-Disculpe que le moleste, pero es que me sorprende tanto ver su cara. Leí su primera novela, siempre me acuerdo de ella muchísimo. Y no había vuelto a ver su cara en ningún sitio, ni pude volver a leerle. ¿Volvió a publicar algo? Siempre he intentado buscar algo nuevo de usted.
Le respondo amablemente con que aprecio su interés, y le miento diciendo que he estado viviendo fuera de España colaborando con asociaciones literarias sin ánimo de lucro. ¿Existirá algo así? Y, obligándolo a cerrar la boca, le explico que me encuentro indispuesto y me hundo en mis auriculares musicales.
Necesito beber algo, cualquier cosa que me ayude a amortiguar la ansiedad que va creciendo en mi estómago. Me comienza a temblar el pulso y noto el sudor frío deslizándose por mi frente. Un vino, por favor.
La azafata me sirve una copa de vino tinto y yo la deseo, consigo devolverle una media sonrisa pero mi mente bulle imaginándome como sería escaparme con ella a cualquier isla fantástica y fantasiosa, alguna república independiente donde se acepten a melancólicos empedernidos y donde no falten uvas y gente que se dedique a producir un vinazo estupendo que cumpla su función de apagar las voces fantasmagóricas que retumban en mi cabeza; y que me haga olvidar mi fracaso personal ante las letras, mi incapacidad de producir algo decente con mis dedos; se me esfumó la imaginación, el bloqueo literario es evidente; me sonroja mi extrema ineptitud para escribir nada coherente, todo es miedo ante el papel en blanco, una espera interminable por la inspiración. Desesperación. He pasado los últimos meses, o ya no distingo si son años, soñando sin soñar, embobado con la nada, convertido en un bobo sin ideas, con basura en la cabeza. Y el diagnóstico del médico. Las palabras ````estrés por el trabajo, depresión´´, mejor que no las hubiera pronunciado, sólo alimentan mi apatía, mi inercia; soy incapaz de salir de un circulo porque el redondel es ilusorio, no existe, es una trampa mortal en mi mente.
Cárcel aburrida e innecesaria, opresora, dictatorial, no hay ventanas, no hay rincones luminosos en los que pueda respirar, todo está oscuro y lleno de niebla. Maldito tren que me atrapa, maldita rutina vacía.
Mis dedos están bañados por el rojo del vino y de mi sangre, he roto la copa y los ojos de mi acompañante se clavan en mí como los trozos de cristal.
Luc Dupont
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