La capacidad de grandeza no la poseen todos los que quieren, solo los que tienen la suerte de crear una fuerza heroica desde los abismos, adentrándose en el poder de la mente, ese poder ancestral que uno mismo saca cuando los momentos de una profunda rabia o con el miedo guardado por nuestros ancestros aparece, ese poder que es capaz de romper el muro de hormigón armado más fuerte del mundo. Eso solo lo tienen unos pocos.
Era el caso de los creyentes manatíes que estaban obligados desde pequeños a luchar entre ellos para conseguir los manjares más preciados en su entorno. En los grupos pequeños siempre había las características propias que marcaban los factores principales para que se diesen confrontaciones, la lucha de poderes venía dado por sus raíces genuinas, todo aquel que poseía un pelaje con tonos más oscuros era renegado a los trabajos forzados, la recolección de alimento, el cuidado de los enseres y la protección del paisaje.
El disfrute de todos los bienes sólo era perteneciente a aquellos de tez más calidad, no se entraba en discusión si no se luchaba por algo que creían suyo, lo cual irritaba al resto de los personajes que pululaban en la zona intentando mantener el orden establecido, para que las guerras entre hermanos solo se confrontasen en espacios muy reducidos, en donde los pequeños reductos de curiosos no saliesen a la luz.
Claro está que en una enraizada pelea los que más encarecían sus tan preciados bienes era el que salía invicto de las luchas púnicas, no solo por el hecho de aprehender todo cuanto ostentaban, sino porque en el mundo que vivían las reglas ya se habían establecido en un tiempo muy lejano.
Pero en el momento que la apariencia había cambiado, en ese preciso instante, hubo un mando no renegado que hizo cambiar la concepción de las ideas pasadas, existe un segundo en el que cambió la percepción porque las circunstancias cambiaron, había que dejar paso a aquellos en el que el modus vivendi vivaracho sustrajo a otro más conciliador.
Todo sucedió cuando los sentimientos dejaron a la desidia en un rincón, la figuración de que si se quería lograr un sentido ecuánime pasaba por derrocar a la cúpula más dictatorial de una manera neutral, la creación de un sentido benevolente salió a la luz. Un grupo es menos dinámico si no se cuentan con las bases, por eso un sentido mortificado hubo que racionalizar un mundo donde se empezó por deferir en un segundo que lo único que se conserva es lo que no se puede armonizar.
Solrac Siol
No hay comentarios:
Publicar un comentario