Noche con luna, noches de perder el tiempo llorando por las esquinas. Detente, ayer juraste que nunca más te dejarías atrapar por tu deliciosa melancolía. Debes agradecerle su compañía, brinda por los momentos solitarios y decadentes que desprendían poesía, deléitate con las palabras que te regaló, las huellas que te permitió dejar en el camino hacia los bares y las copas rotas. Pero ayer gritaste al viento que algo había cambiado, que comenzaba un cambio de estación, que en primavera no se debe andar con exceso de equipaje. Ya no dispones de tiempo para mentir, todas las promesas deben ser cumplidas.
Si no te reconoces en el espejo, si crees que no eres capaz de volver a caminar solo, sin tu maldita compañera, si vuelves a caer en la tentación de ponerte el disfraz de perro callejero y alzar el telón de los espectáculos etílicos, para, respira un momento. Las palabras y los besos volverán, hay chicas bonitas que no son sinónimo de tragedias griegas, las ciudades sin sol ya no son para ti, has sido expulsado del dulce infierno. Qué difícil reconstruir tu banda sonora, quizás sea momento de abrazar a los Beatles y creerse el cuento de All you need is love. Ya suenan las sirenas de Ulises, y tú buscando portales para esconderte. Las manos en los bolsillos, los sueños irrealizables son para los demás, tú eres un hombre serio que se gana la vida como cualquiera. Te irás a dormir concluyendo que no existe ningún estado perfecto, que escapar de las sombras es cosa de Peter Pan, que la mierda no te va a volver a atrapar.
Sentado en tu sillón soleado se respira paz y tranquilidad, ¿cuál era el nombre de aquella mujer eléctrica que no cesaba de gritar? Creo que se llamaba Soledad. Qué irónico sentirse bien cuando todo va mal. Recuerda lo que juraste ayer. No te olvides de tus alas. Y buenas noches princesa.
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