Cualquier cosa por estar contigo, cualquier día me levanto y comienzo a correr, a creerme que soy grande; alguna vez tendré fuerza para ver la realidad que aparece cada lunes con disimulo. Quiero reinar en el país de los sueños rotos, con ese sombrero pareces un bohemio desdichado. No nos podemos agarrar a estos clavos que arden, nos apoyaremos en cualquier barra de un bar cerrado. Cada vez que gira el mundo se me van los ojos detrás de ti, tu pelo me observa desde todos los rincones posibles, las complicidades matan, no puedo aguantar las miradas de desaprobación; hagámoslo en la ventana, finjamos que nos queremos.
Rompe el mar, rompe con fuerza. El silencio amenaza con volver a cubrir su manto. Mírame, necesito ver de nuevo la luz. Cuando ya nada tenga sentido y me veas llorando en la esquina, bésame , bésame fuerte, atrápame con las palabras que inventamos, pégame hasta que mi sangre reconozca tu tacto. Necesito despertar de la agonía que ha sembrado el tiempo. Yo solía ser el soñador, el que te miraba desde las cortinas, un tímido enfermizo amante de las soledades. Y cuando comenzó esta pequeña guerra, cuando acepté el cargo de capitán de mi barco hundido, cuando te cogí de las manos y follamos encima de la mesa. Los recuerdos pinchan mi manto de inconexiones apáticas. Cuánto daría por unos minutos de tranquilidad, sólo me reconozco detrás de los cristales oblicuos, aguardando las sombras del mañana, lamentando el tiempo que no pasé contigo. Amor es una palabra demasiado intensa para dos animales. Sólo nos podemos permitir el lujo de lamernos las heridas y jugar a que somos fuertes. Cuando esquivo las balas de la rutina y voy a buscarte a tu portal sólo falta que el mundo estalle. Ese odio se convirtió en compasión; las horas ejercieron de elemento químico para transformar la desesperación en estilo. Tu perfume me recuerda tantas cosas que tú ya no eres tú, yo no me parezco a aquel individuo perdido en sus sueños. No sé cómo parar esta locura que se apodera de mi cerebro y de mis intestinos. Necesito hacerlo más dulce, susurrar canciones y tomar un café.
Lo peor es la adicción, no poder dejar de escribirte poemas por las paredes. El día que deje de luchar pégame un tiro, vuélame la cabeza con delicadeza. Si estoy enganchado a la lentitud es porque mis piernas no me responden. Sabías desde un principio que prefería morirme en tus orillas que volver a cruzar el río. El autocontrol lo perdí en tu ombligo, la locura me lleva a morirme de sed. No te compadezcas y dame un trozo de tu aliento.
Luc Dupont.
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