Somos dos íntimos enemigos. ¿Somos amantes, amigos, extraños? Menos no es lo mismo que más, al menos en primavera. Más significa explotar, vencerse a la locura, sonreír, defender tu absurdamente pequeño rincón. Menos es pararme a mirar tus manos, tus líneas amenazantes, los movimientos circulares que realizas para despistar mi infantil capacidad de concentración. Mírame los pies. Voy hacia atrás, ahora hacia delante, pongo mi mano en tu cintura para continuar esta estúpida danza sin canción que saca de mí sueños casi olvidados, días de vino y deseos no concedidos.
Dicen que para conocer a una mujer de verdad uno debe saltar al vacío sin saber que está saltando al vacío. Dicen que merece la pena mostrarse vulnerable de verdad con una mujer. Dicen también que la dulzura de una mujer puede ser lo más delicioso que conozcas, y que su coraje te puede amedrentar.
El mundo no abandona su obstinada rotación porque yo no ceso de girar en torno a tí, anhelando tu piel, dibujando tus labios y mordiéndome los míos. Ver tu cuerpo desnudo me alumbra, me deja ciego de luz y desorientado, descolocado, hambriento y enloquecido, libre, extraño, puro, natural, imbécil, vivo, vivo, vivo.
Dicen que existen dos mundos, o uno. La imaginación rige todos los escenarios posibles, impone las leyes cambiándolas a cada momento, creyendo en el cambio. Creyendo en las personas. Creo en creer. Creo que los hombres poderosos son los vulnerables, los que a veces lloran y a veces ríen sin dejar de danzar por una superficia medianamente recta.
Fíjate en los ojos de las mujeres, busca en ellos los diamantes más brillantes, las calles más sucias, los días más soleados que conoces. En algunos de ellos se esconden bombas de energía, fiestas infinitas, ganas de correr como un perro suelto. Será una inyección de ilusión en tu espina dorsal y ya no tendrás miedo de nada.
El reino femenino es el país de las formas y sentimientos, el único lugar del mundo donde la cuadrada realidad no tiene nada que pintar.
Luc Dupont