martes, 22 de noviembre de 2011

PENSAMIENTO por Carlos Terceramano

Me pidió prudencia y le di velocidad. Apuré al límite porque sabía que no nos quedaba mucho tiempo, pero ella insistía en hacer las cosas de una manera ordenada, hablar tranquilamente. Le dije que no sabía hacer las cosas así, que si lo hacíamos tendría que ser a toda velocidad, tan rápido que no pareciese que fuésemos nosotros, apartar toda reflexión del horizonte. Eso o nada le dije. Y por supuesto aceptó. Follamos en el tercer hostal más barato que encontramos en Madrid, llevábamos todo el día hablando de tonterías, de lo que se supone que se habla después de estar mucho tiempo sin verse.

Yo sólo quería acostarme con ella y tratarla como a una puta, que me comiese la polla mientras le tiraba del pelo con fuerza y agarraba una teta preciosa con la otra mano. El tiempo se agotaba y no merecía la pena aparentar ser un caballero y de todas formas ella tampoco era una señorita.

Al día siguiente se fue, y yo me fui en la misma dirección pero en sentido opuesto. Sabía que no nos volveríamos a ver en algún tiempo y que tendría que seguir sin ella, y en lo único que podía pensar antes de desaparecer era que muchos más harían con ella lo que había hecho yo hacía unas horas, y ese pensamiento sigue en mí molestándome de vez en cuando como cuchillos en mi mente.


Carlos Terceramano



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