domingo, 11 de septiembre de 2011

AZUL por Luc Dupont

Aunque hoy llueva, todo está preparado. El recinto donde se va a celebrar el concierto se presenta húmedo y vacío. En el escenario, los componentes secundarios del grupo comprueban que los problemas de sonido nunca te abandonan. Probando, uno, dos. Ahora se oye mejor. Ahora se vuelve a perder el tono perfecto. Habrá que seguir probando. Siempre hay que intentar e intentar hasta encontrar la fórmula perfecta, aquí y en Japón, hermano.

 Dos horas después, las primeras quinceañeras en entrar se afanan por conseguir estar lo más cerca de la estrella. Para poder tocarle, sentir su sudor. Quizás hoy sea el día más importante de su vida, y Su Majestad Musical ose posar una mano sobre sus cabezas. Imagínense un beso. Sería demencial.

 Todos tenemos pequeñas o grandes aspiraciones lunáticas, que bien podrían encuadrarse en el apartado de la locura. Unos viven anhelando la aprobación paterna, por mínima que sea; otros existen para ser admirados, aún a costa de la más burda de las mentiras ante un público compuesto de amigos transformados en súbditos silenciosos. Hay personas que desean darle vueltas al planeta, empaparse de un olor para comprenderlo, hacerle el amor a un libro y no contraer enfermedades peligrosas. Quizás los objetivos normales o impuestos sean tener una casa, tener un hijo, un perro o un coche; y pretender que el tiempo cure tus vacíos interiores sin tener que enfrentarte a ellos. Eso quizás sí que no es racional. Quizás sea más práctico pretender que hoy es el último día de tu vida y que se acaba todo aquí, en este concierto, en este recinto cada vez más lleno y cada vez más azul por culpa de la intensa lluvia.

 Ante el sempiterno espectáculo visual que ofrece la meteorología inglesa, no me queda más remedio que sumergirme en el estado emocional provocado por la súbita aparición del frontman de este gran grupo. Cual hooligan, me esfuerzo en ser el que más grita para atraer la atención del cantante, y así poder soñar con que algún día se digne a posar su divina mano en mi cabeza.

 Luc Dupont.

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