domingo, 3 de marzo de 2013

VINO por Luc Dupont

Me esperas en la mesa en perfecta soledad acompañada, dispuesta a hacerme volver a sentir sentimientos olvidados. A recordar momentos que dejé en el cajón de los desperfectos, luchando para vestirme de domingo. Quieres encender las luces apagadas y envolverme con tu manto eléctrico. Poner a danzar a todos mis rincones oscuros y hacer volar el estúpido templo de la mediocridad con un movimiento mágico, el de rodearte con mis manos y oler tu cuello con curiosidad.


En la mesa de madera más antigua que tus ramas o tus venas te mueves haciendo valer tus curvas con disimulo. Estás deseando que me acerque, no entiendes de otra cosa que no sean las distancias cortas. Eres la sirena más dulce que ha reventado mis oídos. Cómo negarse a hacerte un hueco, a sentarse contigo y dejar que el morado me bañe y me haga suyo.

Mi nariz te busca y te sorprende fácil, todavía me engañas con trucos baratos y a veces te confundo con algo mejor, hay ocasiones en las que me tomas el pelo y yo me dejo. Mis manos te abrazan y te siento mía, como si tus carnes acristaladas se estremecen por el calor ofrecido de un amante ávido por aprender. Mi boca se acerca con paciencia a tí, preguntándome en el camino cómo serás, cuál será tu alma esta vez, si me deleitarás con un trago inolvidable y un momento estelar.

 Como los placeres sagrados, tu nivel no depende del dinero demandado por el intermediario del cielo. Descubrir tu santidad en una barrica escondida es como descubrirse a uno mismo en un estado de ánimo deslumbrante. Aprender a sentirte es una de las más preciosas artes.

 Pegados a tí nuestras promesas son magníficas y nuestras mentiras dulces. Podemos tener el valor de soñar y temblar sin miedo, convertirnos en seres leves y danzantes que no pretenden otra cosa que navegar. Color violáceo y violante de nuestras ingenuidades, préñanos de ilusión.

 Queremos dejar que recorras nuestras gargantas lentalmente, que despistes nuestras narices y nos acompañes en nuestras miserias y nuestros pasatiempos; que nos susurres al oído nuestra vida entera, que nos deleites con historias viejas y nos lleves a casa para acostarnos borrachos.

Queremos morir ahogados en una copa de tinto.

Luc Dupont.