miércoles, 26 de noviembre de 2014

MONA por Piero Galasso

Son las siete y treinta y nueve de la mañana. Me despierto con la carcajada de un chileno provocada por el impacto de la cabeza de una australiana contra la litera donde he dormido, con suerte, tres horas. Acompaño al chileno de nombre Armando en la mofa y de un salto me separo de Amanda, que así se llama la chica de Oceanía, y me meto en el baño compartido con toda una planta del Hostal Amarillo en esta loca ciudad que es Roma. No recuerdo nada de la noche anterior más allá del comienzo en esta misma habitación con 3 australianas( Beth, Laurie y Amanda) Armando  y dos botellas de Amaro del Capo. Al mirarme en el espejo me veo en la mejilla izquierda una quemadura de cigarrillo y en la derecha un chupetón del tamaño de una mandarina y otro un poco más pequeño a la altura del pezón derecho. Parece como si alguien creyese muerto a mi pezón e intentase reanimarlo de una forma bastante cómica. En estos momentos mi novia estará pensando ya en cuantas veces le habré sido infiel y realmente sólo puedo prometerle fidelidad en mi destino final.Por el camino seré todas las canciones que me apetezca ser sin ataduras morales ni duelos internos. De todas maneras, en su cabeza ya bulle la imagen de una miniatura de mí mismo follando con cuanta mujer se me ponga por delante en Italia y no importa cuantas veces niegue la mayor, únicamente pecaré en Roma y en el trayecto del tren que me lleve a rozar con los dedos Sicilia. En Calabria seré tan fiel, permitiéndome licencias como jugar al igual que los adolescentes pero sin llegar a ser infiel con todas las de la ley , como sus habitantes al peperoncino. Entregar un poco de luz a la duda permanente hacia uno es liberador y placentero . Actualmente soy un hijo de puta en varios idiomas pero flotar hambriento durante 50 horas a lo largo y ancho de  Roma es una oportunidad de ser libre en todas las esferas, que no me puedo permitir dejar de ser yo por ser el alguien de otra persona. Contemplo el reflejo en el espejo y éste me grita que tiene 23 años y cero remordimientos o resaca sólo hambre, un hambre inusitado que acelera los sentidos en una espiral de gula insondable. Me quiero comer Roma y sus piedras y cómo no tengo nada que hacer durante 36 horas preparo mi estómago para la digestión pesada de toda la belleza de siglos de historia.


Piero Galasso

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