PARTE DE BAJAS ESCUADRÓN X RESPECTIVO A LA SEMANA DEL 1 DE JUNIO DE 1990
Distinguido Sargento:
Como es habitual, al menos para mí, ya que comienzo a pensar que no hay nadie al otro lado, le escribo para comentarle el parte de bajas oficial. No ha habido bajas físicas. Supongo que esto le llenará de orgullo en su sillón mientras reproduzca en su mente las grandes hazañas del escuadrón X, pero creo que su imaginación no tiene ningún tipo de relación. No hemos tenido que lamentar ninguna muerte esta semana, aunque creo que es oportuno resaltar que sí tenemos un cadáver entre nosotros. Ese cadáver es nuestra dignidad. Me imagino a usted riéndose ante mis ocurrencias de filósofo en medio de la nada, pero considero que esta baja es la más relevante desde que nos encontramos en territorio enemigo. Hemos olvidado cómo se vive, cómo actúan las personas y qué sentimientos las caracterizan. Todo por luchar en una guerra de la cual no tenemos información ni de las causasque la produjeron,de los planes futuros, ni tan siquiera de los motivos económicos ocultos que nos mantienen en este lugar adverso a cualquier atisbo de humanidad.
Señor Sargento, me he convertido en un ser repugnante que no debería ser considerado un animal. Desde mi llegada como responsable de la brigada, he matado a más de 25 personas. Hombres y mujeres con los que no tenía ningún problema, con los que no tenía mayores diferencias que con las que tengo con los de mi país, tan ajenos a mí en estos momentos. Soy un asesino profesional, ver cadáveres se ha convertido para mí en algo común y sin importancia, ya ni siquiera se me revuelven las entrañas cuando mutilo a alguien, cuando destrozo una vida defendiendo mi bandera.
Ayer disparé a un hombre en la pierna por el único motivo de que se acercó demasiado a nuestra posición.Disparé sin pensar, como un impulso automático de lo que somos, máquinas de matar. Después de derribarlo y observar que no mostraba signos de resistencia, me acerqué al herido. Era un hombre de unos 70 años, y lo único que llevaba en las manos era un libro. Me pareció que esa era la señal definitiva de que nunca podré volver a dormir. Me invadió la desesperación viendo sus expresiones de dolor e impotencia, impotencia por ser una víctima más de una locura sin sentido que no tiene fin.
Mi corazón ya sólo sirve para bombear sangre, ha perdido esa capacidad de sentir, y lo más preocupante es que ya no me importa.
Luc Dupont.
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