Pulsa el botón. Frio, calor y quietud. Se coloca uno el gorro blanco y negro en la cabeza y se dirige a disfrutar del mejor momento del día.
Por fin.
Caminar entre paredes de azulejos estridentes por su blancura esperando con ansia la explosión visual que provocan el azul del agua y los gorros de colores de una decena de ancianos que aprenden a nadar. Cada día los colores varían y juegan con las pupilas generando una sonrisa distinta. Una perfecta forma de explicarlo son las onomatopeyas sexuales y pequeños gemidos pragmáticos de aquello que genera una ampulosa fascinación.
Deslizarse con sutileza por el borde de la piscina dejando que el agua que los bañistas desplazan , salpique la timidez de los dedos de los pies. Contemplar el reloj para fijar mentalmente la duración del entrenamiento, quitarse las chanclas, sentarse en el borde y saludar, por cortesía, al compañero o compañeros de calle. Siempre hay alguien conocido elevando la temperatura del agua y la educación dictatorialmente obliga y, más aún en los pequeños pueblos, siempre es mejor pecar de excesivo que de huraño.
Una vez terminados los prolegómenos, llega la parte del ritual que enciende la creatividad y encierra en su cubículo a las imperiosas ganas de volar. Es como pasar de un estado de calma a uno de excitación , velocidad, desenfreno, competición, violencia, fuerza, superación, fantasía, melodía, rabia y belleza. Todo en una actividad.
Insuperable.
Todo el cuerpo se contrae y sufre, los pulmones parecen no dar abasto y los huesos se rebelan contra el crecimiento casual de los músculos. La fisonomía se convierte en elemento mutante adquiriendo vigor y potencia. Es una lucha entre una fatiga muscular inexistente y un cansancio mental imaginario a partir del medio kilómetro. La voracidad es la que entra en juego en ese momento irradiando nuevas ganas y deseo de metros y más metros, convirtiendo al individuo en una feliz pelota de pin pon subacuática. Huelga recordar que lo más fascinante de este deporte es contemplar el propio esfuerzo desde dos niveles, viendo en la parte superior repetición y en la inferior territorio por conquistar.
Piero Galasso
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