domingo, 17 de febrero de 2013

ENREDO por Luc Dupont



El señor Ramón Martínez Ocaña, con número de DNI 45764591L y fecha de caducidad para el próximo Febrero, se despertó el tres de marzo sobre las doce de la mañana. Era Lunes y querría haberse despertado antes, pero estar en el paro y la botella de vino que se sopló el día anterior, domingo, lo retuvieron en la cama hasta el mediodía. Sus primeros pasos luneros fueron tan pausados y lentos como los primeros pasos lunares del señor Armstrong astronauta, del cual no conocemos si además del apellido compartía el gusto de su homónimo ciclista por las sustancias ilegales y las conductas bochornosas en programas de televisiones de pago presentados por señoras de color. Negro.

Con una taza de café con leche en la mano abrió su cuenta personal de facebook y leyó en su bandeja de entrada uno de los habituales mensajes de su madre. Se había convertido en costumbre comenzar el día con uno de esos artículos, frases motivadoras o imágenes interesantes que le enviaba la Señora Ocaña, con DNI pendiente de renovación este mes y reacia a utilizar el nuevo DNI electrónico.

El artículo versaba sobre las  serendipias, sí,`` descubrimientos o hallazgos afortunados e inesperados. También conocidas por este nombre la casualidad, la coincidencia o un accidente. Sin duda, maneras muy románticas de hallar algo´´según el texto.

Ramón Martínez Ocaña decidió agarrarse a las serendipias como su medida de reinserción laboral, y con paso firme se metió en el baño con el limpio afán de ducharse y matar dos pájaros de un tiro: recibir la inspiración divina en forma de serendipia , (ya que es sabido que el agua favorece las facultades del pensamiento), y de paso recordarle a su cuerpo los favores del jabón, pues ya hacía tiempo de su última incursión en la bañera.

Con dedicación alemana, frotó todas sus zonas corporales con la esponja,  esperando que su mente despertase a la vez que su piel, y su cabeza se iluminase con algo genial, eléctrico, luminoso y potente que dejase a todo el mundo boquiabierto, sorprendido, extrañado, abrumado.

Pero su cabeza no se espabilaba y su piel se arrugaba con el tiempo como testigo impasible y divertido de la confusión vital que experimentaba un hombre cualquiera de Ciudad Real con el DNI terminado en número impar y la piel visiblemente arrugada por el peso de sus sueños.
Ramón Martínez Ocaña se encontró decepcionado al mirar a su reloj de baño de reojo y descubrir que ya habían transcurrido treinta minutos desde el inicio de su sesión de limpieza espiritual sin habérsele ocurrido nada potable en su pozo cerebral de sabiduría. Alzó su pie izquierdo para escapar de aquella bañera cruel con la pésima suerte de resbalarse y romperse el fémur estrepitosamente con un sonido seco y bello que representaba el final de algo y el principio de algo.

Después de varios penosos y tensos días en el hospital soportando operaciones y visitas familiares le ofrecieron una guitarra y él la agarró con ganas, como si fuese un jamón ibérico. Sus dedos se deslizaron por las cuerdas y su voz se desgarró para cantar una de las mejores versiones de Yesterday que se recuerden en la tercera planta de cuidados intensivos del hospital público anteriormente conocido como Duques de Palma y ahora en espera de ser rebautizado.

Saquen sus propias conclusiones, hábiles roedores de historias.


Luc Dupont.

viernes, 1 de febrero de 2013

ENREDO por Piero Galasso


Ocurre todos los días. Gritos, carreras,coordinación, impacto, éxito.Y momentáneamente, viene la dicha y su postgusto. Hasta que vuelve a girar la rueda y lo mismo, con mayor o menor grado de fortuna, se repite una y otra vez. Porque eso representa para los niños una pelota, la cancha, en definitiva, el fútbol. Ponerse de acuerdo unos con otros para engañar a los contrarios y soltar chanzas todos juntos y abrazarse celebrando un triunfo colectivo. Incluso el apático barrilete carente de conocimientos de  astronomía alguna que paladea su caramelo de dulce de leche es partícipe  de la victoria porque distrajo a un oponente con una milonga cualquiera sobre la polera de la mina que le gusta. Al carajo se van las provocaciones al rival, los golpes y los malos gestos y empellones. Convertimos, lo logramos, comenzamos de nuevo hasta que sea de noche o tengamos que retornar al aula o las viejas comiencen el histérico y temido  llamado que ponga fin al juego. Y en todos los lugares donde los niños son libres tras un balón, hay uno que ríe con cualquier giro, admira a los contrarios virgueros pero se sabe mejor y más determinante. Normalmente es el que no juega a míster , el que la toca sabiendo por donde saldrán los compañeros y los de enfrente, el que se anticipa , el que más rie corriendo hacia su meta a juntarse con los compañeros en un abrazo sin parangón tras entregar la bola a la red de los otros. Ése es Messi.  Este muchacho descose la pelota a cada lance, cada jugada y la transforma en una línea recta que, siguiendolá, los contrarios pueden saber por donde se les fue, nunca por donde se les va a ir. Parece un obstinado niño falto de cariño al que sólo se le ocurre convertir para llamar la atención de sus compañeros , prolongando un afecto grupal que parece no tener fin. Sólo te pido, Dios, que nunca jamás la redonda se torne cuadrada porque me matás al niño, al bueno de verdad, porque le das la posibilidad de meterla por la escuadra de manera perfecta, que es lo que parece empeñado en conseguir lance tras lance. Háganme el favor de orar todos conmigo.


Piero Galasso