Escribir un texto como tocar una canción es intentar conseguir que las líneas se tensen como las cuerdas de la guitarra, y al final la letra siempre deja en ridículo a la melodía. La estructura del relato sin argumento delira y tirita mientras la piel o el alma o como coño se llame va volando en círculos de viento.
La inspiración se trabaja y se transpira, como se respiran las notas que vas escupiendo de tu maldito corazón.En el colegio me dí cuenta de mi perdición. No importa lo que piensen mis compañeros de recreo si me quedo embobado mirando tu silueta. El fútbol no es lo mío, he fallado el penalti decisivo por tus caderas, nunca podré ganar dinero dibujando regates en un césped. Lo mío es hacerte reír.
Por favor, tararéame la letra de aquella canción tan normal. Aquella que olía a una estación próxima al otoño, cercana al mar. Las mismas viejas historias, las miradas que me hicieron ser quien era y ya no soy. Todo eso lo quiero hoy aquí en mi rincón, con mi grupo de cómplices y compañeros perdidos por el camino. Y mi botella de ron. Grita tan fuerte que no te oigan. Despierta mi olvidada pasión por todo.
Sólo quiero tener historias que contar, no importa si el hilo se pierde justo al entrar en la aguja; el caos es el orden de mi baile. Quiero seguir bailando sin saber, besando sin pensar, amando sin prometer.
Dame algo que decir y te daré lo que quieras.
Luc Dupont.