Todo lo que existe es este mundo artificial de palabras encadenadas por escritores anónimos que se empeñan en luchar para sacar algo de talento a través de su (a veces) oxidado cerebro. Escribir para encender las luces que nos guíen hacia donde sea. Para que nuestras heridas se sequen con el sol y adquieran formas enigmáticas. Nadie puede descifrar el mapa que llevo escrito en mi piel, nadie entiende nada. Nadie puede ser cualquiera excepto yo.
Yo soy nada. Soy todas las personas que he conocido y me han hipnotizado con todo lo que transmitían sus ojos. Soy un momento perfecto, una canción deliciosa, un poco de miseria. No soy absolutamente nada sin mí. Soy uno que escribe y disfruta el onanismo de releer sus textos hasta la extenuación con la ilusión de descubrir que vale la pena. Las religiones se basan en actos de fé sin sentido. Creer en algo por que sí, sin ninguna razón para hacerlo. Creo en mí. Quiero creer. Quiero escribir. Quiero zambullirme en este pequeño charco que hemos creado con nuestras gotas de inspiración. Llenarme de barro y de mundo para tener algo que contar. Algo que escribir.
No tengo nada más que mis pesados agujeros. El vacío que nos rodea nos invita constantemente a escaparnos indefinidamente o a olvidar lo bueno que puede llegar a ser sentirse vivo. Nunca debemos rendirnos ante nuestras preguntas. La repuesta se encuentra en la suela de nuestras usadas zapatillas.
Lo bueno de escribir es la capacidad de darle el triunfo a la imaginación en su constante lucha contra la estúpida realidad. Lo bueno de escribir es encontrar un túnel para que no te encuentren.
Es el papel quien reina. Es este maldito colectivo.
Luc Dupont.
EN primera posición se queda este texto de todo lo que he leido hasta ahora
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