El túnel hace que la emisora se pierda y deje de sonar la nueva y odiosa canción de LAdy Gaga. Por una vez agradezco el silencio provocado por la poca fiabilidad de esa antena colocada en el techo de mi amado bólido.
Un silencio que se rompe enseguida por el ruido de claxons de autos. O pitos de coches. Debe haber ocurrido un accidente u otro incidente que ha provocado un pequeño atasco en este corredor oscuro. Y, por supuesto, la gente se ha puesto a pitar sin pensárselo dos veces. A pitar, a pitar, a pitar. Somos así.
Los gatos de ciudad somos solitarios y maleducados. Dicen. Cuanto mayor es la urbe, más grandes son los comentarios despectivos y las leyendas sobre nosotros, animales semi domesticados. Somos egoístas y carecemos de ese sentimiento de pertenencia a un grupo como tienen los canes, o los chinos.
Cada vez son más los coches que se van sumando al concierto improvisado de la tarde, uniéndose uno a uno para formar una uniformidad sinfónica, un canto dedicado a la imperante necesidad de llegar a algún sitio cuanto antes, para una vez allí volver a tener prisa.
Una mirada por el retrovisor. Eso fue todo. Un momento. Te ví. Y ví en tu mirada mis ojos reflejadas, extraño truco magnético. Le diste al click y paraste el mundo. Por mi mente pasearon los planetas en extrañas alineaciones. Y me sonreiste como si fueras una niña traviesa, como si estuvieras descubriendo el mundo, como si me hubieses observado desde hace años desde tu galaxia. Y dejaste que te sonriera. Y te fuiste.
Y la frecuencia volvió para recuperar ``Cosmic girl´´ de Jamiroquai.
Luc Dupont.
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