sábado, 15 de septiembre de 2012

CUNA por Piero Galasso

Enterro da sardiña
paixón trocada por camiño
Berros con preguiza
queimadelas no capítulo derradeiro

Nacemento e aturuxos
queixumes retortos en regueifas
por mor dos cuspes e embruxos
sen cadaleito morrerán as súas tolemias

De adeuses e bágoas
non houbo novas na fraga
quizabes o diaño aínda namora
a mouros e mulleres con argalladas

Crenzas populares malia que illadas
xeran desacougados acenos nas facianas
dos que eternamente procurarán metalurxia
nas pedras arroladas polas rías.


Piero Galasso

jueves, 6 de septiembre de 2012

CUALQUIERA por Piero Galasso

Louisiana.1962. Entre sombras, en un vagón mercantil de la Rock Island Line Co., viajan Billy "whooping cough" Gillgham de 75 años que arenga al muchacho Ray Brown quien, a sus 16 años y tras trabajar durante 8 los campos de algodón de Rolling Fork, escapa hacia las luces de Frisco, en busca de su oportunidad. 


- Muchacho, en este tren ya no suenan canciones de Woody Guthrie ni el himno "The man of constant sorrow". Impera el silencio y las miradas esquivas, sin suerte. Acomódate en un rincón y sopesa cada palabra antes que salga de tu boca. Un acento socarrón como el tuyo puede mandarte a la tumba. Estos hombres son de pocas palabras y primeras impresiones. Están hartos de los vagabundos de etiqueta, del golpe generacional de tez burguesa y alma impostora de gitanos trashumantes. No es cierto que disfrutemos de esta vida nómada, es el tiempo que se agota y nos empuja a movernos  en lugar de abandonarnos a la repetición y al desasosiego estático.
Somos la representación de la llamada perdida, el reverso de la moneda y la cara oculta de las tapas del poemario. No somos un colectivo cohesionado en base a unos principios establecidos aunque, quedamente, disfrutamos del lamento ajeno en nuestro común itinerario. Nadie más que tú sentirá la eclosión de felicidad al lograr una meta . No existe el brindis sincero a jornada completa cuando la vida no es otra cosa que el martillear de una máquina de escribir que sólo conserva las letras de la palabra desilusión. Pero, escúchame bien hijo, no conozco mayor emoción que la de coger un nuevo tren a la carrera, lastimosa ya a mi edad, recuperar el aliento sentado al borde de la entrada del vagón y contemplar como los demonios de hormigón y cristal se pierden en la lejanía, dejando su sitio al viento y la tierra , a las lágrimas y la dicha.

Ray no respondió. Las palabras del viejo, que no necesitaban de retroalimentación, y el zumbido del viento le hicieron recordar las primeros versos de la canción "Hoochie Coochie man" y ,con la brisa como acompañamiento, bramó:



The gypsy woman told my mother 
Before I was born
I got a boy child´s comin´
He´s gonna be a son of a gun
He gonna make pretty women´s
Jump and Shout



Y ninguna de las sombras del vagón aulló en la oscuridad.


Piero Galasso

sábado, 1 de septiembre de 2012

CUALQUIERA por Luc Dupont

Después de un pesado invierno que bien podría haber olvidado, el señor Cualquiera se despertó sobresaltado. Parece mentira, pensó. Por primera vez en su vida se sentía con fuerzas para desayunarse el día; todas las dudas que lo cercenaban se habían esfumado repentinamente. Incluso se sentía fuerte, sus músculos se habían tensado lo suficiente como para prometer una potencia desconocida.

En el trayecto de metro que separaba su hogar del trabajo se descubrió como el único ser viviente capaz de sonreír en esa franja horaria tan moribunda que abarca de las cinco a las siete de la mañana, la hora de los supervivientes. Su felicidad resbalaba como el aceite de oliva sobre el pà amb tomaquet; él brillaba como un cuerpo celeste desconocido en una Barcelona cada vez más europea en el mal y actual sentido de la palabra, es decir, triste, impotente, desesperada y viejuna. Quizás lo del señor Cualquiera era una nueva revisión de la desorientada rumba catalana.

No sé qué hacer contigo, se dijo el señor Cualquiera. Tan desconcertado se hallaba en su nuevo estado de ánimo que, al escuchar la monótona voz femenina del metro que anuncia las próximas o properas (si se prefiere la versión catalana) paradas, se percató de que ya estaba en Passeig de Gràcia y su viaje se había terminado. Pero cuando una señora le dio al botón iluminado que abre las puertas del metro, al señor Cualquiera le entraron ganas de hacer locuras y de olvidar su seny* catalán. Volvió a sumergirse en la línea amarilla en lugar de apearse y entrar en el insulso edificio de oficinas que le aguardaba.

Una infantil sonrisa traviesa  le acompañaba en su aventura matutina y él se divertía observando a los demás ciudadanos usuarios del metro. Ellos no saben que hoy es mi día, brindo por ellos.

Con prisa en los zapatos y esperanza en los ojos se bajó en la Barceloneta y deseó perderse entre los extraños que rodeaban la playa, inmunes a la recién despreocupación adquirida por el dueño de la más genuina de las sonrisas de todo el Mediterráneo.

Cogiendo los zapatos con la mano derecha se adentró en la playa desierta para, con toda la calma del mundo, dibujar el nombre de su amada en la arena con sus pies desnudos.




*seny catalán: El seny como característica de la sociedad catalana estaba basado en un conjunto de costumbres y valores ancestrales que definían el sentido común en base a una escala de valores y unas normas sociales que imperaban en la Cataluña tradicional.



Luc Dupont.