La disparatada luz de las dos lunas rebotaba en su rostro cegándome por momentos. Me miraba fijamente a los ojos y en ellos no atisbaba más que un reflejo de la dicha de los tiempos pretéritos, hundidos en el lodazal de la nostalgia. Cuando tomaba mi mano, en su piel fría y sesgada por el reloj, sus vellos no respondían al estímulo de mi cálida mano. Su cuerpo pregonaba una juventud de la que su alma parecía sentirse prisionera . Pero ella hacía ya tiempo que no se sentía identificada con la luz y fantaseaba con el final del trayecto al igual que el galgo ajado que contempla al conejo mecánico partir y simplemente mira hacia otro lado y se acomoda en el barro de la pista del canódromo enfermo de competición. Sus palabras ya sólo eran respuestas concisas a mis incansables ansias de quererla cada día más, aún sabiendo que ella ya tenía una nueva compañera con la que jamás podría ,ni tan siquiera, llegar a un acuerdo de custodia compartida. Era inevitable que perdiese la compostura en determinadas situaciones debido a su ardiente e indolente pasividad. Hundido ,con la única fuerza que mi hercúleo amor hacia ella me concedía, envasaba al vacío mis ansias de saltar en la sanguinolenta oscuridad. Hasta que un buen día, noté una fuerza extraña en su rostro ya casi huérfano de humanidad. Sus facciones hieráticas ganaron aquella mañana expresión y determinación, síntoma de que un sentimiento de esperanza había brotado salvando la inanición de su espíritu. Comenzó a gritar mi nombre de un modo como nunca jamás lo había hecho. Atolondrado por la premura y salvando los muebles de mi vivienda, acudí raudo al llamado de mi querida esposa acercando mi oído derecho a su todavía bella boca y escuché:
El amor que me procesas ha conseguido interrumpir una visita que llevo esperando desde antes que surgiera la segunda luna. Tu verdad y tu verbo me han mantenido erguida porque has despertado en mí ganas de victoria, de resistir, de despertar cada mañana y contemplar tu gesto incrédulo al comprobar que mi corazón latía al compás de tu querer. Pero un nuevo giro ha llegado y me aventuro en la dirección que siempre quise aún desconociendo que es lo que me deparará mi suerte. Que los vientos consigan que olvides este cuerpo marchito que ya no me seduce y recuerdes como éramos aquella deliciosa tarde en que creamos la primera luna...
Y doblándose hacia delante su recuerdo comenzó a agigantarse.
Piero Galasso
sábado, 22 de febrero de 2014
domingo, 24 de noviembre de 2013
VOMITAR por Luc Dupont
Dejé el tabaco como se despiden a los
buenos amantes, con un beso en los labios y una media vuelta
sinlenciosa pero definitiva. Nos vemos, aunque disimulemos en ciertas
ocasiones nuestras miradas se cruzan y vemos tendidos en el suelo los
cables ya muertos que un día transportaron electricidad entre
nosotros y nos dejaron jugar al juego más suicida de la tarde. Dejé
el tabaco y me marché con mi café.
Mi café me visita por las mañanas y
me recuerda que vivo en su tela de araña de cafeína. Dulce condena
para cualquiera. El invierno comienza a golpear con fuerza en las
puertas de esta ciudad monstruosa y los granos de café son
triturados y molidos sin compasión por unos ciudadanos abrigados ya
hasta las cejas de ropas deliciosas pero desnudos de alma, tiritando
de corazón.
Cuando hace frío el café se torna
violáceo y el líquido milagroso llamado vino corre por mis venas
luchando con la moribunda rabia que me impregna al abrir las páginas
de cualquier periódico. Las letras de los titulares son tan dañinas
para las entrañas que solo se me ocurre ahogarlas y preñarlas de
vino para que se pongan a bailar una danza miserable con los
recuerdos de una conciencia ya olvidada. Parece que todos somos
víctimas de una borrachera no buscada en la que fueron otros los que
disfrutaron, bailaron, se follaron a nuestras mujeres y nos vomitaron
por encima. Y nosotros ahora somos los barrenderos de un botellón en
el que no participamos. Somos la puta del banquero y de cualquier
sinvergüenza que nos pague veinte duros por abrirnos de piernas.
La ciudad también se me abre de
piernas y yo no me puedo negar a invitaciones fantásticas. Camino
lentamente y nosé donde mirar, el suelo está más limpio que el
cielo, ya no me compran con vuelos de low cost, necesitamos un viaje
galáctico o un buen polvo para sacudirnos la pereza. De momento, por
la hora y por el tiempo, me conformo con hacer el amor con un café y
jurarle amor eterno.
Luc Dupont.
martes, 13 de agosto de 2013
MENTIRA por Luc Dupont
¿Cuántas promesas hemos roto y reciclado en perfectas conveniencias actuales? Nuestros lunares nos acusan de haber renunciado a nuestros principios en más de una batalla, nos delatan ante los ojos de otro pecador. Cuando la guerra termina, las máscaras se intercambian entre supuestos vencedores y vencidos, entre malditos y maldecidos.
Nuestros ayeres y nuestras tierras quemadas arrasan los ojos y trafican con órganos capitales; después de ponernos en rebajas es complicado que alguien nos vuelva a comprar por precio completo. Ya sabe usted, querido comprador que conmigo siempre van unos cuantos puntos suspensivos a veces suaves, a veces más violentos que las cuentas no saldadas. Todos tenemos cartas que debemos esconder con cobardía y palabras que nos hacen agachar la mirada, mentiras de algodón, pasado infinito.
En nuestros alardes de juegos malabares residirá nuestra pericia de caminar por la cuerda floja de los trapecistas del tiempo impertinente. Nuestras pisadas deberían ser cristales de bohemia, elegantes pero fáciles de romper, espejos retrovisores que nos avisen de cómo nos adelantan nuestras mentiras por la derecha.
Gracias a Dios existen ciudades multitudinarias donde no ser nadie, canciones capaces de hacernos olvidar, poemas de naufragios anteriores, islas desiertas, lágrimas de cocodrilo, soles de madrugada.
Luc Dupont.
Nuestros ayeres y nuestras tierras quemadas arrasan los ojos y trafican con órganos capitales; después de ponernos en rebajas es complicado que alguien nos vuelva a comprar por precio completo. Ya sabe usted, querido comprador que conmigo siempre van unos cuantos puntos suspensivos a veces suaves, a veces más violentos que las cuentas no saldadas. Todos tenemos cartas que debemos esconder con cobardía y palabras que nos hacen agachar la mirada, mentiras de algodón, pasado infinito.
En nuestros alardes de juegos malabares residirá nuestra pericia de caminar por la cuerda floja de los trapecistas del tiempo impertinente. Nuestras pisadas deberían ser cristales de bohemia, elegantes pero fáciles de romper, espejos retrovisores que nos avisen de cómo nos adelantan nuestras mentiras por la derecha.
Gracias a Dios existen ciudades multitudinarias donde no ser nadie, canciones capaces de hacernos olvidar, poemas de naufragios anteriores, islas desiertas, lágrimas de cocodrilo, soles de madrugada.
Luc Dupont.
sábado, 10 de agosto de 2013
FLACO por Piero Galasso
Busque sentirse agraciado.Prepárese un combinado suave y relájese en su diván escuchando “Blue train” de Coltrane. Regálese ese momento reparador. Se lo ha ganado. Ha sido usted un remarcable individuo en el desempeño de su jornada laboral y se merece una victoria. Olvíde esas estupideces que copan su pensar arbitrariamente y abandónese al gozo. Siempre es mejor disfrutar un puro que apurar un cigarrillo en una situación como esta. Calma. No existe nadie más en su mundo. Usted es el ahora y el futuro cercano. Elija vivir en blanco y negro en la época de la alta definición. Macere su organismo con el suave rumor de la música . Imagínese el único convidado a un recital atemporal. Todo gira a su alrededor. Es usted la luz que gobierna un sistema planetario.
Le recomendaría un libro pero, dadas las circunstancias, se antoja primordial cerrar los ojos para redondear la situación y estar preparado. Experimente el sueño que le venga en gana antes del que ha de escaparse de su control. De tal modo que cuando la luz se disipe se convierta usted en director, guionista y productor y no se preocupe, la banda sonora ya la tiene de antemano. Por una vez, encadene al subconsciente, aunque se resista, y experimente el placer de recrearse en los recovecos de su mente. Y cuando la música termine y su diván adquiera una estupenda quemadura de cigarro puro, diríjase a la sala de baño, llene un balde de agua fría y sumerja su cabeza en intervalos de 5, 10 y 15 segundos. Acto seguido, acuda a la llamada de Morfeo con la curiosidad y el subconsciente desatados. Despeje la ropa de la cama, despójese del batín y deslícese entre las sábanas. Lentamente, le sobrevendrá la más dulce las muertes mientras, desde la carátula, John Coltrane parecerá contemplarlo con una mezcla de satisfacción y orgullo en su mirada.
Extracto del libro “ Aprenda a morir” de Ray Bradbury
Piero Galasso
jueves, 8 de agosto de 2013
FLACO por Luc Dupont
En el momento en el que los cuchillos de la cocina comiencen a afilarse con esmero cuando no los miras y las ventanas se tornan tapias de hormigón manchadas por las cenizas de cigarrillos olvidados, llega el momento de escapar limpio o mancharse entero y enfundarse de nuevo la piel de gitano camaleón capaz de imitar cualquier color y embadurnarse de cualquier estado de ánimo sin perecer.
Antes de cargar las escopetas y apretarse el cinturón de cuero para salir a la guerra, siéntate a fumarme, a consumir mi relato sin prisa por volver a sentirte miserable. En cada calada nuestros tiempos se abrazan y despiertan ante la certidumbre de que el tiempo es circular y donde te encuentras ahora no es más que la continuación de algo anterior y la precuela de un drama o comedia posterior que te dejará sin aliento ni motor.
Los pelos y la piel que dejamos cada noche en la almohada son las palabras que escribiste ayer, son ya tan poco tuyas como mías, al de ayer no se parece nadie. El de ayer era un tipo más.
Antes de cargar las escopetas y apretarse el cinturón de cuero para salir a la guerra, siéntate a fumarme, a consumir mi relato sin prisa por volver a sentirte miserable. En cada calada nuestros tiempos se abrazan y despiertan ante la certidumbre de que el tiempo es circular y donde te encuentras ahora no es más que la continuación de algo anterior y la precuela de un drama o comedia posterior que te dejará sin aliento ni motor.
Los pelos y la piel que dejamos cada noche en la almohada son las palabras que escribiste ayer, son ya tan poco tuyas como mías, al de ayer no se parece nadie. El de ayer era un tipo más.
Antes de rendirte, obsérvate y grítate tus vergüenzas , échate en cara todos y cada uno de tus miedos para acabar riendo y abrazando cada una de tus maravillosas derrotas. No somos más que escritores buscando la gran goma de borrar para comenzar a crear de cero.
Primero de volverte inútil y aterciopelado en el sofá, recuerda cuando volabas bailando con la más elegante de las mujeres. Acuérdate de lo bien qué vestías aquella noche y el halo mágico que desprendías. Allá fuera todos te miraban con el corazón en la mano esperando otro destello eléctrico de tu cajón de sorpresas.
Recuerda también cuando te subiste al escenario de la vida después de otro ocaso mortal y el silencio se apoderó del incrédulo público que aguardaba otra mediocridad del tipo solitario. Las miradas se afilaban mientras disparabas lindas palabras certeras escritas desde el órgano bombero de líquido rojo que siempre te salva. El verano volvió a su punto álgido gracias a tu gracia y verborrea. Todos te esperaban en la eterna sala de espera del jodido tiempo extractor de muelas amorosas y apareciste entero y redondo. Radiante.
Por eso, antes de ponerte loco y que le vomites tus entrañas al primero que pase, piensa. Ni verano ni Navidad son buenas épocas exorcizantes. Y si no haces caso y te vas a ningún lugar con la mirada perdida y el corazón reventado, explota con amor.
Luc Dupont.
lunes, 29 de julio de 2013
ALIAS por Luc Dupont
Cuando todo se terminó para Xoel, solamente le quedó la playa. Su playa. Una de esas playas gallegas, rubias por su arena y su luz, suave pero salvaje cuando se tercia. No hay nada mejor que el atardecer gallego para acompañar un ocaso personal. Ese sol que brilla con fuerza hasta las diez de la noche en las Rías Baixas es el mejor cómplice de los corazones quebrados y las manifestaciones esporádicas de soledad buscada.
Cuando el amor de ella se acabó, se aferró al bolígrafo como los ahogados se agarran a cualquier trozo de madera vieja. Escribir, escribir, escribir lo que sea para trazar cualquier atisbo de luminosidad que consiga que la oscuridad se contagie de alma. Dicen que los poetas y cantantes precisan de dolor para afinar sus talentos, y que la voz quebrada y la pluma herida consiguen transmitir sentimientos a la misma velocidad que las hemorragias brotan sangre sin cesar. Curiosos los caminos de la inspiración. Imposible hacerle el amor a un bolígrafo.
Xoel se sabía ya pertenecedor a otra época personal; y ya que todo lo conocido parecía empecinado en esfumarse, sabía que debía buscar como fuese brotes verdes de alguna nueva promesa, encontrarse a gusto de nuevo en alguna letra de canción que no se revolcase en el pasado. Cubriría sus ojos con la protección de unos cristales Ray Ban antideslizantes de sentimientos y se disfrazaría de cualquier elemento animal para pasar el verano sin pena ni gloria. Salir a respirar en Septiembre es el objetivo, volver a gastarse sus pequeñas ganancias en copas y convertirse en una especie de Rómulo extemporáneo amamantado por lobas curvilíneas.
Desenvainando su libreta del desgastado bolsillo de su americana, comenzó a trazar el nuevo camino y los nuevos planes con esmero y ambición. Fue poco a poco vomitando sus entrañas en forma de versos anárquicos pero digestivos y consiguió llenar de reproche y pasado todos los renglones respetando el margen. En cada línea las palabras se querían matar y las frases se rebelaban contra su autor, escupiéndole en la cara. Después de soltar lastre cerró aquel maldito cuaderno y lo tiró al mar para que las olas lo llevasen lejos.
Para cerrar el telón Xoel sabe que hay que vestirse bien, beber hasta matarse y a poder ser, ponerse un sombrero ambicioso que favorezca relativamente la imagen física sin perjudicar en ningún momento la visión del individuo.
Luc Dupont.
sábado, 20 de julio de 2013
ALIAS por Piero Galasso
26/05/1976
El silencio gobernaba su parlamento con regia mano y sutil dolor. Sus cuerdas vocales, temerosas, eran el ataúd de sus emociones.Nadie comprendía aquel perpetuo callar de un hombre al que su genio lo engulló postrándolo enfermo en su lecho de resignación. Las viejas portadas que todavía cuentan su verdad desde las paredes de los locales de Blues de la calle Roadhouse, literalmente, se deshacen en elogios hacia un hombre que inventó un nuevo estilo, una nueva forma de sentir. Robert Johnson, Muddy Waters, Bo Diddley, Chuck Berry, B.B King , Howlin´ Wolf y la innumerable lista de artistas blancos imitadores de éstos, en algún punto de sus dilatadas carreras, reconocieron la importancia de Mumfred Carter en el devenir de su obra musical. Como tantos otros chicos negros hijos del Mississippi su formación musical se completó en un coro Gospel de la mano del Reverendo Jackville, quien se confesaba un enamorado de la actitud y vocación musical del chico. Carter poseía la habilidad de reproducir cualquier sonido mecánico o natural sin más instrumento que su glotis. Los otros chicos se celaban e intentaban competir con el pequeño Mumfred pero la velocidad con la que el chico desarrollaba sus aptitudes con la guitarra eran sobrenaturales. Más adelante, el muchacho era conocido por Hurricane fingers y su impronta se comenzaba a notar entre las huestes de imitadores que tuvo desde muy temprana edad quienes intentaban reproducir su capacidad vocal y sus movimientos con los acordes. Los hombres gritaban durante sus espectáculos demostrando experimentar sensaciones que ningún guitarrista había provocado antes. Las mujeres, por contra, se imaginaban guitarras deseando ser amplificadas a arte a través de las incontenibles manos de fingers. En su época de vino y rosas, Hurricane Fingers era el deseado, aquel a quien tener en cuenta, un ser que iluminaba cualquier estancia sólamente cuando alguien pronunciaba su nombre. Pero el muchacho padecía un grave conflicto interior. Su educación católica chocaba con el libertinaje propio del mundo bohemio. La muerte de su baterista Al Carsson, encontrado sin vida en un retrete público con una jeringuilla clavada en el muslo, supuso el punto de inflexión. Munfred se culpaba de la muerte de aquel chico de 21 años. Se prometió convertirse en un hombre normal, en alguien lejos del centro de atención y lo logró sellando sus labios y cegando sus dedos.
A día de hoy, a sus 76 años , es un hombre que comienza a eliminar lo superfluo para lograr la paz. Es un hombre en el otoño de su vida.
Piero Galasso
El silencio gobernaba su parlamento con regia mano y sutil dolor. Sus cuerdas vocales, temerosas, eran el ataúd de sus emociones.Nadie comprendía aquel perpetuo callar de un hombre al que su genio lo engulló postrándolo enfermo en su lecho de resignación. Las viejas portadas que todavía cuentan su verdad desde las paredes de los locales de Blues de la calle Roadhouse, literalmente, se deshacen en elogios hacia un hombre que inventó un nuevo estilo, una nueva forma de sentir. Robert Johnson, Muddy Waters, Bo Diddley, Chuck Berry, B.B King , Howlin´ Wolf y la innumerable lista de artistas blancos imitadores de éstos, en algún punto de sus dilatadas carreras, reconocieron la importancia de Mumfred Carter en el devenir de su obra musical. Como tantos otros chicos negros hijos del Mississippi su formación musical se completó en un coro Gospel de la mano del Reverendo Jackville, quien se confesaba un enamorado de la actitud y vocación musical del chico. Carter poseía la habilidad de reproducir cualquier sonido mecánico o natural sin más instrumento que su glotis. Los otros chicos se celaban e intentaban competir con el pequeño Mumfred pero la velocidad con la que el chico desarrollaba sus aptitudes con la guitarra eran sobrenaturales. Más adelante, el muchacho era conocido por Hurricane fingers y su impronta se comenzaba a notar entre las huestes de imitadores que tuvo desde muy temprana edad quienes intentaban reproducir su capacidad vocal y sus movimientos con los acordes. Los hombres gritaban durante sus espectáculos demostrando experimentar sensaciones que ningún guitarrista había provocado antes. Las mujeres, por contra, se imaginaban guitarras deseando ser amplificadas a arte a través de las incontenibles manos de fingers. En su época de vino y rosas, Hurricane Fingers era el deseado, aquel a quien tener en cuenta, un ser que iluminaba cualquier estancia sólamente cuando alguien pronunciaba su nombre. Pero el muchacho padecía un grave conflicto interior. Su educación católica chocaba con el libertinaje propio del mundo bohemio. La muerte de su baterista Al Carsson, encontrado sin vida en un retrete público con una jeringuilla clavada en el muslo, supuso el punto de inflexión. Munfred se culpaba de la muerte de aquel chico de 21 años. Se prometió convertirse en un hombre normal, en alguien lejos del centro de atención y lo logró sellando sus labios y cegando sus dedos.
A día de hoy, a sus 76 años , es un hombre que comienza a eliminar lo superfluo para lograr la paz. Es un hombre en el otoño de su vida.
Piero Galasso
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