lunes, 26 de diciembre de 2011

FUERZA por Piero Galasso

Si tuviese acceso al lugar donde se esconden los genios me dedicaría a hacerles a todos y a la vez, la misma pregunta, sencilla pero interesante y de la cual se extrae una atractiva cantidad de información. Antes del escueto y diminuto interrogatorio, les daría a cada uno un número y los pondría en varias filas ya que, y aunque digan lo contrario, tanta genialidad ocupa espacio. Una vez dispuestos, les demandaría su opinión acerca de viajar y escucharía con respeto, escudriñando las emociones faciales y los ojos de mi temporal interlocutor. Miento, a todos menos a uno. Kerouac, dijese lo que dijese arruinaría su propia obra. Uno es curioso pero , aún así, me impongo límites que me permiten regodearme en mi sana condición de ignorante.
Acto seguido les daría mi propia definición a través de 4 ejemplos, que pueden ser 20, según como se mire:

Una tarde en una playa preocupado en limpiar de arena las gafas de sol mientras aquella muchacha rellenita se olvida de sus complejos e hipnotiza a tres hombres de mediana edad con su contoneo erótico propio de otras épocas donde los programas informáticos no demonizaban al cuerpo humano al mismo tiempo que la chica preciosa harta de no captar la atención más que de adolescentes se esmera en terminar un interminable crucigrama que parece mofarse a través de sus espacios de la capacidad intelectual de la dama.

Una docena de empleadas de Mcdonald en las calles de Rotterdam que disfrutan de su break y son asaltadas por las risas de una pandilla de 13 jóvenes despreocupados de los cuales 10 sólo piensan en Amsterdam y en la cantidad de marihuana que inyectaran a sus pobres pulmones y 3 están impacientes por empaparse de la estupenda oferta de ocio nocturno del Red Light District. Lo que no saben es que la siguiente ciudad de su cuaderno de viaje estará marcada por un misterioso asesinato llevado a cabo con una mantis religiosa hembra en celo, pegamento y la garganta del chico número 8.

Playa. Chica. Sexo. Preguntas. Verdad.  Melocotón. Cena, Chica, Sexo, Juventud. Esto multiplicado por 17.

Se sentó. Se deslizó a los pies de una escultura y se frotó los pies con las manos. Es increíble lo que he caminado hoy- se dijo Roberto mientras se regalaba un cigarrillo y anotaba los nombres de 4 calles que le hicieron gracia en los últimos 15 minutos. Luego se limitó a contemplar a la gente que atestaba la Piazza Navona aunque a esa hora todavía las palomas se hacían fuertes en el lado derecho de la plaza, siempre desde la posición de Roberto, el cual tenía el rio Tiber a sus espaldas. Y de repente, el futuro padre de 2 bellezas de nombres India y Alma, se maravilló de su posición en ese momento y se sintió feliz, pleno, contemplando la belleza humana, patrimonial y animal que tenía enfrente de su bolígrafo. Sonrisa de satisfacción. Acto seguido, le guiñó un ojo a la morena de su derecha, haciéndola partícipe de su felicidad , y desapareció dirección al Trastevere tarareando una canción de la cual nunca consiguió saber ni la letra ni el título.

A partir del 3 ejemplo, los italianos Papini y Pasolini se marcharon ofendidos porque interpretaron que a mi edad debería haber yacido con más de 17 damas, así que los dos escupieron a mis pies y se fueron con dos Wrichicks, que es como se conoce en Nueva York a las Groupies de los escritores. Los rusos, incomprensiblemente, no me entendían una sóla palabra y sólo Chejov puso un poco de atención en mi boca sorprendido por la diferencia de masa entre el labio superior e inferior. Dalí no paró de gritar sexo desde que escuchó la palabra y Van gogh me propuso por lo bajini un trío con él y Gauguin bajo la amenaza de perder una oreja. Hemingway lo noqueó con la culata de su rifle y se autoproclamó mi mejor amigo mientras Picasso departía utlizando el gallego con Carlos Casares inquiriendo si su pronunciación era aceptable como su caligrafía o lamentable como su peinado.Los sudamericanos emplearon un lenguaje tan culto que no conseguí entender más de 3 palabras juntas. De fondo, se escuchaba el ruido del resto de americanos marchando con un grupo de coristas mientras vilipendiaban mis pequeños relatos comparándolos con la sensación que tienes cuando estás inmerso en un sueño y caes al vacío.Los franceses lo corroboraban haciendo aspavientos decimonónicos.  A decir verdad, me gusta más angustioso que vomitivo.


Piero Galasso

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