Correr es sinónimo de estas dos palabras.
La llamada de recuerdo venía siempre un día antes o dos. Una voz autoritaria y muy poco paternalista recordaba horarios y escenarios. Si me escabullía por hacer cualquiera de las cosas que me gustaban por aquel entonces, que no distan mucho de las de ahora jugar, cazar, demonizar y recorrer aunque ,evidentemente, hace años que felizmente apareció trabajar para cerrar el pentágono, la voz se personalizaba en cualquier lugar para soltarme una reprimenda por no aprovechar, decía, mi talento. Quien sabe, nunca se sabe.
Nunca estuve tan en forma como en aquella época. Entre los múltiples actividades que realizaba, la que más me gustaba era el fútbol, la que detestaba ,por no entender que diantres hacía yo allí vestido con aquella chaqueta imposible y el maldito olor a pies, era el judo y para la que había nacido era el atletismo.La segunda no se correspondía para nada con mis virtudes, es más exponía todos mis defectos. La tercera se combinaba con la primera dando a entender que podría ser fuerte tras una pelota, pero la voz que siempre me llamaba un día antes, o dos, sabía que reunía todas las características para las pruebas de velocidad y medio fondo, el 4x 60, el salto de longitud ,tripe salto de longitud y de altura, aunque menos, llegando incluso a competir en lanzamiento de peso lo que viendo mi cuerpo de keniata decolorado carecía de todo sentido.
Recuerdo aquella clase de gimnasia ya talludito cuando al primer intento salté más allá de las colchonetas que había colocado el profesor, calentándome las plantas de los pies y llenándome de un polvo blanco hasta el pelo. Nadie de aquella clase, se acercó ni lo más mínimo a mi marca por mucho que alguno se afanase en intentarlo una y otra vez una y otra vez. Es una sensación que se tenga la edad que se tenga lo engrandece todo. Eres el mejor, el número uno.
A las actividades anteriores se le sumaban sesiones de 60 km en bicicleta todos, TODOS, los domingos por la mañana e ir a la escuela con unas botas, de kg y medio de peso cada una, harían que mis piernas fuesen como pistones de un motor de combustión interna que necesitaban de actividad constante para no anquilosarse. Todavía me sorprendo de lo rápido que era aún con esos zapatones en mis pies y los otros niños se lo pensaban a la hora de entrar a un balón dividido conmigo dado que ,una tarde, uno de ellos salió despedido dándose con la cabeza en el cemento de las gradas. No le pasó nada, éramos niños 1.0. Es por la suma de estos esfuerzos que los músculos del grupo dorsal de mis pies están estentóreamente por encima de su tamaño normal. Aunque bien es verdad que en ellos se acumulaba la explosividad que me permitía ganar carreras y casi entrar en el podio autonómico de varias categorías del atletismo previo barrido en las provinciales. Las medallas enredadas en alguna caja en el trastero así lo confirman con orgullo.
Lo que más se me atragantaba era la soledad ante cualquiera de esas pruebas. También los nervios, unos temblores que jamás he vuelto a sentir. Nunca. No pasa un día sin que eche de menos esa sensación electrizante.
La más intensa de entre las pruebas que realizaba era ,evidentemente, la velocidad porque era mi especialidad y no necesitaba de espejos retrovisores para saber que los demás de mi estatura se quedarían atrás a los diez metros. Para un niño de 10 años eso es lo que le imposibilita creer en religión porque se siente un dios en ese momento. Desafortunadamente, se baja de los cielos cuando cerca de los 13 años unos niños evolucionan antes que otros y tres de ellos te sacan una cabeza y 20 cm de pierna.Tu ímpetu en la salida les gana varios metros y aguantas hasta los 40 metros en cabeza pero a partir de ahí, la derrota pura y dura te abraza viendo como el primero de ellos levanta los brazos y se ríe y apunta a la grada con sus manazas atolondradas de gigante adelantado a su edad. Sentir impotencia siendo tan crío te hace, a la larga, ser un despreocupado. Entonces lloras y lloras y lloras y te cagas en lo que se te ocurre y maldices tu mala suerte por ser un enano cuya mala ostia es mayor que su propia estatura. Cualquiera que haya corrido con tacos sobre goma sabe de lo que hablo.
Las más divertidas de las pruebas eran las de medio fondo y fondo por los bosques habilitados para ello. Recuerdo una carrera en la que un adversario me tiró una piña a la cabeza después de un codazo en las costillas. Ese tipo de situaciones son las que te hacen ganar carreras sumando venganza a la propia competición. No había jueces a cada tramo con lo cual las putaditas se sucedían. Codo al costillar, piña a la cabeza, patada en el cuádriceps, te voy a mandar contra ese pino, idiota, etc. Eso sí , al final de la carrera todos amigos y el respeto se repartía por todo el recinto entre atletas y familias.
Como es eso que dicen que el fútbol es un deporte de caballeros jugado por brutos y el rugby es un deporte de brutos jugado por caballeros. Pues bien, el atletismo es el único deporte donde el mayor adversario contra el que te enfrentas es tu último registro y mientras compites, todos esos delgaduchos sólo piensan en quitarte de en medio para ,posteriormente, admirar en sintonía fraternal a nuestros héroes olímpicos.
Piero Galasso