Nunca sabes cómo lo hace, pero la vida siempre
te da lo que le pides. Y un poco más. Yo le pedía pasión y un poco de locura.
Andaba loco por encontrar las señales de algo que me levantase el ánimo y la
piel, por decirlo de alguna manera. Y es que a
mí siempre se me ha dado mal ponerle nombres a las cosas y finales a las
fiestas. Cuando baja el rio preñado de vino y de vida, soy el primero en
dejarme llevar por su corriente hasta que se termine el violeta del tinto.
Cuando abrí los
ojos después de tus besos y mis mil
trampas contigo, el tiempo me dio una merecida bofetada. ‘’Despierta muchacho,
te has quedado dormido en tus nubes y tus miedos. ‘’ El no engaña y yo no
pretendo distraerle con trucos fáciles. Lo único que quiero es seducirlo para
que sus manecillas me lancen hacia encontrarte. Y mientras espero a mi partida, me meto en
nuestro nido sucio y caliente. Enroscarme, abrazarte, acojonarme imaginándome sin
ti, hacerte el amor como siempre y como nunca, sudando, revolviéndonos el uno
contra los miedos del otro, volviéndonos más locos que mis dudas, reventadas ya
por ti y por el roce de tus piernas.
Ahora que toca
tocarme las palabras yo solo, no podría estar más contento y más melancólico. Siempre
tuve imaginación para sonar y paciencia para leer tus libros. Tal vez con un
poco de música en mi cabeza pueda encontrarte un hueco de esos que te gustan,
para que vivas ahí siempre, en tu rincón imperfecto. Quizás hubieses preferido
que no tocase algunas notas, que evitase algunos sonidos tremendamente
desafinados, quizás hubieras querido que supiese bailar bien. Pero yo solo te
puedo llevar cosas dulces adonde estés, para que te desayunes nuestras
diferencias y dejes nuestras espinas dorsales desnudas, encariñadas una con la
otra. Ciegos y sordos, tu sur arrasa con todo el norte que pueda tener.
Ahora toca seguir
el espectáculo de lo inesperado, sabes que no me gusta ser como los demás. Porque
tú no lo eres.
Luc Dupont.