jueves, 9 de mayo de 2013

CANTANTE por Luc Dupont


Acariciaba sus sueños con la misma delicadeza que abrazaba sus miedos, de vez en cuando dejándose algo más que la piel en una tarde cualquiera. Las rutinas son suaves y asfixiantes, se decía, el mundo no deja de jugar con nosotros y engañarnos constantemente en una representación que no sabemos entender. Él le ponía sentimiento a sus rutinas y las nuestras arañando las cuerdas de su inseparable guitarra, ajeno al ruido de los demás, seguro de entonar mejor las palabras que los días.

Su corazón, como suele ocurrir,  se rompió de madrugada, y jamás volverá a decir quizás, y quizás no vuelva a decir jamás. Ahí está él, enroscado en su rincón y en sus dudas, más caliente que perdido, más redondo que cuadrado.

Lo mejor de las canciones es que nos llevan de repente, nos gritan lo que estamos deseando a gritos que nos susurren, nos pierden y nos ayudan a encontrarnos con nuestro repertorio privado de objetos y armas perdidas. Morder a alguien no está permitido, pero si es por su bien todo se olvida.

Benditos aquellos capaces de cortejar los oídos ajenos con una voz decente. Con el temple correcto y palabras deliciosas, cualquier robo será perdonado, ojalá nos roben el corazón y las dudas con promesas vacías pero elegantes.

Llevemos hasta el final nuestro afán por abandonar nuestro raciocinio en una canción y tiremos por tierra cualquier intento de autocontrol en cuanto aparezcan los primeros acordes de ilusiones desconocidas. 

Dejemos paso al viento para cambiarlo todo y  que todo siga siendo igual.

Que nunca mueran los cantantes.

Luc Dupont.