio, una conversazione senza parole con la persona che tu ami.


Piero Galasso

domingo, 11 de septiembre de 2011

AZUL por Luc Dupont

Aunque hoy llueva, todo está preparado. El recinto donde se va a celebrar el concierto se presenta húmedo y vacío. En el escenario, los componentes secundarios del grupo comprueban que los problemas de sonido nunca te abandonan. Probando, uno, dos. Ahora se oye mejor. Ahora se vuelve a perder el tono perfecto. Habrá que seguir probando. Siempre hay que intentar e intentar hasta encontrar la fórmula perfecta, aquí y en Japón, hermano.

 Dos horas después, las primeras quinceañeras en entrar se afanan por conseguir estar lo más cerca de la estrella. Para poder tocarle, sentir su sudor. Quizás hoy sea el día más importante de su vida, y Su Majestad Musical ose posar una mano sobre sus cabezas. Imagínense un beso. Sería demencial.

 Todos tenemos pequeñas o grandes aspiraciones lunáticas, que bien podrían encuadrarse en el apartado de la locura. Unos viven anhelando la aprobación paterna, por mínima que sea; otros existen para ser admirados, aún a costa de la más burda de las mentiras ante un público compuesto de amigos transformados en súbditos silenciosos. Hay personas que desean darle vueltas al planeta, empaparse de un olor para comprenderlo, hacerle el amor a un libro y no contraer enfermedades peligrosas. Quizás los objetivos normales o impuestos sean tener una casa, tener un hijo, un perro o un coche; y pretender que el tiempo cure tus vacíos interiores sin tener que enfrentarte a ellos. Eso quizás sí que no es racional. Quizás sea más práctico pretender que hoy es el último día de tu vida y que se acaba todo aquí, en este concierto, en este recinto cada vez más lleno y cada vez más azul por culpa de la intensa lluvia.

 Ante el sempiterno espectáculo visual que ofrece la meteorología inglesa, no me queda más remedio que sumergirme en el estado emocional provocado por la súbita aparición del frontman de este gran grupo. Cual hooligan, me esfuerzo en ser el que más grita para atraer la atención del cantante, y así poder soñar con que algún día se digne a posar su divina mano en mi cabeza.

 Luc Dupont.