miércoles, 21 de septiembre de 2011

AZUL por Annette R.

La mañana sucedió a la noche, que había sido paraíso de tormentas. Al abrir los ojos se sintió desubicado, un velo de pesadillas no le dejaba ver con normalidad. Se incorporó, y mil agujas atravesaron su cabeza. Le dolía todo...

Aquella debía ser la habitación más cutre del motel; oscura y con humedades en la pared, el suelo tenía un tacto pegajoso ante sus pies descalzos.

Nada por lo que gritar, nada por lo que vivir, nada por lo que sentir....sentir?? qué absurdo!, hacía tiempo que no practicaba aquella locura!....(o eso quería creer......)

Casi a tientas y apoyándose en las paredes, consiguió llegar hasta el lavabo, sin mirar ni un segundo al patético y agonizante hombre que le esperaba al otro lado del espejo. Se sentó en el suelo y observó la desnuda bombilla encendida que colgaba del techo. Parpadeaba dando una luz poco uniforme, y emitía un zumbido que en su cabeza tornaba a estridente.

Todo fluía y giraba, parecía gritar. Lentamente se levantó casi como un autómata, y miró con indiferencia al espejo. Como un niño que no se reconoce, clavó su mirada en el poco a poco. Tenía ojeras y estaba muy despeinado. Hacía mas de cinco días que no se afeitaba y la palidez de su cara hacía destacar sus hundidos ojos negros. Como un ritual, levantó la mano y se la acercó hasta su cuello, y con delicadeza, casi con miedo, acarició la cicatriz que lo recorría en su parte izquierda.

Cerró los ojos, respiró profundamente y su alma estalló. Se miró de nuevo y en un grito arrojó la banqueta que tenía a su lado contra el espejo, rompiéndolo en mil pedazos que saltaron por todas partes.

Respiraba fuerte y rápido, y en ese momento le flaquearon las piernas, dejándolo caer. Se sintió patético, tirado; tropezando con su propia debilidad en un mugroso suelo empapado de cristales.

Acercó su mano a uno que estaba a pocos centímetros y acarició con su dedo índice el filo.

Levantó la mano y una gota de sangre calló al suelo.

Recogió el trozo del suelo y recorrió con su mirada su mano izquierda.

Apoyó la parte lisa e inofensiva del cristal en su muñeca, transmitiendo todo el frío, y, mirando fijamente , lo levantó unos centímetros y apoyó la parte manchada de sangre en su piel, y deslizándolo, empezó a sangrar.

Y vio como su sangre fluía, y como sentía dolor, y cómo se escapaba lentamente su vida.

Cerró los ojos. Respiró decidido a esperar, sintiéndose vivo por primera vez en mucho tiempo.


Annette R.

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