martes, 23 de diciembre de 2014

INCERTIDUMBRE por Luc Dupont

Era Sábado. Noche. Su razón de vivir era oler por primera vez aquel aroma masculino que la alborotaba, que la llevaba a una galaxia mucho más maravillosa que la endémica vía de la leche. Lluvia. Viento. Y sangre en las venas para alcanzar la puerta de casa y prometerse no volver jamás. Como siempre. Y como nunca se atrevía a hacerlo. Aquella idea luminosa  simplemente era un rayo de sol impermanente en una tormenta eterna llamada familia no deseada. Como todas.

Escribir letras a través del teclado del ordenador para comunicarse con aquel hombre desconocido se le semejaba a dibujar las teclas del piano, a acariciarlas con las yemas de sus dedos, esas manos deseosas de ser impuras. Aquella locura cibernética se comía sus horas, sus rutinas y amistades. Como las personas hacen siempre, se enganchó de la obsesión más absurda y se vió con fuerzas de creer en un nuevo amor y sacar su apolillada inocencia del cajón de los muertos.

Mientras se vestía para la cita con el que podría ser el hombre de su vida o más bien podría ser un gañán; bailó ante el espejo una danza infinita consigo misma. Comprendía ya, a pesar de su pronta edad, que el amor es de uno solo, que aquella fuerza inhumana era pasajera y por lo cual había que bailarla, reirla y hacerle el amor hasta que todas las barcas de los románticos pescadores de su cabeza decidieran abandonar la isla de las utopías y establecer de nuevo el gris toque de queda.

A cada paso que avanzaba hacia la realidad de aquel encuentro desesperado de las nueve de la noche en un bar mal elegido, todo se iba ralentizando. Sus piernas, su corazón, su nave de regreso a las lunas de Júpiter se destrozaban en medio del mayor espectáculo de todos. La incertidumbre.

Luc Dupont.

MONA por James Duluth

Otra vez en la encrucijada. Punto de partida. Mi zona de confort se deshace cada 6 meses y me gusta y lo detesto a partes iguales. Evoluciono con el llanto y la risa como pararrayos. Soy unos de esos amantes que se recuerdan con ardor pero nunca con amor y esto es lo más triste que he escrito en mi vida. No puedo obviar el hecho de que he perdido facultades y me inclino poco a poco cruzando ese arco que me quita capas de vida y cada vez se me notan más los huesos. A veces releo lo que fui y maldigo a mi ego por tener que anteponer su dicha al bien ajeno. Maldita la importancia que le di a banalidades y necio fue el movimiento con el que aparté un podemos por un claro que puedo yo solo cojones. Mochila y café sólo. Viento y folios en blanco. Verdades sin un oído amable al que derretir con mi fuego. Lucha y último pasaje de mis memorias. Estoy expectante.


James Duluth

martes, 16 de diciembre de 2014

MONA por Luc Dupont.

Se acordó de aquella risa aguda que soltó su hijo  cuando al chocar sus copas de vino para brindar por algo que había celebrar aquel día, se rompieron ambas, acompañando el sonido del chasquido de cristales con una desconocida risa a lo castrati.
 
Se acordó del empecinamiento de su hijo en preferir las letras a los goles. ``Si se pasara tanto tiempo con el balón como con esos malditos libros sería un crack´´, se decía el progenitor, inocente y temeroso de llenar su cabeza de pensamientos explosivos.
 
Se acordó de cuando en las fiestas del pueblo los niños cantaban aquello de ``Germán mariquita. le gustan las pililas´´. El provinciano progenitor, enfadado, les gritó a aquellos hijos de su madre que se callaran la puta boca. Pero él se la calló también porque no se atrevía a iniciar una conversación pendiente con su hijo que se iba convirtiendo en una pelota grande, enorme, que lo perseguía por todos los recovecos de su mente.
 
Se acordó de aquellas navidades cuando tuvo la estúpida idea de decirle a su hijo y a su mujer que debían volver a poner un árbol de navidad, que aunque el ``niño ya está grande´´, ``hay que sacar el árbol del trastero y colocar las bolas y las figuras que queráis´´. Fue allí, en medio de las risas familiares, que se cayó aquella bola dorada del árbol y Germán se agachó para recogerla. Fue ese momento. El padre bajó la mirada y su sonrisa se torció en mueca histriónica al percibir el tatuaje que tenía su hijo encima de lo puerilmente denominado hucha, y menos puerilmente la raja del culo. Hasta le pareció que aquel tatuaje del conejito de playboy le guiñaba el ojo.
 
Se acordó de tantas cosas y sin embargo se quedó sin aire cuando Germán soltó aquellas mágicas palabras de:

-Papá, éste es Antonio.

Luc Dupont.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

MONA por Piero Galasso

Son las siete y treinta y nueve de la mañana. Me despierto con la carcajada de un chileno provocada por el impacto de la cabeza de una australiana contra la litera donde he dormido, con suerte, tres horas. Acompaño al chileno de nombre Armando en la mofa y de un salto me separo de Amanda, que así se llama la chica de Oceanía, y me meto en el baño compartido con toda una planta del Hostal Amarillo en esta loca ciudad que es Roma. No recuerdo nada de la noche anterior más allá del comienzo en esta misma habitación con 3 australianas( Beth, Laurie y Amanda) Armando  y dos botellas de Amaro del Capo. Al mirarme en el espejo me veo en la mejilla izquierda una quemadura de cigarrillo y en la derecha un chupetón del tamaño de una mandarina y otro un poco más pequeño a la altura del pezón derecho. Parece como si alguien creyese muerto a mi pezón e intentase reanimarlo de una forma bastante cómica. En estos momentos mi novia estará pensando ya en cuantas veces le habré sido infiel y realmente sólo puedo prometerle fidelidad en mi destino final.Por el camino seré todas las canciones que me apetezca ser sin ataduras morales ni duelos internos. De todas maneras, en su cabeza ya bulle la imagen de una miniatura de mí mismo follando con cuanta mujer se me ponga por delante en Italia y no importa cuantas veces niegue la mayor, únicamente pecaré en Roma y en el trayecto del tren que me lleve a rozar con los dedos Sicilia. En Calabria seré tan fiel, permitiéndome licencias como jugar al igual que los adolescentes pero sin llegar a ser infiel con todas las de la ley , como sus habitantes al peperoncino. Entregar un poco de luz a la duda permanente hacia uno es liberador y placentero . Actualmente soy un hijo de puta en varios idiomas pero flotar hambriento durante 50 horas a lo largo y ancho de  Roma es una oportunidad de ser libre en todas las esferas, que no me puedo permitir dejar de ser yo por ser el alguien de otra persona. Contemplo el reflejo en el espejo y éste me grita que tiene 23 años y cero remordimientos o resaca sólo hambre, un hambre inusitado que acelera los sentidos en una espiral de gula insondable. Me quiero comer Roma y sus piedras y cómo no tengo nada que hacer durante 36 horas preparo mi estómago para la digestión pesada de toda la belleza de siglos de historia.


Piero Galasso

viernes, 14 de noviembre de 2014

CARTAS por Piero Galasso

Año 1996. 19 35 horas .34-35 New Bond Street. Casa de subastas Sotheby´s. 

En subasta 158 cartas entre el pintor y egiptólogo español Rigoberto Pértolez Moncano, autor de innumerables retratos de personalidades europeas de la época así como destacable fue su etapa como pintor al servicio de la monarquía española desde que creó " La marcha del Infante Gabriel" y fue destinatario de buena parte del mecenazgo de la misma, y  Pablo 1 de Grecia.El lote data de un periodo que da comienzo el 18 de Nobiembre de 1935 y termina el 18 de Mayo de 1946 . De estas misivas se dice que contienen importante información acerca de la cultura egipcia y,según las malas lenguas, de la existencia de una relación más que de mecenazgo entre los dos caballeros. Como punto anecdótico, la última carta jamás ha sido abierta.

La puja comienza en 25.000 libras esterlinas y el lote de correspondencia es adquirido por el caballero da la tablilla con el número 29, Alexander Preytt por un precio total de 49.000 libras. El señor Preytt representa a un fondo privado de marchantes de arte especializados en recabar piezas de interés que tengan relación con Egipto y en especial con la esfinge de Gizeh. Alexander ha ido adquiriendo a cualquier precio documentos, estatuillas, periódicos y como en este caso cartas que mencionen o contengan información sobre la esfinge. Tras extender el cheque , Alexander se dirige al automóvil en marcha que le espera en la puerta del edificio con las cartas en un maletín con combinación cifrada. En el interior del automóvil una voz ,la cual el portador no reconoce, hace la siguiente pregunta:

-¿ Has abierto la última carta?

Alexander sorprendido  aunque hastiado de que se dude de su honorabilidad responde con un escueto

-  Como de costumbre mi intervención en estos casos es de lo más anecdótica.

- Bien , bien. Aunque, desafortunadamente( desde este momento Alexander yo no escucha nada dado que el paquidérmico chófer, Gundisalvus, se abalanza sobre él ahogándolo con sus propias manos y dándole muerte) la información que creemos contiene la carta del 18 de Mayo es de tal relevancia que no podemos dejar ningún cabo suelto. Muchas gracias por sus servicios, su familia será atendida como es habitual en estos casos. Gundisalvus , haga el favor de llevarme al 49 de la Fitzjohn´s Avenue.
Durante el trayecto y tras dar la orden, el asesino de Alexander se entretuvo pensando en que serán esos 21 gramos que pierde un cuerpo humano al fallecer. Se preguntaba si la muerte suponía el comienzo de algo nuevo en otro cuerpo y dimensión o si simplemente sería la misma repetición palmaria una y otra una  y esos 21 gramos fuesen la cantidad exacta de peso que perdía un hombre durante el coito.

Una vez en destino, y antes de ingresar en el edificio el asesino de Alexander abrió el maletín, rompió el sobre de la carta y leyó lo que sigue:


Querido Pablo:

Cada día me maravillo por lo afortunado que soy de vivir en esta época. Ni siquiera la histérica temperatura de Egipto nubla mi ambición. Hemos descubierto notables diferencias en la erosión en distintas partes de la esfinge, parece como si el tallado de la cabeza fuese posterior al del cuerpo por no mencionar la más que evidente diferencia de tamaño entre las dos partes.Parece como si el cuerpo fuese mucho más antiguo y al tocarlo se deshace como si hubiese sido expuesto a recios aguaceros y temperaturas tropicales y esto es un desierto. ¡Una escultura erosionada por lluvias torrenciales en el desierto! Pero ese hallazgo no es lo más asombroso. El día 3 de Abril de este año, Amir mi mozo de carga, tropezó con un saliente que salía del suelo en la retaguardia de la impresionante estatua. Intrigado comenzó a escarbar y accedió a una pequeña cámara. Inundado de alegría acudió a mi encuentro y tras escucharle, hice que todo el personal dejase lo que estaba haciendo y nos dirigimos a comprobar el hallazgo de Amir. ¡Dios santo! Amir había descubierto la entrada a una red kilómetrica de cámaras bajo el desierto que quien sabe cuando había sido construida. Lo más impactante, lo que me ha hecho cambiar mis teorías y dudar hasta de mi condición de ser humano incluso es lo que encontré en el kilómetro 2 cuando (A partir de aquí se tachan 10 folios completos y se lee en árabe lo siguiente  أبو الهول سوف تسمح أبدا سر من يكتشفها. أنك لن تمر من هنا كنت سخيف وطي !!!! قد يكون االله معك وإذا قمت بإرسال مثلي الجنس الداعر آخر للتحقيق بشأن الإمبراطورية المصرية سوف تبدأ الحرب العالمية الثالثة. وعدت بالسماح يكون سرا كما أنه كان لأكثر من 20،000 سنة، وسوف إنسانية لا معرفة عن شيء لا يمكن كشف البشر. هذه هي المرة الأخيرة.


Y con la uña del dedo índice el asesino de Alexander rascó lo que parecía ser sangre seca .


Piero Galasso


sábado, 18 de octubre de 2014

CARTAS por James Duluth

Estoy enfermo. Lleva una maldita semana conmigo la enfermedad en el trabajo y la cotidiana tarea se vuelve homérica con este cuerpo debilitado que manejo. Me siento como la sombra de la llama. Ausente. No me importa ni el tiempo que pierdo en desplazarme por los recovecos de mi rutina. Me da igual. Sólo quiero recuperarme y flotar de nuevo. Volver a abrir los ojos y recibir esa energía que tanto añoro ahora mismo. Ni siquiera te echo en falta a ti. Me resultas insignificante. Sólo pienso en mí y hasta me da igual mi persona también. Me convierto en un egoísta incongruente y por momentos me da la sensación de que me vuelvo loco. Me duermo mezclando recuerdos vividos con situaciones que me hubiese gustado vivir y despierto con la duda de si soy yo quien crea mis sueños. Delirios de grandeza. Los perennes clavos de mi estómago se oxidan con la bilis y adelgazo a pasos agigantados. Estoy perdiendo la razón y la locura se muestra ante mí como el más razonable de los estados. Si estoy loco seré libre, me digo. Y no, por suerte, sólo estoy enfermo y si te echo de menos pero necesitaba herirte para sentirme mejor. ¿Ves? soy una persona normal.


James Duluth

jueves, 16 de octubre de 2014

CARTAS por Luc Dupont

Cuando nos separamos nos lo prometimos. Nada de sms, whatsapp, llamadas por skype ni una llamada normal. CARTAS. Cartas llenas de letras y vacías de sonidos durante seis meses. Esperadísimas cartas, peligrosos sobres que contenían las descargas eléctricas necesarias para reavivar a mi corazón justo cuando el tercer pitido se iba atreviendo a anunciar la muerte de mi órgano más dictatorial; ese pequeño tirano que me lleva a bandazos por territorios terriblemente curvilíneos. Yo que iba de hippster de mierda y tú que de verdad eras un caballo salvaje. Aún recuerdo cuando jugábamos a pincharnos los días con la aguja del tocadiscos. Yo era feliz porque te tenía allí delante; mi fiera preferida, en trance con aquella música. Yo estaba en trance por el amor y no comprendí que tú ya vivías enamorada del mundo desde un principio, que yo solo era un elemento más de algo mágico que provocaba tu continuo éxtasis.

A la primera carta respondí con amor. Una semana esperando por aquel delicioso regalo que paladée con paciencia y cierta auto tortura. La cogí  del buzón, la posé en mi mesilla y me prometí esperar diez horas a abrirla, simplemente por el mero hecho de provocarme intenso placer evitando ese instinto de autosatisfacción, como una paja alargada con esmero. Me corrí de delicia,

La segunda carta fue un polvo con fuegos artificiales. Me contabas todas aquellas cosas fantásticas que te pasaban pero que en el fondo no eran nada comparadas a estar con mi piel, decías. Me consolaba saber que mi soledad se veía acompañada por tus pequeñas insatisfacciones en medio de la alegría constante  que parecía que te había tocado vivir en la vida.

La tercera carta fue una puñalada. Ahí ya me hablabas de tu mierda de  historia espiritual y de que ya no sabías si eras la misma y de que habías conectado de una manera tan auténtica con gente nueva, que tenías una nueva relación contigo misma y que estabas creciendo. Y a mí me crecían las ganas de matarme, de matarte, de dejar de gritarme que lo sabía, de dejar de beber solo.

Y tu cuarta carta fue, como me suponía, una mierda. Prefiero no comentar los costes en desperfectos físicos y morales que esa basura ha conllevado. El nombre de aquel imbécil  y su ``alma libre´´ me penetró tan profundamente que desvirgaste mi inocencia.`` Toma mi polla libre´´ fue mi respuesta ebria metida en un sobre  a aquel conjunto de letras con olor a estiércol.   Fue justo ahí. Cuando me convertí en el capullo que soy.

Gracias.

martes, 30 de septiembre de 2014

CARDO por Luc Dupont

 -¿Qué quieres ser de mayor, Arturo?
-¡Catatonia! ¡Catatonia!
-¿Qué dices chaval?
-¡Catatonia!

Aquél era el quinto psicólogo que le habían asignado al niño después de haber entrado en ese estado que los médicos denominaban como ``estado catatónico´´. La catatonia no es una enfermedad en sí misma sino un síndrome debido a múltiples causas. Los doctores calmaban a los padres con la frase de siempre: ``No se preocupen, no se preocupen. Existen dos tipos de catatonia: una forma benigna y una forma maligna de elevada mortalidad que se manifiesta en fases de excitación y de estupor llamada catatonia letal de Stauder, y con síntomas similares a los del síndrome neuroléptico maligno. No se preocupen, no se preocupen, la catatonia letal de Stauder tiene un 1% de posibilidades de aparecer.´´

Con aquellas patrañas querían convencer a los padres de que todo aquello de la catatonia se iba a quedar en nada. Lo peor era cuando se les ocurría preguntar: ``¿Y si tuviera la catatonia de Stauder?´´.-``No se preocupen, la catatonia letal de Stauder sólo tiene un 1% de posibilidades de aparecer´´

Arturito había sido hasta el primer ataque de catatonia  el niño más feliz del mundo; sus ojos brillaban con una luz de esas que hace incrementar el precio del megavatio y dispara las cuentas de la gente sin cartera. Su sonrisa era una generadora de burbujas más de champagne (por aquel entonces renegaba del cava) que inmobiliarias. Su único techo eran los límites físicos de las leyes que hasta entonces no se atrevía a mancillar. Su educación religiosa, su miedo a pecar y su halo de santo le iban llevando a un camino practicamente monacal. Desde muy pronto sobresalió su dominio de las lenguas, ya que, además de dominar a la perfección sus nativos catalán y castellano, hablaba francés en la intimidad y practicaba el italiano con su tío Giorgio Pugioli de Palermo, Sicilia.

Pero aquella dorada infancia se rompió un lunes por la tarde, cuando se dan las galas de Gran Hermano y las malas noticias.

-Arturito, tu padre se va a vivir un tiempo fuera pero lo podrás seguir viendo cuando quieras.

Arturo se quedó bloqueado. Tan bloqueado que se le olvidaron todos aquellos idiomas que se le iban metiendo en la cabeza; toda aquella riqueza de palabras se esfumó para dejar solo hueco a una:

-!CATATONIA!


Luc Dupont

sábado, 13 de septiembre de 2014

CARDO por Piero Galasso

Es una frase que tuve en mis manos, seguramente, millones de veces. Evidentemente, sin tener la más mínima idea hasta que el otro día ,de casualidad, leí en el canto de una moneda un lema en latín que me maravilló como sólo lo hacen las lenguas muertas que a nadie importan ya: NEMO ME IMPUNE LACESSIT*. Días y días sustrayendo vida de las entrañas de Inglaterra y me doy cuenta, ya en el exilio, de la gran locución que adorna muchas monedas de una libra. Es eso que ocurre muchas veces en la vida, contemplamos lo principal y estos detalles gloriosos de la numismática se nos escapan y viven ocultos al amparo de nuestro desinterés. Más aún, indagando un poco en el origen del lema, me fascina que el grito de un danés tras pisar un cardo generara que los escoceses se percataran de su presencia y atacaran con premura a los invasores , derrotándolos. De ahí que el cardo aparezca en la simbología del pais y esas cuatro palabras en latín demuestren la bravura de un pueblo.

Como buen supersticioso, otorgo a ciertos objetos el poder de cambiar mi dicha y ,ahora, el de mayor poder es precisamente una moneda de una libra que llevo en mi cartera desde el año 2010. La moneda no es distinta de tantas otras que pasaron momentáneamente por mis manos antes de convertirse en cerveza pero , indudablemente, su valor es enorme dado que su último poseedor fue el escritor Nick Hornby.

Entre 2006 y 2010 trabajé en una librería en el Soho londinense, en el 25 de la Old Compton street ,mientras intentaba hacerme un nombre como escritor. Allí vendía pequeños relatos a los clientes habituales lo que me permitía comprar mis paquetes de Mrlboro engrandeciendo esa relación fantástica entre el tabaco e Inglaterra sufragada por los miserables que aún somos adictos al humo. El trabajo en una librería no difiere del de cualquier establecimiento de venta al público: colocar las unidades, hacer inventario, ofrecer un buen trato al cliente e higiene personal. Lo básico. Pero esa librería estaba en el Soho de Londres, que es algo que ya comenté y recalco dado lo variopinto del emplazamiento.

La Old Compton street es una calle donde predominan los sex shops, las putas, los maricones y la extravagancia. Y esa mezcla se nota en la clientela. Todavía recuerdo aquella muchacha rusa que estuvo hablando durante una hora sobre los cuentos del Don y nos convirtió a empleados, dueño y clientes del local en escuchantes de una conferencia hiperbólica sobre la literatura rusa. Una chica culta fuertemente dotada para la oratoria y en Londres, por lo que sea, malvive comiendo pollas.

Las charlas sobre cualquier autor se sucedían día a día y yo me maravillaba de formar parte de un cocktail intelectual enardecedor aunque fuera sólo de forma presencial. Un día ,mientras comentaba a grosso modo paradojas en la escritura de Benedetti y le explicaba a un iraní que significaba la terrible expresión "tomar las de Villadiego", entró en nuestro pequeño mundo un tipo calvo y rechoncho que se parecía a Hornby. En un principio, continuamos como si nada dado que la imagen de un tipo calvo, rechoncho y colorado es el símil británico de los niños del maiz. Fotocopias. Pero este tipo tenía la mirada ácida de los que saben de que va el juego. Era Nick Hornby, era él. Mientras acercaba Urugay a Irán, estaba pendiente del movimiento del gordo por la tienda. Jugueteó por el pasillo de los clásicos, buceó en lo contemporáneo y para mi puta sorpresa, se detuvo delante de mis relatos. Mis relatos no estaban encuadernados ni tan siquiera me preocupaba de darles buena presencia. Simplemente eran folios escritos a máquina, dotado cada uno de un relato corto, apilados bajo el cartel TAKE A ONE POUND NAPKIN IF YOU NEED TO SNEEZE ON A SWEET LITTLE STORY*. A Hornby le hizo gracia el reclamo y tomó 11 folios y se dirigió a caja. Allí me pagó con un billete de diez libras y me dió una moneda de una libra que atesoro como buen mitómano. Y es que no sé si realmente los leyó o recogió con ellos la mierda de su perro pero he de decir que me olvidé de Uruguay por un momento y desde aquel puro momento, el primer y genuino adoquín de mi camino fue colocado.



* Nadie me ofende impunemente.
* Tome una servilleta de a libra si necesita estornudar en una pequeña dulce historia.



Piero Galasso

martes, 9 de septiembre de 2014

CUADRILÁTERO por James Duluth

Caminaba por Roma y se sentía prisionero de la vida de otras personas. Conocía tal cantidad de seres humanos que ya lo único que le llenaba el espíritu era caminar la ciudad por la noche , en soledad. Fumando mil cigarrillos y dejando su particular estela de humo y tos ferina. Roma y sus palacios. Camino. Continua y revoltosa Roma. Cuando la disfrutaba la odiaba pero sabedor de su condición de reo del imperio, se lamentaba y se sentía como Batistuta. Y es que a Batistuta, un tipo nacido en la ciudad de Reconquista, no le gustaba el fútbol. Ese pelotudo era la máxima expresión del oportunismo balompédico dotado de un talento descomunal y resulta que odiaba su profesión. Aquel hombre que gritaba locuras en un recio italiano a la afición de la Lazio tras marcar un gol con la Roma no podía ser un intérprete. Exudaba emoción y rabia cuando el balón bailaba con la red. Y eso no hay actor que consiga fingirlo. Ni Brando del que decían que consiguió demostrar muerte mostrando un rostro impertérrito cuando le dijeron que Sonny había sido acribillado sería capaz de no demostrar pasión delante de la turba tras un lance del juego favorable. Aunque Batistuta jure y perjure que el fútbol le arruinó el cuerpo y casi lo deja cojo y lo detestaba desde chico no pudo haber fingido como puta de burdel de tercera. Al pedo Gabriel, al pedo. 

Y nuestro caminante se sentía a veces como Batistuta pero en muchas otras ocasiones era ese ser humano que amaba a Roma. De ahí esos encuentros silenciosos y nocturnos con la amada, como los adolescentes que se aman prometiéndose futuro con los dedos cruzados en la espalda. Él y la ciudad eran uno en la noche y el hombre no conseguía dormir tras su paseo nocturno porque todas las noches se preguntaba que estaría ocurriendo en la ciudad en ese mismo momento que el se disponía a desaparecer por unas horas. Y Roma parecía burlarse de él con un nuevo e interminable amanecer.

viernes, 29 de agosto de 2014

CUADRILÁTERO por Luc Dupont.

Giancarlo Tiburte nació en Calabria. Calabria es la parte dura de Italia; Giancarlo, el tío más duro de Calabria.

Con 10 años, mientras engullía gnocchi alla calabrese en el restaurante La Rose dei Venti del centro de Reggio, vio a una rata que a sus pies se comía un buen trozo de parmigiano reggiano. Sin decirle nada a su mamma, que compartía mesa con él, cogió a la rata del rabo y la levantó hasta el plato de comida. El grito de su madre al ver la rata alertó a los demás comensales, y se formó un jaleo en el restaurante. El niño, absorto en su tarea, posó la rata en la mesa mientras la seguía sosteniendo por el rabo, y comenzó a darle golpes secos con su mano. Bum. La rata grita. Bum. La rata muere. Bum. La camiseta de Giancarlo llena de sangre de rata.

 Mientras los chavales de su edad comenzaron a salir con las chicas ( porque cortejarlas ya las cortejaban desde los dos años como buenos italianos), Giancarlo se aburría. Le gustaban las mujeres, sí, pero todo aquel engominamiento, todas aquellas maneras, posturas y frases que había que hacer o decir para llevarse a una chica a la cama le aburrían, le parecía una pérdida de tiempo. Su padre, con mejor o peor ojo, observó la incipiente personalidad de su hijo y creyó que sería imposible cambiarlo. Por ello, llevó al Giancarlo de 14 años a dos lugares que marcarían su vida. El primero, un club donde Giancarlo se hizo a una mulata de inmensas caderas que le sacaba veinte años. Bum. Bum. Bum. Se corrió en cuatro minutos y al quinto ya estaba fuera esperando por su padre, que sospechosamente tardó en aparecer en la entrada del club. 

El segundo y más importante lugar al que lo llevó su padre fue al gimnasio Martellotto. Su padre lo dejó en manos de Eduardo Martellotto, entrenador de boxeo de barrio. Cuando lo vio por primera vez, Martellotto se cogió la barriga con las dos manos, se mesó el bigote, y dijo que poco podría hacer con aquel "puto spaguetti". En aquel mismo momento, el spaguetti hundió su puño en la barriga de Martellotto con una furia semejante a la de Rino Gaetano cantándole a Calabria. El gordo Martellotto recapacitó desde el suelo y dijo que entrenaría a aquel hijo de puta.

23 de Diciembre de  1980. En Chicago se celebra un combate benéfico. Jack Duprier contra un cualquiera. Se han ido cayendo posibles contrincantes de la lista debido a que nadie quiere ser humillado por Duprier, ni siquiera en un paripé de pelea navideña. Duprier se ha hecho un nombre a base de noquear a todo el que se le ha puesto por delante con su demoledor gancho de izquierda. Se habla de él como el enésimo sucesor de Alí. 

A las nueve de la noche sube al ring Duprier para saludar a su oponente, del que ni siquiera conoce el nombre. En el momento de chocarse los guantes previo a la pelea, Duprier le dice a su adversario que parece un spaguetti. Giancarlo Tiburte asiente con la cabeza y se va a su rincón del cuadrilátero para comenzar la masacre.

Bum. Crochet a la mandíbula. Bum. Gancho directo al mentón. Bum. El cuerpo de Giancarlo lleno de sangre de Dupier. 


Luc Dupont. 

sábado, 23 de agosto de 2014

CUADRILÁTERO por Piero Galasso

Ensangrentado, cual querubín desnudo protagonista de una fuente de la cual brotaba su propia sangre, el púgil novato Jack Duprier intentaba como podía no perder el conocimiento. Había sido convencido para participar en una pelea benéfica en el gimnasio  Ackendale´s Home de la calle Everfrost y el resultado final no cuadraba con la idea preconcebida que tenía de tal evento. Su oponente sería Giancarlo Tiburte , un puto spaghetti del que se decía que no sabía ni hablar inglés pero tenía un gancho de derechas demoledor. Pero Jack tenía una confianza desorbitada en sus cualidades. En su gimnasio era el número uno y los sparrings comenzaban a escasear porque ya nadie quería recibir aquellos golpes primorosos que salían como rayos de su tronco. Entonces ¿cómo no aceptar pelear gratis a cambio de una porción de las ganancias en las apuestas?. Para cuando la campana sonó, el muchacho conoció de golpe a su majestad la bella mala ostia de la vieja Europa en todo su esplendor. El italiano parecía que llevase una eternidad de esclavo y asesinar a golpes a ese envalentonado chico negro fuese su carta de libertad. Jack Se sintió como cuando Ali dejó hacer a Foreman en el célebre Rope a Dope. Resistía los golpes casi sin defensa  fatigando al esmerado Foreman que creía tener a Clay devastado y ,pobre iluso, nada más alejado de la realidad. El campeón estaba jugando con él. De cuando en vez, se abrazaba al aspirante escupiéndole rabia en las orejas. Soy mejor que tú, le diría con inquina o le llamaría nenaza. Los golpes se sucedían y Ali jugaba a ser el creador de su farsa preferida. Cuando vió al percutor lo suficientemente cansado, abrió la veda y los golpes caníbales se sucedieron como cuando se abre una presa y el agua parece arrasar con todo. La negrura sobrevino al ímpetu de Foreman con la derrota más desvergonzada conocida en el boxeo a ese nivel. Ali ganaba de nuevo, el arrogante hijo de puta se llevaría la gloria de la forma más humillante para el aspirante. El juego tenía un dueño y colocaba el tablero donde y cuando quería. La mayor virtud del Ali joven no era ni su juego de pies, ni el largo de sus brazos o de su pecho sino su inteligencia. Era tan listo que inventó al campeón humilde  y arrogante a la vez.Los oponentes al escuchar sus brabuconadas previas al combate se desplazaban por el ring cegados de ira, bailando las notas que el número uno silbaba. Un genio que no supo parar a tiempo. Pero la historia de este hijo de carnicero y costurera llamado Jack Duprier fue totalmente a la inversa. Tiburte asestaba golpe tras golpe a cada cual más certero y violento y jamás se fatigaba y parecía pintar las cuerdas del cuadrilátero con la tinta roja que emanaba de la cabeza de su contrincante. Y ahí, a escasos segundos de la detonación de su cerebro, Jack se percató de que el talento se mide en distancias largas y no en palabras huecas.


Piero Galasso

lunes, 21 de julio de 2014

GUIJARRO por Luc Dupont

Tremenda agonía, tremenda tensión. Mi cabeza se convirtió en balón y mis sueños volaron redondos hacia la portería. El fútbol, la más dulce de las mentiras, me permitió aparcarme por un instante.
Como todas las mentiras, pronto se expira, y el Mundial se acaba como se me acaban todas las coartadas y todas las pastillas de mi insuficiente botiquín de supervivencia. Mis ganas se derrumban al oír el zumbido en mi habitación 214 de un hotel de Jerusalén. El zumbido se me mete por los oídos y me recorre el cuerpo como una espiral eléctrica que duele, que me rompe los nervios y el alma. Me tengo que tirar al suelo y esforzarme en cada respiración. Cada partícula de aire que entra en mi cuerpo me duele, todo tiembla y la habitación parece girar y  meterme en un huracán sin rumbo. Como mi mundo. Como el mundo.
 
Hace poco más de una semana, me enroscaba en el sofá del Waldorf Astoria de Jerusalén y Argentina y Alemania peleaban para mí en la pantalla gigante. Era la venda perfecta para mis ojos y mis sentidos. El deseo infinito de Mascherano y la eterna espera para que Messi invente algo inimaginable  me acogieron durante dos largas horas. Después, el despertar. Alemania gana el Mundial y yo me voy quedando sin pasatiempos con lo que engañar el tiempo.
 
Aquí estoy, corresponsal de un periódico que no me gusta en medio de un conflicto del que cada vez quiero saber menos. No sé a qué he venido, no puedo hacer un artículo de opinión ni me puedo permitir un reportaje reflexivo porque me lo van a capar en la redacción. Mi misión es responder a las preguntas desde Madrid con aires de político neutral en un conflicto tan ``complicado´´ que no se puede juzgar, y que ``Israel tiene derecho a defenderse´´. Israel tiene derecho. Israel...
 
En una playa de Gaza se encuentran a estas horas cuatro almas , un poema no escrito y un gol no marcado . No almas como elemento metafísico, sino como entrañas.  Como intestinos, bazos, riñones, dedos de los pies, ojos, manos, deseos, sueños, religiones, errores. Cuatro niños jugaban al fútbol en una playa y al momento siguiente no existían. El ejército israelí decidió decorar el litoral de Gaza con pies, ojos, manos, deseos, sueños, religiones y errores infantiles.
 
Quizás uno de esos niños de la playa de Gaza estaba a punto de marcar un gol en una portería hecha con dos palos. Quizás iba a tirar un penalti con la zurda, como Messi. Y el portero estaba esperando. Nunca habrá desenlace de ese penalti. Nunca ninguno de ellos escribirá un poema.
 
Luc Dupont.
 
 
 
 

lunes, 14 de julio de 2014

GUIJARRO por James Duluth

Quisimos ser el cielo y saboreamos el adiós prematuro. Lamentamos la victoria que nunca será y , aunque perdimos, ganamos. Que nadie me diga que flaqueamos. Espantamos al desaliento con voluntad y un grupo de parias se convirtió en leyenda. Mordimos donde ya no había ni tuétano. Visitamos la última aldea del mundo y preguntamos por Dios y una vieja desdentada dijo que no estaba, que nos llevaba cuatro años de ventaja y nos esperaba con la dorada. Ni falta hace que broten las lágrimas porque jugamos como héroes y el suelo está abonado con valientes sin medalla.¡Aguante la Argentina!. ¡Aguante el Jefecito!. Quisimos ser el cielo y fuimos suelo con todas sus piedras.


James Duluth

sábado, 28 de junio de 2014

GUIJARRO por Piero Galasso

Mi amiga cuenta las olas porque el mar no deja de provocarla con la espuma de su llanto. Cree que si suma todas a una el mar terminará de sufrir y aceptará que la tierra hace tiempo que se preocupa más del viento y la luz que del agua. Se sienta delante de unos pocos guijarros y cada día suma y suma hasta que cae derrotada de sueño y el mar la arrulla con su quejumbrosa forma de hacer las olas.Como si el mar , a ojos de este mundanal humanoide que abajo firma, en su magnificiencia agradeciese el apoyo de la incansable muchacha que apura su energía diaria en entregarle toda su atención al agua en movimiento. Y todos los días la misma rutina. El tiempo, el desatino no existen para mi amiga. ¡Qué locos aquellos que no sufren la desdicha del mar como propia!. Mundanas y aburridas cosas como el dinero y la prisa entorpecen a los señores atribulados en su mirar del mar. ¿Cómo pueden vivir y obviar la dura realidad del ggiante de agua salada?. Mi amiga no comprendía que alguien gastase tiempo en olvidarse del mar o simplemente que contemplase el fin de semana como continente de planes futuros de atención. Es ahora, en este mismo instante, que el mar se queja. Ella no comprendía esa actitud pero no intentaba convencer a nadie de que lo maravilloso del mundo que nos vive es contemplar en repetición continua el devenir del mar. Los locos son los que intentan perder el tiempo yo sólo se lo regalo al mar, decía a quien se lo preguntase. Naturalmente, corrió la voz entre la gente preocupada. No puede ser que una muchacha no coma, no beba y que sólo mire al mar con altruisticos ojos comentaban , en resumen, las gentes que no se enteraban de nada. Locura, enfermedad, suciedad y delito bramaba la gente ignorante mientras que la niña ya había comenzado a urdir un nuevo plan en consonancia con su silente amigo el mar. Conocería nuevos parajes e intentaría llegar al origen del viento y la tierra y uniría para siempre en amistad indisoluble a los 3 elementos aunque los guijarros no le cogiesen en la maleta porque, sencillamente, no tenía. Los guijarros que la sostuvieron durante tantas noches modelando su sueño, dándole forma a su esperanza no la acompañarían. Se quedarían contemplando la espuma del llanto del mar, con la esperanza de que , algún día , la espuma desaparezca y agua, viento y tierra sean uno.




Piero Galasso

martes, 24 de junio de 2014

AEROPUERTO por Luc Dupont

La pantalla de salidas inminentes me seduce con nombres exóticos mientras el billete que nunca utilizaré me invita a sentarme en el 28E de un avión de Ryanair con destino Alicante. Ni siquiera es ventanilla, ni siquiera es pasillo. Es el maldito asiento del medio. ¿Qué pinto yo volando a Alicante embutido entre dos gordos sudando como si no hubiera mañana? Nada. Por eso no cojo ese avión. Por eso no cojo ninguno.

Me compro cualquier billete barato para poder estar aquí, en la antesala de los vuelos, pretendiendo ser un viajero durante unas horas, dejando a mi mente libre por un rato y abandonar esa pegajosa tristeza en la puerta de embarque. Estoy harto de dar explicaciones cuando siempre pito en el control de metales.

-No llevo nada, es mi pegajosa tristeza que me atrapa, Señor.

Hubo una vez, hubo un día en que éramos rock and roll. Hubo un tiempo, delicioso aquél,  en que éramos dos trapecistas entreteniendo a todo personaje que se pusiera por delante. Ser trapecistas sin red fue nuestro delito, mi pecado más mortal. Éramos dos huracanes que hacían girar a todo lo que metíamos en nuestro centro. Dos mariposas en un mundo de hormigas.


El día que la ví pasar por mis narices me encendí como una cerilla a la que frotan contra unos vaqueros gastados. Después,en aquel bar sus ojos me hipnotizaron para siempre, se hizo hechicera de mis pasos y me dio alas para volar por las noches. El primer beso fue una certeza de que nada volvería a ser igual, el primer polvo fue ridículamente mejor que cualquier día de verano de esos de cuando eras pequeño.

Derribamos todas las puertas que nos cerraron en las narices con la tozudez de dos pura sangre desbocados. Lo malo fue nuestro punto suicida. Lo malo fue jugar sin red. Debo reconocer que me dabas miedo. Siempre tenía que rezar para que no te hubieras pasado y volvieras a mí con tu paracaídas. Nunca supiste frenar.

Aquella noche quisiste volar, quisiste dar una pirueta más en el aire, y los dos sabíamos que aquello era demasiado. Una raya de más, y no te pude coger. No esta vez. Te quedaste para siempre en aquel salto mortal, nunca volviste a mis brazos.

Que te den por culo,  Alicante. Me vuelvo a mi nido.


Luc Dupont.

sábado, 21 de junio de 2014

AEROPUERTO por Piero Galasso

Ella sólo quería ser el reflejo de lo que estaba por venir, de ese futuro idealizado que nunca conseguiría y con el que soñaría todos los días de su vida. Imprimía velocidad a su existencia del mismo modo que yo me perdía en explicaciones inertes acerca de la mejor forma de posicionarme en un sofá desvencijado. Digamos que ella era la casa finalizada y yo el agente inmobiliario que magnificaba los acabados de la misma. La vida pasaba a través de ella y era la vida la que aprendía a lidiar con ella. Su fortaleza residía en que no necesitaba de nadie para seguir hacia delante ni coaccionaba a nadie con la ambivalente moneda de la amistad. En aquellas ocasiones en que su coraza se rompía y auxilio pasaba a ser la única palabra en su romo diccionario, me escribía. Lo hacía cuando tenía miedo y su prosa no era tendenciosa ni excesiva. Era cierta, pegajosa y visceral. El miedo la hacía deshacerse de cualquier rubor y me golpeaba en el estómago con aquella suma de palabras voluptuosas que me dejaban al borde de la debilidad, de aquella que me hacía desayunar en un aeropuerto siempre que la echaba de menos. Pero siempre que llegaba el correo, me contenía, esperaba a que fuera de noche y engatusaba la yugular de alguna desprevenida mujer y aplacaba con otro cuerpo mis ansias de volver a verla desnuda destrozando mis tímpanos con los sonidos guturales que hacía cuando llegaba al orgasmo. En la temida mañana siguiente, cuando mi personaje dejaba de tener fuerza y lo hacía huir por la ventana a puntapiés llevando consigo el recuerdo vacío de un cuerpo que no me pertenecía, volvía a mí el recuerdo del correo aullando desde el buzón sabedor de que tarde o temprano, un nuevo recibo de la cafetería del aeropuerto se perdería entre mis facturas sin pagar. Hasta que, simplemente, ese personaje que utilizaba de madrugada pasó a ser referencia y captador de más minutos en el burlesque que sustituye a mi vida desde hace un tiempo. Y el correo seguía llegando y se amontonaba con las demás facturas y pasó a ser eso, una responsabilidad aburrida con la que , por inmaduro, ya no me apetecía lidiar. Y coño, me encontré feliz una mañana viendo en el reflejo de la ventana, el pelo enmarañado de una mujer entre las sabanas mientras que la luz de una mañana de Junio y la música más libre de la chicha sonaba ancestral, dándole a toda la escena una verdad mil veces superior al estertor redundante que exhalaba su último aliento en mi buzón. Es hora de ser el actor principal. Bienvenidos al vodevil.


Piero Galasso

jueves, 24 de abril de 2014

RATÓN por Piero Galasso

La puerta se cerró delante de nosotros y allí nos quedamos quietos Billy Fatso Zimmer y yo. De su boca salieron su frustración e ira vestidas con el uniforme del insulto bien pronunciado. En mi cabeza sólo se repetía  aquella melodía de la cual nunca supe el nombre de su autor ni de la canción en sí . Pero que bien sonaba.
La composición de nuestras caras era singular por antagónica.  El rostro de Bill explotaba. Bajo su piel, su sangre parecía hervir al calor de las palabras que su boca esputaba, al tiempo que sus ojos subían y bajaban en sus cuencas como agua en ebullición otorgando al conjunto un carácter demoníaco.Por el contrario,  mis pupilas se expandían al son de la tonada con la que mi cerebro se divertía mientras que mi boca se mostraba entreabierta otorgándome una expresión de lo más idiota. 
Billy me sacó de la ensoñación agarrándome por el brazo, mascullando soluciones de camino a su Buick convertible del 74. Cuantas veces habíamos ido en ese coche con Daisy y Jacqueline a  emborracharnos a la playa. Recuerdo el olor de aquella tarde  en la que Daisy llevaba el pelo descolocado por el viento y lo que su boca y sus ojos me decían no concordaban. Debido a lo cual, me decidí a escribir mis memorias sobre su piel mientras, en la distancia y divertida, Jackie le llamaba babuino iletrado al bueno de Zimmer. Desafortunadamente, en esta ocasión no había más pellejos en dirección al automóvil aparte del de fatso y el mío.

Después de semanas de búsqueda de la copia de aquel libro de Kerouaq que un día le perteneció, ya ni me molestaba en preguntarle acerca de qué es lo que exactamente se encontraba entre aquellas páginas, pudiera ser un décimo de lotería o algún recuerdo en papel de fuerte valía emocional,  porque siempre me contestaba lo mismo:

La realidad y mi realidad se batieron en un duelo dispar impregnando aquellas páginas de sensaciones propias de un iluminado. Tal es así que no consigo recordar ni una sóla de las palabras que escribí en los márgenes. Me encontraba en una especie de trance, algo divino, celestial. En aquellas letras está el germen de mi próxima novela. Mi deber es encontrar ese libro para comprobar si continuo teniendo talento o si mi genio murió de abulia contemplando la jovial marcha de mis musas a ninguna parte”.

La primera vez que escuché estas palabras he de reconocer que me sentí fascinado por la respuesta y creí entender el motivo por el cual este fantástico escritor no publicaba una novela desde hacía ya casi siete años. Ahora y tras dibujar con mi espalda una nueva forma en el asiento de copiloto del Buick, me sé en la compañía de un hombre loco que incansablemente lucha por encontrar su humanidad en un libro perdido, que quizás haya sido ya quemado o lanzado al mar en una suerte de muerte poética.

A Billy le habían dicho que en aquel lugar alguien tendría la maldita copia y no solamente no la tenían sino que nos mandaron a la mierda sin musicalidad alguna y con el sonido rabioso de la puerta reencontrándose con el marco, nos despidieron. Billy sacó del bolsillo  de su chaqueta una lista donde había escrito los lugares donde podría encontrarse el dichoso libro y ,tachando con rabia la última dirección, pronunció con ímpetu la siguiente 3828 Piermont Drive y ,arrancando su magnífica máquina, salimos a toda velocidad hacia la misma.


Piero Galasso.

miércoles, 23 de abril de 2014

RATÓN por Luc Dupont.

Existe un momento en Londres y en cualquier otra gran ciudad en el que vas sentado en el metro y te das cuenta de que no sabes adònde vas ni qué hora es porque llevas mil días sin parar de correr. Sin parar de sudar rutina. Bienvenido a la burbuja etérea de cemento. En ese preciso momento donde la realidad y la ficción se frotan y se ponen cachondos, mi enorme sonrisa pasa por encima del hombre que tengo sentado enfrente y se refleja en el espejo tintado del metro. Gol de vaselina a la realidad. Tiene mérito después de tanto penalti no pitado por los malditos árbitros de mi existencia.
Ir al trabajo en estado de enajenación mental ayuda a tirar del día y salir al otro lado del río vivo y brillante como una sardina plateada. Cuando vives en tus nubes de colores y te acompañas de todas las criaturas fantásticas de tu imaginación, ningún imbécil puede arañar tu imperio de fantasía sexual. Tus alucinaciones son tan enormes que te puedes fabricar cualquier monstruo perfecto con orden de morder y matar. Que te traiga los cadáveres del día debajo de la cama y hagamos un recuento de las víctimas de nuestra inocencia mientras nos pasamos el domingo haciendo el amor con melodías de hospital  

Todo una mierda y todo genial, todo cambia a cada momento en mi carrusel infantil. Pero me gusta el traqueteo y mientras voy agarrado a mi unicornio de terciopelo dibujo círculos en tus sueños de cemento. No voy a ningún lado pero voy dejando colores y espíritu circense por los pueblos que atravieso. Darse cuenta de que uno no es sobresaliente ni brillante es delicioso si haces de tu exclusiva estupidez comedia y de tu indestructible sonrisa mellada tu escudo anticrisis. Dejemos que nuestros egos se vayan de putas y cuando vuelvan exhaustos los sorprendemos de camino para rajarles las entrañas y llevarnos su corazón de hierro.

Tal vez todo esto venga a que tengo un ratón en casa. Y me jode. ¿Qué hará el ratón de mi casa cuando no estoy? Supongo que lo que todos los ratones, en fin. Bueno, lo que quería decirte es que nosé si esás harto de mí, quiero pedirte tiempo para adaptarme a tu peluda presencia. Perdona mi actitud inicial, todo aquello que te grité no lo sentía, mi voz era presa de prejuicios, ojalá los insultos se olviden más rápido en el mundo de los roedores. No pretendo que seamos amigos ni convivamos, de hecho debo reconocer que tu presencia me incomoda y nosé qué hacer para aceptar el hecho de que compartimos privacidad. Pero la vida a veces es así.

Luc Dupont.

jueves, 3 de abril de 2014

TRAMPERO por Piero Galasso

La primera vez que la ví, la ignoré por completo. Su personalidad, sus matices y sus verdades desfilaban ante mí como el sonido ante el sordo. Notaba sus vibraciones pero no la escuchaba, no la sentía, pudiera ser que no supiese sentirla. Transcurridos dos años, ella continuaba observándome sin fatiga ni desdén, demostrando que la constancia sustituye al genio en todas y cada una de las artes de nuestro tiempo. Así,mi ignorancia tornó en curiosidad. Rocío, que así se llama la protagonista, me investigó durante tanto tiempo que comencé a detestar mi traje de cobaya ante ella, científica de mis entretelas. Contrariado en el reto, afronté igual misión y comencé a estudiar sus formas, su cabeza y la amalgama de sonidos que salían de su boca. Sus gestos y la mirada podrían catalogarse como mundanos. Podría poner en una estancia 100 individuos de aspecto mustio y personalidad olvidable y Rocío se difuminaría entre el gentío desapareciendo sin trascender a ojos de quien buscase algo fuera de lo común. Tal fue mi implicación en el análisis que empecé a imaginarme como reaccionaría Rocío ante determinadas situaciones y como habría de salvar las dificultades que la vida dispusiese ante su testa y cuerpo.Después de semanas de contemplación y una vez hube redactado mi informe interno, le propuse un encuentro. Ella, intimidada, aceptó sin preámbulos ni palabras huecas. En realidad, ni tan siquiera proyectó palabras magnánimas, simplemente asintió en silencio y me puse manos a la obra para entender el por qué  de esa irremediablemente cautividad en la que me veía asolado por su monotonía , su inseguridad y su limitado catálogo de bondades. Llegado el día y tras un breve monólogo en el que le dibujaba el paisaje que tiñó durante semanas mi intelecto y mis manos, Rocío me contemplaba con una mirada de sorpresa deliciosa. El crítico había sido criticado pero a ella no le produjo inseguridad sino que pude contemplar como su juego interno crecía desde el primer segundo en que comencé mi bien estructurado discurso. Una vez hube terminado de hablar y con el corazón desbocado retumbando como cien mil caballos corriendo por las llanuras de Mongolia, Rocío comenzó a proyectar una variedad de sonidos que allanaron mis oidos estallando en diminutas canciones multicolor que no acerté a comprender y aún hoy en día no consigo domesticar su significado. De lo único que estoy seguro es de que su canción es la banda sonora de esta etapa de mi vida y dibujo con mis ojos las notas que ella me regala.


Piero Galasso

sábado, 22 de marzo de 2014

TRAMPERO por Luc Dupont.

Volver a dibujar letras por la peligrosa línea del margen violentamente horizontal de mis libretas de espiral es hacerle el amor al viento. O simplemente escribir y rectificar. Tachar todas las mariconadas que puedo imaginar, todas las veces que pincho en hueso y la flor de papel no desprende el olor que debería, ese aroma poético con el que soñamos todos los ganadores con disfraz de perdedor y zapatillas de caminantes perezosos.

A mis musas literarias les pido luz, dejarme seguir chupándoos el alma para copiaros hasta los puntos suspensivos. Quién fuera la obra de cualquiera, quién fuera una canción de Sabina sin ser él ni soportar sus boludeces, quién metiera los goles de Messi sin tener su cara de autismo vital , quién pudiera ser yo sin mi estupidez. Ordeñemos a las vacas del arte y echemos a correr antes de que la leche se convierta en queso Gruyer y nos perdamos en los agujeros negros de la desidia láctea.

Cuando el gallo llega con el kikiriki de la mañana, nos despertamos los perros de la noche y nos convertimos en gatos caseros tan domesticados que cuando nos echan a la calle nos engaña cualquiera y nos la cuelan por todos lados, nuestra picardía la ahogamos en Telecinco. Nos queda ser entusiastas al menos, aunque seamos vinos espumosos y decepcionemos profundamente a pesar de las burbujas. Quedan poco vinos hechos con amor y tiempo, y quizás tampoco los queremos. Como dice Joaquín, estamos locos por naufragar y salimos a bailar al ritmo de la lluvia sobre las capotas el rocanrol de los idiotas.

Yo sólo quiero quererte y elegir cada día una nueva razón para morir contigo cada noche. Quiero echarte de menos en mi buscada soledad, recorrer tus puertos mentalmente y soltar las amarras de mi barco buscando vientos favorables, hinchar mis velas con el sol y recogerlas en las terribles tormentas tropicales para acercarme a tí silenciosamente y robarte un beso.

Quiero hacer trampas incluso si no hace falta para darle más gracia al disparate del amor.

Luc Dupont.


sábado, 22 de febrero de 2014

VOMITAR por Piero Galasso

La disparatada luz de las dos lunas rebotaba en su rostro cegándome por momentos. Me miraba fijamente a los ojos y en ellos no atisbaba más que un reflejo de  la dicha de los tiempos pretéritos, hundidos en el lodazal de la nostalgia. Cuando tomaba mi mano, en su piel fría y sesgada por el reloj, sus vellos no respondían al estímulo de mi cálida mano. Su cuerpo pregonaba una juventud de la que su alma parecía sentirse prisionera . Pero ella hacía ya tiempo que no se sentía identificada con la luz y fantaseaba con el final del trayecto al igual que el galgo ajado que contempla al conejo mecánico partir y simplemente mira hacia otro lado y se acomoda en el barro de la pista del canódromo enfermo de competición. Sus palabras ya sólo eran respuestas concisas a mis incansables ansias de quererla cada día más, aún sabiendo que ella ya tenía una nueva compañera con la que jamás podría ,ni tan siquiera, llegar a un acuerdo de custodia compartida. Era inevitable que perdiese la compostura en determinadas situaciones debido a su ardiente e indolente pasividad. Hundido ,con la única fuerza que mi hercúleo amor hacia ella me concedía, envasaba al vacío mis ansias de saltar en la sanguinolenta oscuridad. Hasta que un buen día, noté una fuerza extraña en su rostro ya casi huérfano de humanidad. Sus facciones hieráticas ganaron aquella mañana expresión y determinación, síntoma  de que un sentimiento de esperanza había brotado salvando la inanición de su espíritu. Comenzó a gritar mi nombre  de un modo como nunca jamás lo había hecho. Atolondrado por la premura y salvando los muebles de mi vivienda, acudí raudo al llamado de mi querida esposa acercando mi oído derecho a su todavía bella boca y escuché:

El amor que me procesas ha conseguido interrumpir una visita que llevo esperando desde antes que surgiera la segunda luna. Tu verdad y tu verbo me han mantenido erguida porque has despertado en mí ganas de victoria, de resistir, de despertar cada mañana y contemplar tu gesto incrédulo al comprobar que mi corazón latía al compás de tu querer. Pero un nuevo giro ha llegado y me aventuro en la dirección que siempre quise aún desconociendo que es lo que me deparará mi suerte. Que los vientos consigan que olvides este cuerpo marchito que ya no me seduce y recuerdes como éramos aquella deliciosa tarde en que creamos la primera luna...

Y doblándose hacia delante su recuerdo comenzó a agigantarse.


Piero Galasso