Conocí a Marciano García por casualidad, como supongo que se conoce a todo el mundo. Cuando rememoramos cómo comenzó una gran amistad o nuestra gran historia de amor revivimos las circunstancias que se tuvieron que dar para que todo lo que pasó después ocurriese. Y nos preguntamos qué hubiese pasado si algún factor de la cadena del destino hubiese fallado y el frágil castillo de naipes se hubiese destruído completamente robándonos algo importante de nuestra vida. La desaparición de un pequeño detalle aparentemente nimio dentro del conjunto provocaría la desintegración del resultado, algo que nunca podriamos echar en falta ya que no conoceríamos si no hubiese pasado.
¿Qué hubiese pasado si el día que conocí a Marciano no hubiese salido de mi casa, qué hubiese ocurrido si al verle resbalar en la acera mojada yo no me hubiese detenido? ¿Y, hubiese sido posible conocerlo si no le hubiese cogido del brazo y le hubiese preguntado si estaba bien, si se había hecho daño? ¿Nos da la vida una segunda oportunidad para conocer a alguien? ¿Nos da la vida otra oportunidad para besar a alguien a quien ya conocemos?
Lo único que sé es que si no se hubiesen dado una serie de circunstancias practicamente imposibles en su posibilidad mirando las combinaciones matemáticas de la estadística yo no estaria aqui sentada compartiendo una copa de vino (tinto, un Navarra bastante decente) con el señor Marciano, dueño él ya de mis deseos y mis obsesiones.
Desconozco si la carne es tan débil como la espontaneidad de las frases hechas y los refranes populares; pero cuando una o uno cae rendida en las ensoñaciones de un desconocido y se enamora perdidamente de una persona inesperada siempre nos pasea por el subconsciente la duda de si él es un individuo especial capaz de comprender mi esencia, o si simplemente resulta que yo pasaba por allí y el tipo se resbaló torpemente.
Luc Dupont.
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