sábado, 23 de abril de 2011

MADUREZ por Luc Dupont.

A veces es una suerte ser un caracol. Llevo siempre mi casa conmigo y no debo preocuparme por buscar un rincón cómodo cuando se va el sol; me basta con encogerme y enroscarme. Y cuando no estoy de humor y no me apetece acudir a ningún acto social, me quedo dentro de mi súper escudo circular. A pesar de las apariencias soy un animal sensible; sus chistes sobre mi aspecto, sus canciones ofensivas hacia mi tendencia a sacar mis cuernos al sol, sus cargols a la llauna con salsa picante..todo ello hace daño, ¿Para qué lo vamos a negar? He necesitado meses de terapia con moluscos psicoterapeutas para poder ser capaz de apreciarme un mínimo. Quizás ustedes no comprenden el desorden nervioso que provoca que te llamen cornudo cada vez que abres la puerta de tu casa. Tampoco me gusta que me comparen con las babosas, esos seres deformes y malhumorados que se encuentran en los ríos. Pero decido no estresarme, la vida es demasiado corta para gastarla así.

Es mejor desplazarse con calma y disfrutar del entorno, comprobar lo verdes que están las lechugas hoy, ¡madre mía! Y dejarme de historias malsanas. Soy un bicho marrón, viscoso, lento y torpe, y he aprendido que no puedo ser otra cosa mejor, sólo puedo utilizar mis herramientas para deslizarme por la vida con elegancia, confiado.
Una vez conocí a un caracol argentino. Llegó hasta aquí enganchado a un trozo de madera de una caja del que no se despegó hasta que consiguió su objetivo. Según él, la caja estaba en un avión y después del avión en un camión, para acabar en un almacén cercano. No sé si me lo creo o no. Cuando hace sol y las palabras me saben crujientes como trozos de hoja seca, me permito dudar de las posibilidades de viajes transoceánicos.

Como me dijo el señor caracol argentino: `` Todo depende del estado de ánimo, se debe creer. Uno sólo está derrotado cuando acepta la derrota en su mente. Sós un boludo, ché!´´

Y es que la vida a veces es tan simple como un trozo de lechuga verde. (Eso cuando no le da por ponerse más puta que las gallinas).

Luc Dupont.

1 comentario:

  1. Yo creo que el caracol no tiene por qué tener baja su autoestima.
    Adoro los caracoles que caminan sin ataduras y me encantan cuando sacan sus cuernos al sol, y la sensibilidad que tienen apenas intentas rozarlos con la punta de los dedos. Alegran las mañanas lluviosas y lo de cornudo en forma peyorativa es un invento de los humanos que ensucian cuanto tocan. Las mujeres estamos exentas de que nos llamen cornudas, ya ves. Ellos que tanto nos han engañado y la mujer nunca es cornuda.
    Has elegido un buen animal en el cual convertirte.
    Lo peor es que dentro de su coraza no les cabe la compañía. Con lo bien que se podria vivir allí.
    Saludos Luc.

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