Para un siciliano , de Taormina para más señas, ponerse al borde de un lago a comer un sandwich de paella, una de las variopintas extravaganzas alimenticias de la cadena de supermercados TESCO, y con el torso al aire cuando el termómetro marca 17 grados no es algo sencillo de asimilar. Eso NO es comparable a una porción de lassagna de zucchine della nonna y un vaso de vino blanco helado con la Isola bella enfrente de su particular nariz, denominación de origen, y la majestuosidad de Taormina a sus espaldas, con una temperatura acorde a la belleza del paisaje.
Se dice en toda la Sicilia que la isla se desprendió de la península italiana para preservar sus bellezas naturales de los bárbaros del norte y nombró a sus habitantes guardianes y protectores adoradores de las mismas. Es como si esas personas que ocupan una silla con gesto mohíno en cualquiera de los museos de primer nivel del mundo se emocionasen todos los días enfrente de las obras de arte que tienen delante suyo y asaltasen a cualquier turista explicándole la calidad del trazo y la inteligencia en la superposición de los colores en cualquier obra de Tiziano, emocionándose una y otra vez con su propio relato.
Por supuesto y siguiendo con el ejemplo de este autor, no habría autor alguno que imitase la técnica y el saber hacer con los matices y formas como este gran pintor, degradando al resto de los maestros de la historia del arte a simples caricaturistas borrachos, famélicos, perdedores y patéticos imitadores del genio de su ídolo. Ante una réplica divergente de un visitante listillo y tras mostrar su comportamiento infantil y airado ante el que difiere con argumentos y educación, el ocupante tomaría asiento enfurecido maldiciendo en bajo al protestón idiota que se atreviese a NO adorar aquello que él si y hablarle de las bondades del arte contemporáneo.
Giacomo trabaja en la Tate Modern como asistente del gestor cultural que dirije la contratación y disposición de las exposiciones temporales y cada vez que pasa por una sala de la National Gallery, se acuerda de lo que piensa mientras camina, en los días soleados, por Hampsted Heath.
Piero Galasso
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