¿Cuántas promesas hemos roto y reciclado en perfectas conveniencias actuales? Nuestros lunares nos acusan de haber renunciado a nuestros principios en más de una batalla, nos delatan ante los ojos de otro pecador. Cuando la guerra termina, las máscaras se intercambian entre supuestos vencedores y vencidos, entre malditos y maldecidos.
Nuestros ayeres y nuestras tierras quemadas arrasan los ojos y trafican con órganos capitales; después de ponernos en rebajas es complicado que alguien nos vuelva a comprar por precio completo. Ya sabe usted, querido comprador que conmigo siempre van unos cuantos puntos suspensivos a veces suaves, a veces más violentos que las cuentas no saldadas. Todos tenemos cartas que debemos esconder con cobardía y palabras que nos hacen agachar la mirada, mentiras de algodón, pasado infinito.
En nuestros alardes de juegos malabares residirá nuestra pericia de caminar por la cuerda floja de los trapecistas del tiempo impertinente. Nuestras pisadas deberían ser cristales de bohemia, elegantes pero fáciles de romper, espejos retrovisores que nos avisen de cómo nos adelantan nuestras mentiras por la derecha.
Gracias a Dios existen ciudades multitudinarias donde no ser nadie, canciones capaces de hacernos olvidar, poemas de naufragios anteriores, islas desiertas, lágrimas de cocodrilo, soles de madrugada.
Luc Dupont.
No hay comentarios:
Publicar un comentario