Nunca he sentido miedo. Quiero decir, miedo con el significado que irradian las películas. Esa sensación que inunda la espalda de gélidas inquilinas y que otorga intranquilidad propia de muelle ante las inminentes embestidas durante una noche de bodas cualquiera. Y no es que sea un arrogante idiota víctima de mi propia petulancia. Estar al borde de la muerte 2 veces antes de cumplir 6 años me ha hecho evitar esa inquietud que enfanga el mundo y pudre las relaciones entre los hombres.
Quien quiera que lea puede preguntarse ¿qué ocurre con tu familia? y ¿no tienes miedo de perderla?. Razonables y argumentables preguntas éstas. Yo respondería que lo que sienten no es miedo a perder a sus seres queridos sino terror a la muerte como papelera de reciclaje. Concibo la muerte como comienzo, nunca como final. Adoro leer noticias como aquella que decía que un hombre de una pequeña aldea de Galicia decidió que una vez falleciese, con su herencia se deberían contratar varias orquestas y palcos, encargar comida y bebida suficiente para todos los habitantes del lugar y celebrar , a lo largo de una semana entera, su sepelio como si se tratase de las fiestas patronales. Esto es magnífico por dos motivos, por un lado evita la confrontación entre los miembros de su propia familia (ay los gusanos post-mortem) y por otro confiere un elemento festivo y delicioso a su final.
¿Por qué sentir pesar cuando un ser querido avanza hacia lo desconocido?
Comprendo la pena de aquellos que no han podido dar su adiós a los que ya no están entre nosotros aunque conferir tanta relevancia al hecho de una sentimental despedida roza la banalidad. Quedémonos con los muchos o pocos buenos momentos compartidos con nuestros seres queridos y así podremos saborear durante el resto de nuestras vidas su cariño, energía y ¿por qué no? Compañía . A pesar de que ya no están seguirán siempre de nuestro lado indicándonos el camino para llegar a su encuentro. O por lo menos así lo creo y esto me arranca de mis hombros una losa de 10000 toneladas, convirtiéndome en un ser humano un poco más libre.
Piero Galasso
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