miércoles, 12 de diciembre de 2012

MITAD por Luc Dupont.


Amor es una palabra demasiado impredecible para susurrar nuestra historia. Sería mejor comenzar con Dulce locura, o con algo  más semejante al éxtasis provocado en el astronauta por el recién terminado viaje interplanetario. Orgasmo que vuela por los aires cualquier atisbo de estúpido raciocinio. Tu piel recubre mi cerebro para asegurarse de que todos mis días serán tan geniales como podamos imaginar. Mis días serán tremendamente ridículos desde los ojos de un hombre con más dinero que corazón. Habitar dentro de un poema y convertir nuestras rimas asonantes en pompas de jabón será nuestro legado vital. Nuestra manera de ganar con sutileza un pulso ficticio a la soledad.


(Hagamos aquí un inciso y respiremos con fuerza para cerciorarnos de que estamos vivos. Pensemos también en posibles definiciones de soledad más adecuadas al texto que la siguiente: )


La soledad a veces es la mejor compañera. Sólo un poco. Sólo como ese pequeño placer que se da el perpetuamente acompañado y felizmente ocupado. Pero ponerse tonto por una ciudad grande, ponerse jodidamente melancólico entre cientos de ojos improvisados tiene un sabor increíble, la verdad. Es como disparar con pistolas de fogueo, representar un pequeño teatrillo personal. Dejarse llevar es tan dulce que engancha, aunque su adicción obliga a realizarlo en pequeñas dosis. Una vez al mes es suficiente dosis para cualquier tipo con autocontrol. Si es invierno, si hay abrigo y manos en los bolsillos, mucho mejor. Si el sujeto fuma y hay un río que bordear paseando, entonces casi se roza el delirio del bohemio. Si el sujeto no fuma o lo ha dejado, le rogamos no haga el gilipollas y no vuelva al vicio.


(Volvamos a respirar y pensemos en algo mejor con lo que rematar el texto que este poema barato que se presenta. Se deben cerrar mejor los partidos, hay muchas y mejores maneras de meter un gol.)


Salir, quedarse, acercarse al abismo
languidecer en un saco de miedo.
Roer, roer, roer el nudo de mi cuerda
soñar con escaparse, pensar el cielo.

Olvidada melancolía que siempre vuelve,
y tú te me quieres escapar, finito tiempo
aprender, aprender, aprender, aprender
a contar con la complicidad del viento.

Hoy pretendo liberar, abrir, respirar bien
pausar mi denostada locura con este espejo
que devuelve palabras desnudas, quema puntos
y convierte papel en necesario alimento.


Luc Dupont.


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