Luna ya no tiene prisa por llegar a ningún sitio. Poco a poco ha descubierto que el tiempo se escapa más rápido cuando lo intenta atrapar; sus pies han disminuido la velocidad y sus ojos aprovechan para fijarse más en las miradas que cruza. La ansiedad se va quemando en pequeñas hogueras y sólo deja cenizas que van viajando por donde el viento quiera. Esa espiral nerviosa se va desvaneciendo, la bendita calma le persigue mientras se deja atrapar; siempre fue una chica fácil, nunca vendió su piel. Hace tiempo que no se disfraza por carnaval.
Después de pelearse con todos sus estilos siempre gana su elegancia marca de la casa; resulta imposible imitar cualquiera de sus gestos originales. Quien quiera repetir esa sonrisa tendrá que conformarse con su estela en mi espejo retrovisor.
El arte de convertir en fácil lo difícil es una de esas cosas que me prometí aprender de tí. Dejar que el sol aparezca y nos deje a los dos sin razón es lo que quiero hacer contigo. Entre tú y mi libreta derrocharé todo el tiempo que tengo sin ningún tipo de remordimiento.
No me apetece hablar más, sólo quiero volar aquí sentado. Mi capacidad de evasión ante realidades no tan divertidas como me imaginaba no cesa de sorprenderme. Con esta cara de colgado de algún sueño no pretendo entrar en otras dimensiones, me abrazo a mi cálida duda y me duermo entre mis pequeños amigos los complejos que no quieren dejarme libre por fin. Todos caeremos como moscas en estos tiempos de huracanes financieros. A veces preciso de una transfusión de sangre para poder besar el polvo con garantías de no perder la bendita locura que inunda mis venas y pone mi corazón en funcionamiento redondo.
Escribir para darle el gusto a mis miedos de esparcirse y emborracharse con mis ángeles, que bailan tan bien. Escribir para no decir nada y esperar que las palabras se ordenen por sí solas cuando nadie las ve.
Luc Dupont.
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