viernes, 21 de mayo de 2010

NOCHE por Piero Galasso

Es inevitable. Cuando despiertas después de una noche terriblemente olvidable te das cuenta de que en determinadas ocasiones uno debe recapacitar sobre el hecho que le ha traído a este mundo. Uno no debe limitarse a simplemente disfrutar de las cosas que otorga la nocturnidad a unas mentes inestables y perecederas como las nuestras. Llega un momento en la vida de todo noctámbulo que reflexiona sobre que es lo que le lleva a ingerir cantidades ingentes de alcohol cada noche hasta el alba. El perfecto bohemio diría que es por el placer nihilista de disfrutar la vida sin ambages, de existir cuando los seres humanos corrientes y molientes se inclinan sobre el lecho para descansar tras una dura jornada laboral. Saborear un placer que parece limitado a ciertos privilegiados es un regalo, es un presente que parece otorgado por el mismísimo Baco. Uno descubre que lo que lo mueve a circular por ciertas atmósferas es beber placeres prohibidos a ese ser responsable ligado a las cadenas de la rutina diaria y familiar. En el código del noctámbulo ideal está escrito que uno debe rodearse de un número no excesivamente elevado de camaradas y cada uno debe aportar diferentes armas para la batalla. Cada uno debe comportarse de un modo distinto con las damas y cada uno debe ingerir diferentes tipos de bebida. Todo ello en base al hecho de que si coinciden los caracteres aparece el maldito desencuentro que destroza todo tipo de relaciones entre los seres humanos. Como puede suponerse , uno disfruta con frecuencia de las bondades que ofrecen los cuchitriles de donde uno puede codearse con gentío de toda ética, moral y parecer. Toda vez que uno se sumerge en una botella al calor de buena conversación surgen pequeñas dosis de genialidad y espontaneidad etílica. Pero es entonces cuando uno se siente abatido por el tedio que supone desarrollar las mismas actividades en repetidas ocasiones con las mismas personalidades. Despiertan en uno nuevas ideas y nuevas metas que logran que el bohemio abandone ciertas compañías por otras que se presuponen de mejor calidad y que pueden proporcionar mayores dosis de divertimento y conseguir espantar al aburrimiento que nos abraza cuando nos sentimos estancados, cuando estamos inmersos en un comportamiento cíclico. Se decide probar nuevas ciudades ,nuevas maneras de actuar en un campo que al fin y al cabo puede ser similar en todos y cada uno de los países. Hay que evadirse de ciertas normas y costumbres autóctonas y saber desenvolverse sin miramientos en las noches foráneas. Tras un período de prueba , uno se siente fascinado por las minúsculas diferencias y tras varios meses volvemos al punto que abre este parlamento. El tedio, el querer buscar algo que nos mantenga despiertos y obtener una nueva muesca en nuestro revolver nos hace rendirnos a las mieles del placer. Mas todo tiene un límite y este bohemio de gabán deshilachado y chistera destrozada decide abandonar la carrera noctámbula y abrazar los sabores diurnos macerados con ligeras dosis de alcohol para no perder las buenas costumbres. Hagan el favor de comprenderme señores, han sido innumerables y gloriosas las noches compartidas con ustedes y con mujeres cuyo nombre no recuerdo pero todavía conservo en mis fosas nasales el agradable aroma que desprendían sus cabellos. Como colofón , he de decirles que este caballero que aquí firma opina que el placer de habitar la noche salvaje sólo es comparable a esa explosión interior que se siente cuando el escurridizo Señor Amor nos escribe una letra de bienvenida.

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