domingo, 24 de noviembre de 2013

VOMITAR por Luc Dupont



Dejé el tabaco como se despiden a los buenos amantes, con un beso en los labios y una media vuelta sinlenciosa pero definitiva. Nos vemos, aunque disimulemos en ciertas ocasiones nuestras miradas se cruzan y vemos tendidos en el suelo los cables ya muertos que un día transportaron electricidad entre nosotros y nos dejaron jugar al juego más suicida de la tarde. Dejé el tabaco y me marché con mi café.

Mi café me visita por las mañanas y me recuerda que vivo en su tela de araña de cafeína. Dulce condena para cualquiera. El invierno comienza a golpear con fuerza en las puertas de esta ciudad monstruosa y los granos de café son triturados y molidos sin compasión por unos ciudadanos abrigados ya hasta las cejas de ropas deliciosas pero desnudos de alma, tiritando de corazón.

Cuando hace frío el café se torna violáceo y el líquido milagroso llamado vino corre por mis venas luchando con la moribunda rabia que me impregna al abrir las páginas de cualquier periódico. Las letras de los titulares son tan dañinas para las entrañas que solo se me ocurre ahogarlas y preñarlas de vino para que se pongan a bailar una danza miserable con los recuerdos de una conciencia ya olvidada. Parece que todos somos víctimas de una borrachera no buscada en la que fueron otros los que disfrutaron, bailaron, se follaron a nuestras mujeres y nos vomitaron por encima. Y nosotros ahora somos los barrenderos de un botellón en el que no participamos. Somos la puta del banquero y de cualquier sinvergüenza que nos pague veinte duros por abrirnos de piernas.

La ciudad también se me abre de piernas y yo no me puedo negar a invitaciones fantásticas. Camino lentamente y nosé donde mirar, el suelo está más limpio que el cielo, ya no me compran con vuelos de low cost, necesitamos un viaje galáctico o un buen polvo para sacudirnos la pereza. De momento, por la hora y por el tiempo, me conformo con hacer el amor con un café y jurarle amor eterno.

Luc Dupont.

martes, 13 de agosto de 2013

MENTIRA por Luc Dupont

¿Cuántas promesas hemos roto y reciclado en perfectas conveniencias actuales? Nuestros lunares nos acusan de haber renunciado a nuestros principios en más de una batalla, nos delatan ante los ojos de otro pecador. Cuando la guerra termina, las máscaras se intercambian entre supuestos vencedores y vencidos, entre malditos y maldecidos.

Nuestros ayeres y nuestras tierras quemadas arrasan los ojos y trafican con órganos capitales; después de ponernos en rebajas es complicado que alguien nos vuelva a comprar por precio completo. Ya sabe usted, querido comprador que conmigo siempre van unos cuantos puntos suspensivos  a veces suaves, a veces más violentos que las cuentas no saldadas. Todos tenemos cartas que debemos esconder con cobardía y palabras que nos hacen agachar la mirada, mentiras de algodón, pasado infinito.

En nuestros alardes de juegos malabares residirá nuestra pericia de caminar por la cuerda floja de los trapecistas del tiempo impertinente. Nuestras pisadas deberían ser cristales de bohemia, elegantes pero fáciles de romper, espejos retrovisores que nos avisen de cómo nos adelantan nuestras mentiras por la derecha.

Gracias a Dios existen ciudades multitudinarias donde no ser nadie, canciones capaces de hacernos olvidar, poemas de naufragios anteriores, islas desiertas, lágrimas de cocodrilo, soles de madrugada.

Luc Dupont.

sábado, 10 de agosto de 2013

FLACO por Piero Galasso

Busque sentirse agraciado.Prepárese un combinado suave y relájese en su diván escuchando “Blue train” de Coltrane. Regálese ese momento reparador. Se lo ha ganado. Ha sido usted un remarcable individuo en el desempeño de su jornada laboral y se merece una victoria. Olvíde esas estupideces que copan su pensar arbitrariamente y abandónese al gozo. Siempre es mejor disfrutar un puro que apurar un cigarrillo en una situación como esta. Calma. No existe nadie más en su mundo. Usted es el ahora y el futuro cercano. Elija vivir en blanco y negro en la época de la alta definición. Macere su organismo con el suave rumor de la música . Imagínese el único convidado a un recital atemporal. Todo gira a su alrededor. Es usted la luz que gobierna un sistema planetario. Le recomendaría un libro pero, dadas las circunstancias, se antoja primordial cerrar los ojos para redondear la situación y estar preparado. Experimente el sueño que le venga en gana antes del que ha de escaparse de su control. De tal modo que cuando la luz se disipe se convierta usted en director, guionista y productor y no se preocupe, la banda sonora ya la tiene de antemano. Por una vez, encadene al subconsciente, aunque se resista, y experimente el placer de recrearse en los recovecos de su mente. Y cuando la música termine y su diván adquiera una estupenda quemadura de cigarro puro, diríjase a la sala de baño, llene un balde de agua fría y sumerja su cabeza en intervalos de 5, 10 y 15 segundos. Acto seguido, acuda a la llamada de Morfeo con la curiosidad y el subconsciente desatados. Despeje la ropa de la cama, despójese del batín y deslícese entre las sábanas. Lentamente, le sobrevendrá la más dulce las muertes mientras, desde la carátula, John Coltrane parecerá contemplarlo con una mezcla de satisfacción y orgullo en su mirada.
Extracto del libro “ Aprenda a morir” de Ray Bradbury
Piero Galasso

jueves, 8 de agosto de 2013

FLACO por Luc Dupont

En el momento en el que los cuchillos de la cocina comiencen a afilarse con esmero cuando no los miras y las ventanas se tornan tapias de hormigón manchadas por las cenizas de cigarrillos olvidados, llega el momento de escapar limpio o mancharse entero y enfundarse de nuevo la piel de gitano camaleón capaz de imitar cualquier color y embadurnarse de cualquier estado de ánimo sin perecer.
Antes de cargar las escopetas y apretarse el cinturón de cuero para salir a la guerra, siéntate a fumarme, a consumir mi relato sin prisa por volver a sentirte miserable. En cada calada nuestros tiempos se abrazan y despiertan ante la certidumbre de que el tiempo es circular y donde te encuentras ahora no es más que la continuación de algo anterior y la precuela de un drama o comedia posterior que te dejará sin aliento ni motor. 

Los pelos y la piel que dejamos cada noche en la almohada son las palabras que escribiste ayer, son ya tan poco tuyas como mías, al de ayer no se parece nadie. El de ayer era un tipo más.

Antes de rendirte, obsérvate y grítate tus vergüenzas , échate en cara todos y cada uno de tus miedos para acabar riendo y abrazando cada una de tus maravillosas derrotas. No somos más que escritores buscando la gran goma de borrar para comenzar a crear de cero.
Primero de volverte inútil y aterciopelado en el sofá, recuerda cuando volabas bailando con la más elegante de las mujeres. Acuérdate de lo bien qué vestías aquella noche y el halo mágico que desprendías. Allá fuera todos te miraban con el corazón en la mano esperando otro destello eléctrico de tu cajón de sorpresas.
Recuerda también cuando te subiste al escenario de la vida después de otro ocaso mortal y el silencio se apoderó del incrédulo público que aguardaba otra mediocridad del tipo solitario. Las miradas se afilaban mientras disparabas lindas palabras certeras escritas desde el órgano bombero de líquido rojo que siempre te salva. El verano volvió a su punto álgido gracias a tu gracia y verborrea. Todos te esperaban en la eterna sala de espera del jodido tiempo extractor de muelas amorosas y apareciste entero y redondo. Radiante.
Por eso, antes de ponerte loco y que le vomites tus entrañas al primero que pase, piensa. Ni verano ni Navidad son buenas épocas exorcizantes. Y si no haces caso y te vas a ningún lugar con la mirada perdida y el corazón reventado, explota con amor.

Luc Dupont.

lunes, 29 de julio de 2013

ALIAS por Luc Dupont


Cuando todo se terminó para Xoel, solamente le quedó la playa. Su playa. Una de esas playas gallegas, rubias por su arena y su luz, suave pero salvaje cuando se tercia. No hay nada mejor que el atardecer gallego para acompañar un ocaso personal. Ese sol que brilla con fuerza hasta las diez de la noche en las Rías Baixas es el mejor cómplice de los corazones quebrados y las manifestaciones esporádicas de soledad buscada. 

Cuando el amor de ella se acabó, se aferró al bolígrafo como los ahogados se agarran a cualquier trozo de madera vieja. Escribir, escribir, escribir lo que sea para trazar cualquier atisbo de luminosidad que consiga que la oscuridad se contagie de alma. Dicen que los poetas y cantantes precisan de dolor para afinar sus talentos, y que la voz quebrada y la pluma herida consiguen transmitir sentimientos a la misma velocidad que las hemorragias brotan sangre sin cesar. Curiosos los caminos de la inspiración. Imposible hacerle el amor a un bolígrafo.

Xoel se sabía ya pertenecedor a otra época personal; y ya que todo lo conocido parecía empecinado en esfumarse, sabía que debía buscar como fuese brotes verdes de alguna nueva promesa, encontrarse a gusto de nuevo en alguna letra de canción que no se revolcase en el pasado. Cubriría sus ojos con la protección de unos cristales Ray Ban antideslizantes de sentimientos y se disfrazaría de cualquier elemento animal para pasar el verano sin pena ni gloria. Salir a respirar en Septiembre es el objetivo, volver a gastarse sus pequeñas ganancias en copas y convertirse en una especie de Rómulo extemporáneo amamantado por lobas curvilíneas.

 Desenvainando su libreta del desgastado bolsillo de su americana, comenzó a trazar el nuevo camino y los nuevos planes con esmero y ambición. Fue poco a poco vomitando sus entrañas en forma de versos anárquicos pero digestivos y consiguió llenar de reproche y pasado todos los renglones respetando el margen. En cada línea las palabras se querían matar y las frases se rebelaban contra su autor, escupiéndole en la cara. Después de soltar lastre cerró aquel maldito cuaderno y lo tiró al mar para que las olas lo llevasen lejos.
Para cerrar el telón Xoel sabe que hay que vestirse bien, beber hasta matarse y a poder ser, ponerse un sombrero ambicioso que favorezca relativamente la imagen física sin perjudicar en ningún momento la visión del individuo.
Luc Dupont.

sábado, 20 de julio de 2013

ALIAS por Piero Galasso

26/05/1976

El silencio gobernaba su parlamento con regia mano y sutil dolor. Sus cuerdas vocales, temerosas, eran el ataúd de sus emociones.Nadie comprendía aquel perpetuo callar de un hombre al que su genio lo engulló postrándolo enfermo en su lecho de resignación. Las viejas portadas que todavía cuentan su verdad desde las paredes de los locales de Blues de la calle Roadhouse, literalmente, se deshacen en elogios hacia un hombre que inventó un nuevo estilo, una nueva forma de sentir. Robert Johnson, Muddy Waters, Bo Diddley, Chuck Berry, B.B King , Howlin´ Wolf y la innumerable lista de artistas blancos imitadores de éstos, en algún punto de sus dilatadas carreras, reconocieron la importancia de Mumfred Carter en el devenir de su obra musical.  Como tantos otros chicos negros hijos del Mississippi su formación musical se completó en un coro Gospel de la mano del Reverendo Jackville, quien se confesaba un enamorado de la actitud y vocación musical del chico. Carter poseía la habilidad de reproducir cualquier sonido mecánico o natural sin más instrumento que su glotis. Los otros chicos se celaban e intentaban competir con el pequeño Mumfred pero la velocidad con la que el chico desarrollaba sus aptitudes con la guitarra eran sobrenaturales. Más adelante, el muchacho era conocido por Hurricane fingers y su impronta se comenzaba a notar entre las huestes de imitadores que tuvo desde muy temprana edad quienes intentaban reproducir su capacidad vocal y sus movimientos con los acordes. Los hombres gritaban durante sus espectáculos demostrando experimentar sensaciones que ningún guitarrista había provocado antes. Las mujeres, por contra, se imaginaban guitarras deseando ser amplificadas a arte a través de las incontenibles manos de fingers. En su época de vino y rosas, Hurricane Fingers era el deseado, aquel a quien tener en cuenta, un ser que iluminaba cualquier estancia sólamente cuando alguien pronunciaba su nombre. Pero el muchacho padecía un grave conflicto interior. Su educación católica chocaba con el libertinaje propio del mundo bohemio. La muerte de su baterista Al Carsson, encontrado sin vida en un retrete público con una jeringuilla clavada en el muslo, supuso el punto de inflexión. Munfred se culpaba de la muerte de aquel chico de 21 años. Se prometió convertirse en un hombre normal, en alguien lejos del centro de atención y lo logró sellando sus labios y cegando sus dedos.
A día de hoy, a sus 76 años , es un hombre que comienza a eliminar lo superfluo para lograr la paz. Es un hombre en el otoño de su vida.


Piero Galasso

jueves, 4 de julio de 2013

DINERO por Piero Galasso

Abres los ojos. La luz golpea y se viene el primer envite. Coño, molesta. Que sea la última vez que te permites hacer una frase con esas dos palabras juntas. Benditas comas.
Atesoras en tu boca medio millón de gérmenes más que hace nueve horas y no sabrías describir que sabor campa a sus anchas por tu boca. No es dulce. Salado tampoco. Un poco de las dos. ¡Qué más da!, al fin y al cabo lo único que te importa ahora es seguir con tu nueva y preferida rutina. Nervioso, enciendes un cigarrillo para que el humo le de la teatralidad que se merece el momento, y ya sientes en tu interior  regocijo y tus mofletes comienzan a contraerse. EL MOMENTO. Las personas de tu alrededor contemplan un tipo semidesnudo que se sonríe y se sabe dichoso y en su felicidad sólo tiene ojos para el milenario tesoro en perpetuo movimiento delante suyo. El océano ,por su parte, parece agradecer su admiración enviando a la brisa para que desordene los cabellos de su nuevo acólito.
La mejor utilidad del dinero es que sirve para comprar anonimato. De vez en cuando haces la transacción pertinente y experimentas la felicidad del que disfruta de algo que no es suyo y lo disfruta al máximo sabedor de que tiene fecha de caducidad.
Cuando eres anónimo no encuentras noes y los síes se agolpan en tropel en las comisuras de tus labios, de tal modo que tu boca se abre generando una amplia sonrisa imperturbable. Es por ello que este cuaderno a dos mentes funciona y aún tiene sentido porque ni Luc es Dupont ni Piero es Galasso.
Así que cambiaría el dicho y diría que la felicidad no se compra con dinero pero sí el billete de avión hacia el lugar donde sabes que puedes encontrar un amor sincero.


Piero Galasso

jueves, 20 de junio de 2013

DINERO por Luc Dupont


  • París huele a dinero. Tú hueles más a mar y a libertad. Y en este intervalo de tiempo insignificante e indoloro nos dibujo tranquilos y metódicos, perdidos en nuestras cosas y ajenos a los temporales venideros. Que nos coja calientes.
    Montmartre se presenta a mis pies con un sol radiante y una promesa de que cada peldaño subido merecerá la pena. Lo único que se añora en el paisaje es el Mediterráneo, que parece asomar la cabeza en cada plaza y esconderse avergonzado de no bañar los sueños capitales de los parisinos. Dicen que el Mediterráneo anda raro con su querida Europa, dicen que la quiere abandonar, que la vieja se ha vendido a la más burda de las mentiras y que él todavía quiere ser bohemio rico en París, dicen que un día va a subirse a Montmatre a reventar.
    La plaza du Tertre también huele a dinero y debemos alargar los cafés para cerrar el agujero provocado en el bolsillo. Pintores de primera y de segunda ofrecen sus lápices al mejor postor; cada trazo dibujado en París vale un pastón, todos nos afanamos en inmortalizar recuerdos pues pronto se nos acabará el dinero y nos mandarán a casa. Pero este sol vale un millón, y la compañía más. Mi piel respira la belleza del mundo y las farolas comienzan a iluminar los puentes del Sena.

    Estudiantes recién salidos del instituto escupen naderías en francés conocedores de su condición superior de parisinos. Yo los observo como el pueblerino recién llegado a la capital, boquiabierto a cada paso y anonado con la sensualidad de los sonidos, de las ropas, de las facciones. Las narices afiladas de los franceses se nutren de exhibicionismo, de derroche fatuo y delicioso. Sus gestos son tan caros como las gotas de champagne.


    Encantado de respirar el aire monumental de París y poder transitar tímidamente por sus arterias de oro, me permito caminar como si tuviese estilo, como si fuese parisino.

    Luc Dupont.

sábado, 8 de junio de 2013

CANTANTE por Piero Galasso

Aquiles entra en el local, toma asiento y se recrea contemplando el trajín de esa específica parte del mundo a través de la vidriera. La camarera, airada, se indigna con que ni se molestase en acercarse a la barra a transmitirle de que clase era la necesidad de su apetito que quería satisfacer. Con paso tordo, se acercó a su cliente y , mecánicamente, inquirió:

- Buenas tardes caballero, ¿qué quiere tomar?.

Aquiles se detuvo en su absorción al sentir el estruendo de las palabras tan cerca de su rostro y recordó aquel artículo sobre la neurología y las células espejo que habitan en los cerebros de los infantes y procuró desempeñarse socialmente de la mejor manera.

- Un café sólo y no se moleste en colocar cucharilla o azúcar en el platillo. Gracias- Dijo con resuello

La mujer , amparada en su sonrisa de plástico, se dirigió a realizar su tarea pensando en la extrañeza que advirtió en la mirada del hombre. Normalmente, los varones suelen recrearse furtivamente en su busto mientras la creen agasajar con chascarrillos buscando una sonrisa verdadera. Este caballero, en cambio, simplemente ordenó su específica comanda con tibieza y sustrajo un bolígrafo y un cuaderno los cuales empleó para ponerse a escribir.
Curiosa y, una vez hubo entregado la consumición, intentó leer de soslayo algo de entre lo que aquel hombre llevaba escrito. En su premura y por lo limitado de su tiempo, sólo distinguió tres palabras que, anejadas, eran la fórmula de una pregunta:


¿QUÉ TAL TODO?

Dicha cuestión llamó su atención dado que si colocase en el océano una piedra de azúcar por cada vez que la escuchó, éste perdería su condición salada en favor de una edulcoración extrema. Siempre se decía que el lenguaje se ha domesticado y manoseada hasta tal extremo que a una mastodóntica pregunta como ésa, el Omnia, la totalidad, solemos contestar trivialidades vulgares como bien, mal , ya ves.

En estos pensamientos estaba sumida cuando, de golpe, sus gráciles facciones se evaporaron convirtiéndose en una mujer sin rostro y la realidad y la fantasía de Aquiles se entremezclaron por un instante, corto, haciéndolo dudar de si en ese preciso momento, la vida era sueño.


Piero Galasso

jueves, 9 de mayo de 2013

CANTANTE por Luc Dupont


Acariciaba sus sueños con la misma delicadeza que abrazaba sus miedos, de vez en cuando dejándose algo más que la piel en una tarde cualquiera. Las rutinas son suaves y asfixiantes, se decía, el mundo no deja de jugar con nosotros y engañarnos constantemente en una representación que no sabemos entender. Él le ponía sentimiento a sus rutinas y las nuestras arañando las cuerdas de su inseparable guitarra, ajeno al ruido de los demás, seguro de entonar mejor las palabras que los días.

Su corazón, como suele ocurrir,  se rompió de madrugada, y jamás volverá a decir quizás, y quizás no vuelva a decir jamás. Ahí está él, enroscado en su rincón y en sus dudas, más caliente que perdido, más redondo que cuadrado.

Lo mejor de las canciones es que nos llevan de repente, nos gritan lo que estamos deseando a gritos que nos susurren, nos pierden y nos ayudan a encontrarnos con nuestro repertorio privado de objetos y armas perdidas. Morder a alguien no está permitido, pero si es por su bien todo se olvida.

Benditos aquellos capaces de cortejar los oídos ajenos con una voz decente. Con el temple correcto y palabras deliciosas, cualquier robo será perdonado, ojalá nos roben el corazón y las dudas con promesas vacías pero elegantes.

Llevemos hasta el final nuestro afán por abandonar nuestro raciocinio en una canción y tiremos por tierra cualquier intento de autocontrol en cuanto aparezcan los primeros acordes de ilusiones desconocidas. 

Dejemos paso al viento para cambiarlo todo y  que todo siga siendo igual.

Que nunca mueran los cantantes.

Luc Dupont.

domingo, 3 de marzo de 2013

VINO por Luc Dupont

Me esperas en la mesa en perfecta soledad acompañada, dispuesta a hacerme volver a sentir sentimientos olvidados. A recordar momentos que dejé en el cajón de los desperfectos, luchando para vestirme de domingo. Quieres encender las luces apagadas y envolverme con tu manto eléctrico. Poner a danzar a todos mis rincones oscuros y hacer volar el estúpido templo de la mediocridad con un movimiento mágico, el de rodearte con mis manos y oler tu cuello con curiosidad.


En la mesa de madera más antigua que tus ramas o tus venas te mueves haciendo valer tus curvas con disimulo. Estás deseando que me acerque, no entiendes de otra cosa que no sean las distancias cortas. Eres la sirena más dulce que ha reventado mis oídos. Cómo negarse a hacerte un hueco, a sentarse contigo y dejar que el morado me bañe y me haga suyo.

Mi nariz te busca y te sorprende fácil, todavía me engañas con trucos baratos y a veces te confundo con algo mejor, hay ocasiones en las que me tomas el pelo y yo me dejo. Mis manos te abrazan y te siento mía, como si tus carnes acristaladas se estremecen por el calor ofrecido de un amante ávido por aprender. Mi boca se acerca con paciencia a tí, preguntándome en el camino cómo serás, cuál será tu alma esta vez, si me deleitarás con un trago inolvidable y un momento estelar.

 Como los placeres sagrados, tu nivel no depende del dinero demandado por el intermediario del cielo. Descubrir tu santidad en una barrica escondida es como descubrirse a uno mismo en un estado de ánimo deslumbrante. Aprender a sentirte es una de las más preciosas artes.

 Pegados a tí nuestras promesas son magníficas y nuestras mentiras dulces. Podemos tener el valor de soñar y temblar sin miedo, convertirnos en seres leves y danzantes que no pretenden otra cosa que navegar. Color violáceo y violante de nuestras ingenuidades, préñanos de ilusión.

 Queremos dejar que recorras nuestras gargantas lentalmente, que despistes nuestras narices y nos acompañes en nuestras miserias y nuestros pasatiempos; que nos susurres al oído nuestra vida entera, que nos deleites con historias viejas y nos lleves a casa para acostarnos borrachos.

Queremos morir ahogados en una copa de tinto.

Luc Dupont.

domingo, 17 de febrero de 2013

ENREDO por Luc Dupont



El señor Ramón Martínez Ocaña, con número de DNI 45764591L y fecha de caducidad para el próximo Febrero, se despertó el tres de marzo sobre las doce de la mañana. Era Lunes y querría haberse despertado antes, pero estar en el paro y la botella de vino que se sopló el día anterior, domingo, lo retuvieron en la cama hasta el mediodía. Sus primeros pasos luneros fueron tan pausados y lentos como los primeros pasos lunares del señor Armstrong astronauta, del cual no conocemos si además del apellido compartía el gusto de su homónimo ciclista por las sustancias ilegales y las conductas bochornosas en programas de televisiones de pago presentados por señoras de color. Negro.

Con una taza de café con leche en la mano abrió su cuenta personal de facebook y leyó en su bandeja de entrada uno de los habituales mensajes de su madre. Se había convertido en costumbre comenzar el día con uno de esos artículos, frases motivadoras o imágenes interesantes que le enviaba la Señora Ocaña, con DNI pendiente de renovación este mes y reacia a utilizar el nuevo DNI electrónico.

El artículo versaba sobre las  serendipias, sí,`` descubrimientos o hallazgos afortunados e inesperados. También conocidas por este nombre la casualidad, la coincidencia o un accidente. Sin duda, maneras muy románticas de hallar algo´´según el texto.

Ramón Martínez Ocaña decidió agarrarse a las serendipias como su medida de reinserción laboral, y con paso firme se metió en el baño con el limpio afán de ducharse y matar dos pájaros de un tiro: recibir la inspiración divina en forma de serendipia , (ya que es sabido que el agua favorece las facultades del pensamiento), y de paso recordarle a su cuerpo los favores del jabón, pues ya hacía tiempo de su última incursión en la bañera.

Con dedicación alemana, frotó todas sus zonas corporales con la esponja,  esperando que su mente despertase a la vez que su piel, y su cabeza se iluminase con algo genial, eléctrico, luminoso y potente que dejase a todo el mundo boquiabierto, sorprendido, extrañado, abrumado.

Pero su cabeza no se espabilaba y su piel se arrugaba con el tiempo como testigo impasible y divertido de la confusión vital que experimentaba un hombre cualquiera de Ciudad Real con el DNI terminado en número impar y la piel visiblemente arrugada por el peso de sus sueños.
Ramón Martínez Ocaña se encontró decepcionado al mirar a su reloj de baño de reojo y descubrir que ya habían transcurrido treinta minutos desde el inicio de su sesión de limpieza espiritual sin habérsele ocurrido nada potable en su pozo cerebral de sabiduría. Alzó su pie izquierdo para escapar de aquella bañera cruel con la pésima suerte de resbalarse y romperse el fémur estrepitosamente con un sonido seco y bello que representaba el final de algo y el principio de algo.

Después de varios penosos y tensos días en el hospital soportando operaciones y visitas familiares le ofrecieron una guitarra y él la agarró con ganas, como si fuese un jamón ibérico. Sus dedos se deslizaron por las cuerdas y su voz se desgarró para cantar una de las mejores versiones de Yesterday que se recuerden en la tercera planta de cuidados intensivos del hospital público anteriormente conocido como Duques de Palma y ahora en espera de ser rebautizado.

Saquen sus propias conclusiones, hábiles roedores de historias.


Luc Dupont.

viernes, 1 de febrero de 2013

ENREDO por Piero Galasso


Ocurre todos los días. Gritos, carreras,coordinación, impacto, éxito.Y momentáneamente, viene la dicha y su postgusto. Hasta que vuelve a girar la rueda y lo mismo, con mayor o menor grado de fortuna, se repite una y otra vez. Porque eso representa para los niños una pelota, la cancha, en definitiva, el fútbol. Ponerse de acuerdo unos con otros para engañar a los contrarios y soltar chanzas todos juntos y abrazarse celebrando un triunfo colectivo. Incluso el apático barrilete carente de conocimientos de  astronomía alguna que paladea su caramelo de dulce de leche es partícipe  de la victoria porque distrajo a un oponente con una milonga cualquiera sobre la polera de la mina que le gusta. Al carajo se van las provocaciones al rival, los golpes y los malos gestos y empellones. Convertimos, lo logramos, comenzamos de nuevo hasta que sea de noche o tengamos que retornar al aula o las viejas comiencen el histérico y temido  llamado que ponga fin al juego. Y en todos los lugares donde los niños son libres tras un balón, hay uno que ríe con cualquier giro, admira a los contrarios virgueros pero se sabe mejor y más determinante. Normalmente es el que no juega a míster , el que la toca sabiendo por donde saldrán los compañeros y los de enfrente, el que se anticipa , el que más rie corriendo hacia su meta a juntarse con los compañeros en un abrazo sin parangón tras entregar la bola a la red de los otros. Ése es Messi.  Este muchacho descose la pelota a cada lance, cada jugada y la transforma en una línea recta que, siguiendolá, los contrarios pueden saber por donde se les fue, nunca por donde se les va a ir. Parece un obstinado niño falto de cariño al que sólo se le ocurre convertir para llamar la atención de sus compañeros , prolongando un afecto grupal que parece no tener fin. Sólo te pido, Dios, que nunca jamás la redonda se torne cuadrada porque me matás al niño, al bueno de verdad, porque le das la posibilidad de meterla por la escuadra de manera perfecta, que es lo que parece empeñado en conseguir lance tras lance. Háganme el favor de orar todos conmigo.


Piero Galasso