Contemplar un reloj de sol se antoja un ejercicio complicado en los días soleados. A veces, observar el paso de las manecillas del reloj puede ser lo más reconstituyente que a uno se le ocurra. Escribir es un excelente modo de avanzar en el tiempo sin necesariamente ordenar los pensamientos. Personalmente, prefiero tenerlos manga por hombro porque así me representan de un mejor modo. El ojo público imagina como es uno pero en realidad ni soy tan salvaje ni soy ese galán en camiseta que todo padre quisiera para su hija. Mantengan a sus hijas lejos de mí. No es una orden, es un post-it en su escritorio, temporal, colorido, intrascendental.
Los días se suceden a modo de aventura excitante para los que gozarían suplantando mi identidad. Para mí, no son más que las perlas mordidas del collar que nunca te pude comprar. Deambulo inyectando grados centígrados a todo elemento vivo que disfruta viendo mi autodestrucción desde un fantástico asiento en primera fila. La ruina vital de uno sólo es contemplada por extraños. Qué curioso. La imagen de infantil,mordaz, estupendamente conservado se esnafra contra la que mis seres queridos tienen de mí, arrogante, egoista, celoso, distante,estúpido.También, abriendo la boca con timidez dicen que soy divertido. Son tantas veces las que he visto odio en el rostro de mi hija como decepción y pena en el angelical marco visual de la que yo llamo mi mujer, aunque no lo es ni lo fue nunca.Pero siempre fue, es y será mi vagina.
Los hombres me admiran porque no me cuesta meterme en los pantalones de las mujeres,actrices,abogadas, arquitectas, limpiadoras, jovencitas, maduritas, !maldito payaso, esas maduritas son incluso más jóvenes que yo!.Jamás permitiría que estas palabras saliesen publicadas bajo mi nombre, irían bajo un pseudónimo hortera como Jasper Mcmillan o Karl Morgan. Digamos que aparte de temas de anatomía, soy un detonador de candidez y de intento de cambio. Soy como una nevera repleta de comida fantástica pero el asa rota impide saborear unos manjares que están avocados a la podredumbre. Esas mujeres se acorralan con multitud de herramientas distintas pero como buen borracho me contento y regodeo en lo putrefacto de mi entorno. No le doy más importancia que a lo que mi pene y mi hígado demandan con lo cual las personas me importan tanto como la hamburguesa que me comí después de medio morir narcotizado. La paladeo, la disfruto y una vez ingerida es decir , conquistada, me olvido de ella y pienso en la siguiente comida que pueden ser unos spaguetti con aglio,olio e peperoncino o un fino plato de nage beurrée de St Jacques . Soy una de esas personas que fumará toda su vida y jamás morirá de cáncer de pulmón. Estoy convencido de que si dejo mi estilo de vida moriría de una inanición rutinaria de lo más normal. Lo que me hace preguntarme lo siguiente:
¿Cómo es posible que vosotros lo soportéis ?
Piero Galasso
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