Es fantástico cuando todavía puedes transportarte a tus recuerdos más recientes. Es como retomar inconscientemente una situación o diálogo de un libro pero en otro nivel porque , en fin, ahí eres personaje de tu propia historia vívida. Sólo es comparable a colarte en la realidad de otras personas mientras disfrutan en la plenitud de su frescura siendo atractivos y felices, enérgicos y sexuales. Ser el espectador, con derecho a la palabra, de lo que sus bocas y cuerpos transmiten rabiosamente extenuados y encantados de conocerse los unos a los otros. Los días de tragedias griegas y bacanales romanas ahora tienen auténticos protagonistas que se llevan mi admiración. No more J D, mate, at least till the next one.
Nunca me verás detrás de una cámara de fotos robando el alma de cientos de transeúntes cada vez que me desplazo cientos de kilómetros de la hoja de ruta de mi rutina. En cambio, sí me verás con un lápiz entre mis dedos imaginando lo que ocurre en la cabeza de la persona que va sentada a mi lado en aquella parada de metro o en que diablos pensaba aquel individuo que se dedicó a llenar de huevos multicolor la gran urbe. Me encantaría tener memoria fotográfica para las imágenes y recordar todas las caras que me han impactado en todas y cada uno de mis viajes. La última la tengo , preciosa, grabada sonriente entre notas musicales cual solemne muesca en mi revólver. No intento batir el récord mundial de visita a más monumentos en menos tiempo en una nueva ciudad. Lo hice y me harté. No sumo kilómetros para después retornar con ganas de relatar y contar. No. Cualquier historia nueva, olor, cuerpo, forma y sabor se queda encerrado para la eternidad en las cabezas de la gente que lo compartió conmigo y yo. Lo maravilloso de ese momento irrepetible es que si se convierte en comentario manido muta precisamente en eso, algo repetido y manoseado que no interesa ni tan siquiera recordar. Me gusta arrancarme mi antigua piel y dejarla donde pasé mis últimos grandes momentos y transformar ese recuerdo en nuestra particular fórmula de la Coca Cola entre todos los actores protagonistas de mi último sainete. Como un niño pequeño que tuviese acceso a los pocos beneficios de la edad adulta. Volver a entregar a la farsa el valor jocoso y prohibido que siempre tuvo. Ahora , que soy más viejo, menos domesticable y todo lo estúpido que el enorme tiempo me permite, los mapas me los coloco bajo las plantas de mis pies, me los como, me los bebo y alimento con ellos el incendio de mis deseos.
Piero Galasso
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