Ocurre todos los días. Gritos, carreras,coordinación, impacto,
éxito.Y momentáneamente, viene la dicha y su postgusto. Hasta que vuelve a
girar la rueda y lo mismo, con mayor o menor grado de fortuna, se repite una y otra vez. Porque eso representa para los niños
una pelota, la cancha, en definitiva, el fútbol. Ponerse de acuerdo unos con
otros para engañar a los contrarios y soltar chanzas todos juntos y abrazarse
celebrando un triunfo colectivo. Incluso el apático barrilete carente de conocimientos
de astronomía alguna que paladea su
caramelo de dulce de leche es partícipe de la victoria porque distrajo a un oponente
con una milonga cualquiera sobre la polera de la mina que le gusta. Al
carajo se van las provocaciones al rival, los golpes y los malos gestos y empellones.
Convertimos, lo logramos, comenzamos de nuevo hasta que sea de noche o tengamos
que retornar al aula o las viejas comiencen el histérico y temido llamado que ponga fin al juego. Y en todos los
lugares donde los niños son libres tras un balón, hay uno que ríe con cualquier
giro, admira a los contrarios virgueros pero se sabe mejor y más determinante.
Normalmente es el que no juega a míster , el que la toca sabiendo por donde
saldrán los compañeros y los de enfrente, el que se anticipa , el que más rie
corriendo hacia su meta a juntarse con los compañeros en un abrazo sin parangón
tras entregar la bola a la red de los otros. Ése es Messi. Este muchacho descose la pelota a cada lance,
cada jugada y la transforma en una línea recta que, siguiendolá, los contrarios
pueden saber por donde se les fue, nunca por donde se les va a ir. Parece un
obstinado niño falto de cariño al que sólo se le ocurre convertir para llamar la
atención de sus compañeros , prolongando un afecto grupal que parece no tener
fin. Sólo te pido, Dios, que nunca jamás la redonda se torne cuadrada porque me
matás al niño, al bueno de verdad, porque le das la posibilidad de meterla por
la escuadra de manera perfecta, que es lo que parece empeñado en conseguir
lance tras lance. Háganme el favor de orar todos conmigo.
Piero Galasso
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