Se pone pensativa cuando le preguntan por el porqué de sus peinados. Me fascina la expresión que muestra cuando sus ideas se anexionan evolucionando en proyectos. Una deidad de mi tiempo. A decir verdad, la única y carnal. Nuestros antepasados no entendían de religiones ni limosnas porque adoraban la naturaleza femenina, sus formas y su fertilidad. O, al menos, eso afirman los arqueólogos de la rosa de los vientos cuando rescatan una arcaica figura de cerámica de los estratos de la madre tierra. Si es verdad o no, nunca lo sabremos a ciencia cierta, y me da exactamente igual. Mi posición de acólito beligerante y emocional se refuerza con la novedad. La pureza ancestral de sus ojos puede con todo. La adhesión de belleza e inteligencia es un hecho para todo el mundo menos para ella. No tiene tiempo para perseguir egos y filias. Su delicia es el día a día y alegrar el momento de cualquiera que se la cruce. No piensa en ello, es así. Fenomenal axioma. Caritativa, magnífica, genialidad viral en su mundo, el mundo sin las insidiosas nuevas tecnologías. La fortuna y las personas todavía la sorprenden cuando otros se desencantan hasta de su propia suerte. Su fuerza y ritmo es el rechinar de una máquina registradora combinada con un siempre apetitoso buenos días y el ir y venir de las manecillas del reloj representa a su incansable némesis. No necesita de amarillentos papeles para recordar su historia porque es la primera y única propietaria de su memoria, si se desprendiese de ella está convencida de que aquel cuadro escondido en algún desván ganaría luz y rubicundez. Le apasiona ir a su playa predilecta, un pequeño arenal reo por magnificencia entre Perbes y Pontedeume, en el primer día de aroma y sal del año. Allí hace el amor con un peregrino Kerouac ,en busca de los orígenes de su beoda nobleza, fusionando fantasía con su propia realidad. Raudos como centellas, los celos vienen a mí porque él tuvo éxito al escribir sobre sus ebrios viajes y yo sólo tengo éxito cuando viajo. Estúpidos e incomprensibles celos, lo sé, pero alguna versión de Hemingway y yo coincidimos en esta reflexión. Al rato, con los cabellos vilipendiados por el viento y la imaginación, medita sobre las posibilidades de encontrar su propio satori en la herrumbre de sus emociones analógicas. A su edad, siempre me dice, ya se ganó el derecho a dejar de perseguir imposibles y de rodearse de personas que destaquen por ser precisamente eso, personas. Entendía de acordes y desacuerdos, vivía abonada al matasellos de turno y una carta que me escribió hace años ocupa el primer podio en la literatura frugal, frutal. Desearía no decepcionarla si pudiese ver aquel en el que me he convertido,pas mal chérie. Nace y muere en mi recuerdo cada vez que se enciende una nueva chispa. El día que deje de estar maravillado con ellas romperé mis bolígrafos, quemaré mis sombreros y me arrancaré los ojos, cuya única utilidad verdadera es la contemplación de su divinidad.
Piero Galasso
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