Se coloca todo lo que se sacó del coche y se contempla el mar. Para algunos inspiración y para otros tremendo pesar por no poder ver esa inspiración en el horizonte. Hay personas que observan el mar y hay otros que lo ven y se aburren, hace frío, vámonos, espera un segundo, déjame relajarme. Suelen ir de la mano una y otra clase de seres. Imaginen a dos sujetos ensimismados contemplando esa cantidad enorme de agua salada como bobos durante largos minutos. Por todos es sabido que no se necesita hablar ¿ para qué?. NO entiendes nada.
En el otro escenario, se intuye a dos individuos que conducen su automóvil hasta la playa y una vez en destino , como mucho, fumarse un pitillo compartido, ay la crisis, y volver al coche o a un bar a tomar una cerveza y unas olivas y regodearse de lo bien que se está aquí dentro. Ni una cosa ni la otra. Por eso siempre coinciden las personas que son estimuladas por los vientos marinos y las que desde detrás de una nariz roja, verás como me resfrío, ocultan esa gran insatisfacción.
Existe otro subgénero entre los adoradores de los cantos de gaviota, los caminantes. Como en el segundo escenario, se introducen en su coche , desplazándose varios kilómetros, para aparcar delante del arenal y disfrutar de largas caminatas hablando , primero, del fresquete que hace para luego, ya en calor, disertar de lo trascendental y lo intrascendental de la jornada no-playera. Asimismo, dentro de los caminantes tenemos a los viandantes y forofos del footing, los “quesíqueno”, de excelso paseo marítimo. Es muy respetable y lícito recorrer los numerosos metros de paseo litoral recibiendo bocanadas de delicioso aire helado pero, ya que están cerca, bajen al arenal a mojarse los pies que, amén de ser magnífico para la salud de las plantas de sus maltratados pies, les producirá cosquillas en la espalda, sobre todo a los que corran. Pruébenlo, verán que rico.
Entre los que habitan la playa cuando no es natural, tenemos al bañista despreocupado. Lo han visto en innumerables ocasiones por televisión disfrutando de su parcela marina cuando no toca, es que no toca. Esa señora de 79 años que el 31 de diciembre decide darse un baño en las heladas aguas bien porque decía su tatarabuela que tomar los baños a tal hora en el último día del año otorga felicidad y buenaventura a la familia, pero neniña tu no digas nada a nadie que esto es un secreto centenario de nuestro clan familiar y no vaya a ser que alguien nos robe lo que es nuestro O,bien porque la señora necesita sentirse viva y el cuerpo le pide ,casi desconsoladamente, un verdadero puñetazo en el estómago de hielo derretido.
Para concluir, es necesario hablar acerca de los miembros del subgénero que habita los arenales algunas noches de invierno. Son unos seres que se perciben del mismo modo que una figura en una foto desenfocada. Su atuendo es un misterio para los que no entendemos de estas cosas y su forma de comunicarse es inverosímil. Básicamente y , tras muchas horas de estudio, su lenguaje se compone de 15 sonidos acompañados de 23 movimientos con la mano izquierda, 39 con el pecho, 75 con la mano izquierda, 12 con ambos pies y 2 con la cabeza. Algún día pretendí unirme a sus coloquios como buen oyente que soy, pero es dificilísimo entrar en tan selecto grupo social. Se mueven en grupos de 2 a 4 individuos y emiten unos ruidos guturales que me hacen maldecir el momento en que se me ocurrió, ataviado con mi equipo, ponerme a rastrear las playas en busca de monedas perdidas debajo del manto artificial de las mismas.
Piero Galasso
No hay comentarios:
Publicar un comentario