miércoles, 23 de mayo de 2012

MAYO por Luc Dupont.

Curioso caso el del señor X. En mi carrera como oculista jamás había tenido un paciente similar. Ateviéndome a decir que no se conocerá un episodio semejante hasta dentro de un largo tiempo en esta ciencia, deseo hacerles llegar algunas anotaciones que espero puedan servir de ayuda a la hora de encontrar una base para clasificar esta anomalía ocular e identificar sus síntomas y causas. Anomalía que por cierto podría llevar mi nombre como reconocimiento a mi labor si es que ustedes lo estiman oportuno. 

Conocí al señor X la tarde del 2 de Mayo en mi afamada consulta de la calle Lepanto. Lo primero que me llamó la atención fue el color de su atuendo, ya que vestía completamente de amarillo. Daltonismo, pensé. Nadie escogería vestir de amarillo en su sano juicio. Le hice tomar asiento, y sin medias tintas, se lo espeté.

-Daltonismo

-Señor, si mi problema según usted es que soy daltónico, pienso que usted sufre un severo astigmatismo- me contestó el tal X.

-¿Astigmatismo dice?

-Sí señor, ¿acaso no me reconoce?


Ante esa pregunta, en mi mente se formaron torbellinos de palabras y una mezcla de sensaciones punzantes que casi consiguen tirarme de la silla. Fue el olor, ese aroma que recordé de repente, el que me hizo ponerle lugar a aquel hombre en mi imaginario particular.

-¿Qué has venido a hacer aquí?- le pregunté

-He venido a recoger todas las cosas que no me diste y que me merecía. No me voy a ir de aquí sin los besos, las miradas, las caricias y las palabras que me debes. No tenías escusa para no dármelas, he venido a recoger todo lo que es mío. 


Después de decir esto, el señor X se subió a la mesa de mi despacho y abrió la boca. Abrió una boca tan grande como nunca había visto; y, con un sonido agudo medio irritante, comenzó a provocar una especie de huracán en el despacho. Comenzaron a volar los papeles, las carpetas, la planta; y todo se iba acercando en círculos a su enorme boca. Yo me agarraba a mi silla con todas mis fuerzas para no ser arrastrado por aquel vendaval. Pero fue imposible. La fuerza de aquel individuo fue aumentando y pronto mis dedos se despidieron de la silla para verme volar por la habitación hacia la súper boca. 

Cuando me desperté a las pocas horas, sin un gramo de energía en mi cuerpo, me prometí a mí mismo no volver a dejar pasar un mes sin dar nada de mí. No vaya a ser que vuelva el mes de abril a recuperar lo que es suyo.


Luc Dupont.

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