Para comenzar, diré que todo lo que he hecho ha sido para mecerte en mi regazo suavemente y que tú no tuvieras que extenuarte girando el mundo cada día para mí.Te desprendiste de lo rutinario y adecenté nuestro camino para que en él cupiese tu magia , ya que tienes la habilidad de observar donde yo miro, de saborear donde yo ingiero.Mis brazos nunca podrán generar la celestial suma de tu talento y tus yemas con lo cual, aportaban empaque y determinación a nuestra ecuación.
Sí ,es cierto, mis mil vidas anteriores te hicieron creer que dominaba cientos de conversaciones y que la luz de mis poesías era tu nueva filia y , marca de la casa, tu última fobia. Mas si hubieses prestado atención a tus coloquios conmigo, mis aportaciones sólo relucían en la conclusión, en la finalización .
Soy un experto en el arte de olvidar a las personas y, por ende, en el capítulo de las despedidas fatigosamente exprimo mi intelecto para sonar puro, directo, verdadero y cautivador. Para que siempre se me recuerde con la mano en el pomo de una puerta entreabierta de la que seguramente olvidaré hacia donde daba y porque se hubo de abrir una puerta en ese emplazamiento. De este modo, dejo una rendija abierta para que cualquiera que quiera volver a mí me infecte con su genio de nuevo acrecentando la enfermedad de la cual soy cautivo desde bien pequeño.
Mi testa acumula cientos de millones de datos absurdos y tiende a ofrecerme lagunas en cuanto a las personas que pintaron las obras de mi galería de marchante de arte privado. Recuerdo , de un modo cristalino, el exacto número de cervezas que ingerí hace 925 vidas pero soy incapaz de recordar si alguna vez te mentí más de diez veces seguidas o fueron sólo 5 de una tacada. O si el color de tus ojos cuando la luz del sur de Europa se colaba por las rendijas de nuestro follar eterno era azul verdoso o meramente magnánimo.
Piero Galasso
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