jueves, 24 de abril de 2014

RATÓN por Piero Galasso

La puerta se cerró delante de nosotros y allí nos quedamos quietos Billy Fatso Zimmer y yo. De su boca salieron su frustración e ira vestidas con el uniforme del insulto bien pronunciado. En mi cabeza sólo se repetía  aquella melodía de la cual nunca supe el nombre de su autor ni de la canción en sí . Pero que bien sonaba.
La composición de nuestras caras era singular por antagónica.  El rostro de Bill explotaba. Bajo su piel, su sangre parecía hervir al calor de las palabras que su boca esputaba, al tiempo que sus ojos subían y bajaban en sus cuencas como agua en ebullición otorgando al conjunto un carácter demoníaco.Por el contrario,  mis pupilas se expandían al son de la tonada con la que mi cerebro se divertía mientras que mi boca se mostraba entreabierta otorgándome una expresión de lo más idiota. 
Billy me sacó de la ensoñación agarrándome por el brazo, mascullando soluciones de camino a su Buick convertible del 74. Cuantas veces habíamos ido en ese coche con Daisy y Jacqueline a  emborracharnos a la playa. Recuerdo el olor de aquella tarde  en la que Daisy llevaba el pelo descolocado por el viento y lo que su boca y sus ojos me decían no concordaban. Debido a lo cual, me decidí a escribir mis memorias sobre su piel mientras, en la distancia y divertida, Jackie le llamaba babuino iletrado al bueno de Zimmer. Desafortunadamente, en esta ocasión no había más pellejos en dirección al automóvil aparte del de fatso y el mío.

Después de semanas de búsqueda de la copia de aquel libro de Kerouaq que un día le perteneció, ya ni me molestaba en preguntarle acerca de qué es lo que exactamente se encontraba entre aquellas páginas, pudiera ser un décimo de lotería o algún recuerdo en papel de fuerte valía emocional,  porque siempre me contestaba lo mismo:

La realidad y mi realidad se batieron en un duelo dispar impregnando aquellas páginas de sensaciones propias de un iluminado. Tal es así que no consigo recordar ni una sóla de las palabras que escribí en los márgenes. Me encontraba en una especie de trance, algo divino, celestial. En aquellas letras está el germen de mi próxima novela. Mi deber es encontrar ese libro para comprobar si continuo teniendo talento o si mi genio murió de abulia contemplando la jovial marcha de mis musas a ninguna parte”.

La primera vez que escuché estas palabras he de reconocer que me sentí fascinado por la respuesta y creí entender el motivo por el cual este fantástico escritor no publicaba una novela desde hacía ya casi siete años. Ahora y tras dibujar con mi espalda una nueva forma en el asiento de copiloto del Buick, me sé en la compañía de un hombre loco que incansablemente lucha por encontrar su humanidad en un libro perdido, que quizás haya sido ya quemado o lanzado al mar en una suerte de muerte poética.

A Billy le habían dicho que en aquel lugar alguien tendría la maldita copia y no solamente no la tenían sino que nos mandaron a la mierda sin musicalidad alguna y con el sonido rabioso de la puerta reencontrándose con el marco, nos despidieron. Billy sacó del bolsillo  de su chaqueta una lista donde había escrito los lugares donde podría encontrarse el dichoso libro y ,tachando con rabia la última dirección, pronunció con ímpetu la siguiente 3828 Piermont Drive y ,arrancando su magnífica máquina, salimos a toda velocidad hacia la misma.


Piero Galasso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario